lunes, noviembre 19, 2007

DÍA DEL MAESTRO

"A mi querido profesor"


Es difícil encontrar personas que están dispuestas a compartir un tesoro increíblemente valioso, personas que por años lo conservan y que cada día lo van acrecentando; ese tesoro es el conocimiento, esas personas nuestros queridos profesores.


El 6 de junio de cada año se rinde homenaje al maestro, a aquella mayoría que eligió la docencia porque otra carrera no pudo pagar, a los otros que lo hicieron por tradición familiar o a los pocos que por verdadera vocación hoy son llamados “profes”, quienes simplemente por el deseo y anhelo de educar y formar a multitud de niños, jóvenes y hasta adultos han dedicado cinco años de su vida, para ser lo que hoy son: maestros, y de los buenos.

Lo que no podemos negar es que hasta hoy, para muchos, convertirse en docente es considerado un premio consuelo o el resultado de una familia llena de colegas, que en vez de heredar objetos reciben la misma instrucción universitaria, pero una cosa es cierta, aquella herencia para muchos profesores se ha convertido en su razón de ser.

Ejemplo del ayer
Según la historia y el portal Educativo Huascarán, fue “el libertador don José de San Martín quien fundó la primera Escuela Normal de Varones mediante resolución del marqués Torre Tagle del 6 de julio de 1822. Años después, durante el gobierno de Manuel A. Odría y mediante Decreto Supremo del 4 de mayo de 1953, se instauró el 6 de julio el Día del Maestro para conmemorar este hito histórico en la educación de nuestro país”.

El primer sistema de educación instalado en el Perú fue el lancasteriano, y la persona encargada de desarrollarlo fue el escocés Diego Thomson, quien también fue el primer director de la Escuela Normal de Varones. De acuerdo a este sistema, los alumnos más avanzados se convertían en monitores y contribuían a la mejor formación de sus condiscípulos.

La historia reconoce como maestros destacados a una serie de personalidades como José Carlos Mariátegui, José María Arguedas, José Antonio Encinas Franco, Germán Caro Ríos, Carlos Cueto Fernandini, Horacio Cevallos, Emilio Barrantes o Augusto Salazar Bondy.

Igual de loables son los profesores que permanecen en el anonimato, pero que al igual que aquellos que pasaron a la historia, día a día sacrifican sueño o sufren hambre y frío a cambio de ver el rostro fascinado del niño o niña a quien enseñó a leer o de quien escribe su nombre por vez primera teniendo más de una década vivida.

Realidad del hoy
Ser maestro no es cosa fácil, muchos piensan que todo queda en las aulas, pero cuando se forma al futuro de un país, no es sencillo desentenderse de lo que éste pueda pasar fuera de su ‘segundo hogar’, como bien es llamado el centro de estudios.

En innumerables ocasiones los maestros cumplen otra labor además de impartir conocimiento, muchos aconsejan a sus alumnos, los guían en momentos que la oscuridad los aturde y los encaminan cuando pierden el justo y correcto sendero.

Para medir la gratitud que merecen, a lo multifacético que puede llegar a ser un profesor se le debe sumar el hecho de que el Estado ofrece un limitado apoyo al sector educativo, en cuanto a remuneraciones se refiere, sueldos que no llegan ni siquiera al 3%, cuando la Ley de Educación establece el 6% del PBI (Precio Bruto Interno).

“La vocación desde muy joven”
Esperanza Rodríguez de Gil Aibar fue la Directora fundadora de la Institución Educativa “Elvira García y García”, pero mucho más allá que eso, es claro ejemplo de que profesores de verdadera vocación aún existen.

Ni bien supo que la enseñanza era su principal motivación no paró de capacitarse ni un solo momento. Desde 1950 ejerció la docencia en resaltantes centros educativos, entre los que recuerda se encuentra la Institución Educativa “Nuestra Señora del Rosario”, “Santa Ángela”, “Beata Imelda” y por supuesto su querido “Elvira García y García”.

“El Elvira García ha tenido muy buenas profesoras, de quienes se sabía su hora de ingreso pero no la de salida, no porque se le imponía sino porque disfrutaban haciendo cosas en el colegio, como el simple hecho de arreglar las aulas para una mayor comodidad de las alumnas que llegarían al día siguiente”, cuenta con aquel brillo en los ojos propio de quien recuerdo a un ser amado.

Pero así como se impartía conocimiento a las jóvenes, lo mismo se aplicaba con los padres de familia, “había una profesora de matemáticas, muy buena por cierto, que de siete a ocho de la mañana preparaba a los padres de familia que tenían su negocio en los mercados o tiendas comerciales, les enseñaba las operaciones básicas y a sacar porcentajes, todo esto para que no fallaran en sus negocios”.

Una vez jubilada, la vocación que lleva muy dentro le impedía detenerse, aceptó el cargo de Directora del Instituto Cultural Peruano Norte Americano –ICPNA-, cargo que ocupó por tres años; fundó la Asociación de Profesoras Cesantes de la I.E. Elvira García y García; ejerció de Concejal de Parques y Jardines de la Municipalidad Provincial de Chiclayo; fue Presidenta de las Muchachas Guías; y, actualmente colabora en el Club de Leones de Santa Victoria - Las Musas.

“Y seguimos ayudando, en especial a los jóvenes. Muchas veces he ido a dar charlas a grupos juveniles, más que charlas científicas siempre han sido basadas en la realidad, sentidas como madre y como maestra y más que aconsejar, hacerles ver las situaciones y los peligros en los que los jóvenes se encuentran” relata con evidente entusiasmo.

Ella permanece callada mientras remueve en sus recuerdos la respuesta a una pregunta con respuestas alternativas, su compañero de toda la vida le ‘refresca la memoria’: “Llegaban a pedir trabajo muchas chicas –relata- y cuando se les preguntaba su grado de instrucción no habían terminado la secundaria, lamentaban no haber seguido sus estudios, así que un día hablé con el director de Radio Délcar, y emitió un anuncio que decía algo así: A ti mujer chiclayana que no has terminado tu carrera las puertas del Elvira García y García están abiertas, ven y te daremos informes a partir de las siete de la noche. Así se creó la primera vespertina secundaria para mujeres, mi mayor logro” termina Esperanza con los ojos brillantes de emoción.

Como muchos ciudadanos, Esperanza de Gil Aibar piensa que los maestros deben ser valorizados como los demás profesionales. “Muchos piensan que por tener cualquier otra profesión son más que un profesor, yo me pregunto ¿Quién le enseñó al ingeniero todo el conocimiento que llegó a tener?, ¿acaso no fue un maestro?. Además el maestro necesita estímulos para superarse, si uno recibe una gratificación o una buena remuneración siente que algo ha hecho bien”

A pesar de los años de experiencia y de haber intercambiado conocimiento con cantidad de colegas y empapándose del mismo en cursos o seminarios, Esperanza sabe que el maestro no es una enciclopedia, “pero tiene la obligación de él mismo satisfacer sus dudas y compartirlas con el alumnado o con aquella persona que le hizo la primera pregunta que él no supo responder”, enfatiza.

Su cooperación con la sociedad es indudable, aún así la humildad la caracteriza, “a veces me pregunto ¿qué he hecho yo? Me parece que lo que he hecho, aunque lo vea, no es nada, siento que me faltó hacer mucho, a pesar de ver que si hice”

“¿Anécdotas?, muchas”
El matiz masculino lleno de picardía lo otorga Juan Barturén Dueñas, veterano maestro que por azares del destino llegó a un colegio femenino y recién, luego de treinta años, le dijo adiós.

En 1960 Juan Barturén se inició como maestro en las aulas del “Politécnico Pedro Abel Labarthe” para luego educar a escolares del “Instituto Comercial Federico Villarreal”, del Instituto Industrial de Jayanca Nº 38, Instituto Comercial Nocturno de Ferreñafe, del Instituto Industrial de Ferreñafe “Rosa Muro”, Centro Educativo “María del Socorro”, Centro Educativo “San Juan Bosco”, sin olvidar a su querido Industrial Femenino Nº 14 “Rosa Flores de Oliva”.

Al mismo tiempo que Juan Barturén pedía su nombramiento en el Centro Educativo “Juan Manuel Iturregui”, una profesora, desconocida para él, lo pedía para el Industrial Femenino Nº 14 “Rosa Flores de Oliva”. Gracias a la confusión de las oficinas del Ministerio de Educación, entidad que por esa época se encargaba de nombrar a los maestros de cada institución educativa del país, Juan Barturén obtuvo su nombramiento en la institución femenina, mientras que su colega lo obtenía para el de varones.

“Ella me contactó y me pidió hagamos el cambio, pero yo estaba cómodo con las chicas, me acoplé rápido. Creo que por algo pasó aquello, yo aprendí mucho de las jovencitas y de las mismas maestras, me encariñé con cada una de mis alumnas”, tanto fue el cariño que Juan dio y recibió que hasta hoy cuando se cruza por las calles es reconocido por sus ex alumnas que muy bien supieron hacerse querer.

Pero no sólo guarda buenos recuerdos de sus ‘niñas’ del Rosa Flores de Oliva, sino también de aquellos jóvenes que tan bien supo guiar y educar, “cuando enseñaba en el Federico Villarreal casi siempre hacia intervenciones orales, y siempre que les preguntaba a las chicas éstas no respondían, si las amenazaba que las iba a desaprobar me respondían: “desapruébeme pues”, me pareció raro, una profesora me dijo ‘no responden porque cuando se equivocan al hacerlo los chicos se burlan de ellas’, yo decidí sacarlos a ellos al frente e hice que las chicas se rían si ellos erraban, santo remedio”

Sin duda, sus técnicas sirvieron en más de una ocasión en las que la disciplina estaba en juego, “creo que lo más desalentador para un maestro es perder la confianza, el respeto y la buena fe de los alumnos”, afirma convencido una vez más, de que en cuanto a disciplina y respeto se trata, nunca ha fallado.

Juan Barturén ha sabido manejar su labor como docente junto a su afición por el periodismo, trabajando como columnista en el diario de “El Callao”, en 1960 con el seudónimo “El profesor Palmeta”, dirigió el Diario “La Noche” y el diario “El País”, colaboró también en el diario La Industria y en el Semanario Expresión.


En determinada milla de la carrera, el profesor se convierte en algo más que un educador, pasa a ser un amigo y confidente, un verdadero maestro, debiéndose aprovechar esta influencia de manera positiva, en especial en estas épocas en las que la juventud olvidó escuchar y sólo ‘hacen’.





((Jill Barón Rodríguez - Estudiante VIII ciclo Periodismo))
((Expresión Nº 522 - Chiclayo, del 9 al 13 de julio del 2007))
((Fotografías: Esperanza de Gil Aibar & Juan Barturén))

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