viernes, diciembre 23, 2011

I wish you a Merry CHRISTMAS


Faltando dos días para Navidad, considerando que esperaré hasta el 25 de diciembre al medio día para comer todo lo que pueda sobrar del banquete de la víspera y entregar (mas no recibir) los pocos regalos que tengo por dar, decía que, faltando dos días, hice los dulces que todo año me proyecto cumplir. 
En esta ocasión le tocó al chocolate. Me provocó hacer una especie de cupcakes de chocolate con baño de glacé, PERO con el calor y la poca predisposición de este clima piurano hice bien en imaginarme que el glacé terminaría chorreado por cuando borde tenga mi pastelito, es decir, por TODO lado. 
Recordé que existe un baño que se endurecía y que, además de ser rico, podía darle el color que se me antoje sin terminar con la cobertura por la cabeza. Cuando ya tenía el baño hecho y separado en bowls para ser teñido me di con la sorpresa que el colorante rojo había pasado a mejor vida: estaba todo seco, mi hermano (futuro ingeniero que en sus momentos felices es "arreglatodofácil") tuvo la genial idea de abrir el frasquito y echarle un poco de agua para "revivirlo"... genial digo porque no se me ocurrió a mí siendo una solución tan simple, cosas que pasan. 
El tercer inconveniente llegó cuando me di cuenta que por más que intente ser dotada para el arte soy una completa inútil para dibujar y pintar (el talento no lo compartió mi mamá al engendrarme) y los árboles de Navidad salían como hojas chuecas de mala hierba ^.^ aquí mi salvavidas fue mi hermana (futura manager que cuando tiene ganas es "arreglatodofácil") recomendándome que pinte cada uno de un solo color y lo "chispée" de colores. 
Y es así, señores, que tras varias horas dedicadas al arte de pintar y chispear el resultado fue este:









Y para quienes se preguntan cómo lo hice, me convierto en utilísima y les dejo la receta de los cupcakes y del baño:

Cupcakes:
Cernir tres veces harina (3 tzas), cocoa (1 tza), sal (1 cdta), y bicarbonato de soda (2½ cdtas).
Agregar aceite (1 1/3 tza)
Aparte, mezclar leche fresca (2 tzas) con vinagre blanco (2 cdas) y vainilla (2 cdas) una vez mezclado esto se agrega a la mezcla anterior.
Batir ligeramente 3 huevos y agregarlo a la mezcla
Terminar agregando azúcar (2 ¼ tzas).
Poner los pirotines en los moldes redonditos y se echa en la mezcla en cada uno.
Llevar al horno (a 200°) durante 20 minutos.

Baño:
Mezclar ¼ tza de mantequilla (casi derretida) con 3 tzas de azúcar impalpable, 3 a 4 cdtas de leche y ½ cdta de vainilla. Se mezcla todo bien, desapareciendo los grumos, se separa en bowls para hacer diferentes colores (un par de gotas de cada colorante basta) y listo el pollo, mejor dicho, el baño :D




Navidad es más que una cena rodeados de quien más se quiere (o se tiene), es más que un regalo hecho con amor, es más que villancicos a viva voz. Navidad es Jesús y nada más que Jesús. Que Él sea el príncipe azul de nuestros sueños. El amor de nuestra vida. La razón de nuestro ser. El más más de la semana ;D Que Él presida nuestro banquete, more en nuestro hogar y lata cada segundo en nuestro corazón. 


FELIZ NAVIDAD para TODOS.


Una VIDA hecha LIBRO - Parte III





3. LA INTRÉPIDA RESCATADORA. 
La vida de Amy Carmichael  (1868 – 1951)
–Janet & Geoff Benge


La vida de Amy estuvo marcada por una obediencia sencilla, resuelta a Dios, sin importar las circunstancias ni las consecuencias. Su historia y su legado son recordatorios asombrosos del impacto que provoca la persona que teme a Dios y a ningún otro. Movida por el amor y la compasión, y sostenida por la fe y la determinación, Amy desafió las crueles barreras del sistema de castas de la India. La historia de esta mujer norirlandesa es un ejemplo resplandeciente, deslumbrante, del amor de Dios, generosamente derramado sobre “los más pequeños de entre nosotros”.


En 1882, Amy Camichael asistía a un internado de niñas de buena familia, lugar desde donde siempre demostró esa chispa traviesa y aventurera que ya guardaba dentro. En una ocasión las niñas sabían de la llegada de un cometa, el que deseaban ver pasar por el cielo. Amy fue la elegida para pedirle permiso a la directora pero esta no se los da puesto que pasará muy tarde. Amy idea un plan para escaparse del dormitorio a la medianoche, la directora las descubre y castiga a Amy. En noviembre de ese mismo año ella y sus hermanos tienen que dejar sus colegios debido a que su padre ya no tiene suficiente dinero por culpa de unos malos negocios. Por esta razón se mudan a otra ciudad (Belfast). Al tiempo su padre muere y ella tiene que cuidar de sus hermanos pequeños. En una ocasión ayudan a una pobre anciana al salir de la iglesia. Amy oye la voz de Dios diciéndole: “Oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca… el fuego pondrá de manifiesto qué clase de obra hizo cada uno. Si la obra que un hombre puso sobre un fundamento se sostiene, recibirá su recompensa”. Amy no siente vergüenza de ayudar a la anciana delante de la demás gente. Crea también el “Club Vigilia Matutina” que reunía a los niños interesados en saber de Jesús todos los sábados en la mañana. Con el padre de una amiga empieza a ir a los suburbios pobres a llevar pan y folletos en esa ocasión ve a unas mujeres cubiertas por un chal conocidas como “las del chal” quienes trabajaban doce horas en telares de lino, con ellas inicia reuniones los domingos en la mañana en las instalaciones de la iglesia, acción que a los feligreses no les gustó. Durante este tiempo se hace amiga de Kate Mitchell (a quien la dejaría como presidenta tiempo después) quien dona el dinero suficiente para comprar el terreno y construir el centro de reuniones para las del chal, el que llaman “La Bienvenida” conocida por la gente como el “Tabernáculo de Hojalata”. Su madre recibe una oferta de trabajo en Inglaterra a donde se tienen que mudar Amy y Ethel, su hermana, con ella. Norman y Ernest emigran a América del Norte, Walter luego iría a América del Sur, Alfred a Canadá y Eva se queda con otros familiares. De esta manera los siete hermanos se separarían.

En Inglaterra, Amy trabaja en junto a su madre pero no acepta vivir con ella y Ethel en la casita que les daba la fábrica, más bien alquila un cuarto en un barrio pobre para poder evangelizar en esas zonas. En 1890 cae enferma, tiene que cambiar de clima. Robert Wilson, amigo de la familia, la invita a su mansión conocida como la Grange. Allí Amy mejoró y ayudó a Wilson con reuniones evangelísticas, estudios de oración, conferencias, entre otras cosas. Tras un año, recuerda a Hudson Taylor y su labor en la Misión al Interior de la China a quien había oído hablar sobre los casi cuatro mil chinos que morían cada hora sin escuchar el evangelio. En 1982 Amy se incorpora a esta Misión pero el médico le dice que por su débil salud no podía ir a China. Amy estaba segura de que otro sería el lugar a donde iría.

Amy regresa a la Grange con su padre adoptivo Robert Wilson en donde siente el llamado a Japón. Wilson le escribe a Barclay Buxton para pedirle que reciba a Amy. Ella llegó a Japón tras un viaje lleno de incomodidades y tras un tifón que azotó las costas japonesas. Es recibida en casa de unos misioneros en donde espera a quien Buxton había enviado por ella. Con esta persona que la recoge, llega a Matsuye el 1 de mayo de 1893. Viviendo con los Buxton tuvo una intérprete que le enseñaba el idioma. Decidió, también, cambiar los trajes ingleses por los kimonos así la gente no se distraía con su atuendo inglés. Amy visitaba Hirose donde habían convertidos pero también se fue poniendo enferma. El médico diagnosticó que padecía de “Cabeza japonesa”. Tras 15 meses en Japón partió a Shangai para recuperarse y ahí decidió ir a Colombo, Ceilán. Una vez allí el médico le dijo que sufría de “fatiga cerebral”, al mismo tiempo llegó una carta de William Wilson pidiéndole que regrese pues su padre quería verla. Amy llegó un mes después a la Grange gravemente enferma y allí permaneció haciendo compañía a Wilson quien mejoró con su presencia y la animó a escribir un libro, el que tituló “Desde la tierra del sol naciente”. Poco después una amiga, enfermera en Bangalore, India, la invita para allá. Amy enrumbó hacia la India sin imaginar que sería su último viaje y que nunca regresaría a Inglaterra.

Amy llegó a Madrás, India, en donde permaneció tres semanas en casa del Sr. Arden, Secretario de la Sociedad Misionera de la Iglesia. De ahí tomó el tren a Bangalore, pero llegó enferma al grado que fue internada en el hospital al que fue a servir. En Bangalore, Amy experimentó el desaliento de los otros misioneros ante lo difícil que era convertir a los hindúes al cristianismo por causa de las castas que regía su sociedad. Amy estaba decidida a pedirle a Dios que cambie esa situación. Los misioneros, junto a Amy, se trasladaron a un poblado llamado Kotagiri para pasar allí las vacaciones. Amy no entendía cómo estos trataban a los criados en vez de ser los primeros que desistieran del “uso” de ellos. Amy creía que “haciéndose nativa”, es decir, yendo a vivir con las familias nativas podría compartir el mensaje de Dios. Un día de esos asistió a la conferencia de Thomas Walter, un joven de 36 años con un mensaje “electrizante”. Amy le confió su plan y él le hizo una propuesta: mudarse con él y su esposa y así aprender el idioma tamil y trabajar en la misión conjuntamente. Hasta ellos llegó una niña hindú, alegando querer ser cristiana. Para salvarla de la furia de su casta, Amy llevó a la muchacha a otro poblado con otra misionera, la que descubrió que todo había sido un engaño, pues esta chica no quería ser cristiana si no ser llevada lejos por los cristianos para poder casarse con un chico de otra casta. Este engaño no sería el único con el que Amy se toparía en el resto de su vida.

En los años siguientes, llegaron donde Amy varias mujeres más. Ponnammal fue la primera, era viuda de veintitrés años a quien su suegro la trataba como a su criada, el pastor de la iglesia, Iyer Walker (como era llamado Thomas) y Amy persuadieron al suegro para que dejara que la mujer trabajara con Amy. Poco después llegó Sellamutthu de quien su familia se alegró de deshacerse pues ella tenía solo un brazo y siempre sería una carga para ellos. Llegó también Marial, a quien su esposo le dio permiso de colaborar con Amy, cosa rara en un hombre indio, pero él también se les unió como cocinero. Así formó un pequeño grupo, al que llamaron Grupo Estelar, de mujeres indias dispuestas a abandonar sus tradiciones culturales y a predicar el mensaje del evangelio. A menudo una mujer o un grupo de mujeres se acercaban y les hacían preguntas. Luego se unió a ellas Blessing, también viuda. Era normal pagar a los obreros un jornal diario (batta). Después de su primer viaje misionero, Amy les pagó a las mujeres su batta pero estas se lo devolvieron alegando que no necesitaban dinero y preferían que sea gastado en la obra de Dios.

En Lago Grande, la misión tenía una escuela, allí asistía una niña que recibió una Biblia, la que leía y se hizo cristiana en secreto, tres años después cuando terminó sus estudios se quedó en casa, una noche se despertó y escapó para unirse al Grupo Estelar. Esto enfureció a sus padres quienes la fueron a buscar. Como ya era mayor de edad (16 años) la niña juramentó ante el guardián de la localidad que quería quedarse con Amy, a pesar de la legalidad de su decisión sus familiares quemaron la casa del director de la escuela y obligaron a los maestros a marcharse de Lago Grande. Una mañana el grupo se hallaba en una aldea cuando una niña de once años se les acercó, se llamaba Arulai, al escuchar a una de las mujeres decir “Yo era un león y Dios me transformó en un cordero” supo que este Dios le daría solución a su mal carácter, al volver a su casa y desde ese momento siempre insistía en irse con la “ladrona de niños”: Amy. De esta manera Amy se fue ganando la reputación de “Amma (madre) arrebata niños”. Ocho meses después Arulai reapareció en casa de Amy en Pannaivilai pero muy enferma, su padre fue para recogerla y al ver el amor que ponía Amy en el cuidado de Arulai permitió que se quedara con ella aún hasta después de su recuperación.

Para este momento, Amy ya había escrito su segundo libro a pedido del comité de Keswick (el que la financiaba en India) pero la cruda realidad de este no le pareció apropiado al comité por lo que le pidieron que lo “suavice”, Amy se negó a hacerlo pues lo que había escrito era la triste, pero también esperanzadora, realidad de la India por lo que lo archivó. Tiempo desués de aquello, llegaron dos amigas suyas que al ver la realidad de las castas indias le pidieron a Amy que escribiera todo aquello para que en Inglaterra sepan lo que sucedía en la joya de la corona, como se llamaba a India. Amy les mostró el manuscrito de “Las cosas como son” su libro otrora rechazado. «Debieron ser dos mujeres tenaces (estas dos amigas) porque, poco después de su regreso a la metrópoli se publicó el libro … incluyendo algunas fotos que Ella (Crossley) tomara durante su visita».

En marzo de 1902, Preena, una niña de siete años, que vivía en el templo hindú de Lago Grande esperando tener edad para convertirse en prostituta se escapó de este lugar en pos de Amma. Había oído de ella con el fin de atemorizarla pero, al contrario, deseaba huir para que ella le de refugio, no quería ser casada con un dios hindú. Al llegar a la iglesia se encontró con una mujer cristiana que llevó a Preena a su casa para esperar que amanezca y devolverla al templo hindú. Preena insistió toda la noche en ver a Amma, la mujer cansada de la insistencia la llevó a la casa donde vivía el Grupo Estelar que en ese momento creía de viaje. Allí encontraron a Amy. Preena se abrazó a ella negándose a soltarse ante las mujeres del templo que llegaron a llevársela, dijeron que volverían con la madre de la niña pero esta nunca se apareció. Así recibió Amy una niña de siete años para cuidar y amar.

Amy no quería ser una madre con los pies atados, pero para junio de 1902 ya era Amma de ocho niñitas. Contrario a lo que pensaba, sus pies no estaban atados, las llevaba consigo a donde quiera que ella fuera. Durante uno de estos viajes Arulai se enfermó de neumonía y Amy supo que debían establecerse en un lugar fijo pues acampando al borde de los caminos tenían mayor riesgo de sufrir robos o palizas. También necesitaban una casa más grande.
En Dohnavur, los estudiantes de la Biblia necesitaban un maestro permanente (le misionero encargado hasta ese momento había viajado, sin retorno, a Australia), la Sociedad Misionera de la Iglesia le pidió a Iyer Walker que se hiciera cargo. Él invitó a Amy y a todo el Grupo Estelar a trasladarse con él y su esposa. Ellas se instalaron en la cabaña grande. En noviembre de 1903, Iyer Walker tuvo que llevar a su esposa a Inglaterra para que se recuperara de su grave enfermedad, dejando a Amy a cargo de todo el ministerio.

Amy envió cartas por toda la India para decirles a los pastores y misioneros cristianos que si rescataban a niñas de los templos, ella les daría refugio. En 1904, llegó una recién nacida a quien llamó Amatista, la siguió otra niña a quien llamaron Zafiro. Para junio Amy tenía diecisiete niñas a su cargo, seis rescatadas de templos hindúes. «Lentamente, el Grupo Estelar llegó a comprender que el verdadero amor significaba servir a otros, aunque estos fueran bebés que lloraran de noche e hicieron travesuras de día».

En una ocasión, cuando había llevado a las niñas mayores a Ooty (un poblado propicio para descansar), Amy sintió la necesidad de una guardería. Al cabo de una hora llegó una carta con una donación que cubriría el costo de los adobes. Y cuando llegó a casa la esperaba otro cheque “para la guardería”. Todo esto sin habérselo contado aún a nadie. Con la construcción avanzada, regresó Iyer Walker sin su esposa, la que aún mejorando no podía viajar, pero con la madre de Amy. A pesar de contar con los consejos de su madre, Amy perdió a Amatista y a otra niña recién llegada quienes se enfermaron y murieron. Tuvieron que separar terreno para hacer un cementerio el que llamaron Jardín de Dios. Tiempo después, Zafiro, la niña favorita de las demás, también murió. Poco después, Amy tuvo que ser consolada de nuevo, su querido Robert Wilson falleció el 19 de junio de 1905.

En marzo de 1909, Amy recibió a Muttamal, su madre la dejó a su cuidado alegando que el abuelo de la niña quería casarla con un anciano de la familia para que su herencia (de millones) no se perdiera. Amy se enteró después que la madre de la niña eran igual de codiciosa, no quería que esta se casara para quedarse ella con la herencia. Iyer Walker, al conocer la historia, le dijo a Amy que era mejor protegerse legalmente hablando con el magistrado de la localidad. Este le dijo que no había nada que él pudiera hacer, pues la India tenía sus propios y extraños códigos que escapaban de la política del imperio británico. Muttamal fue secuestrada por la familia de su padre, su madre acudió al juez pero este le dio la custodia temporal a Amy. Luego de un largo litigio, el juez regresó la custodia a la madre, la niña debía volver con esta en unos días, y le ordenó a Amy correr con los gastos del abogado contrario. Amy no sintió desesperanza. La noche que esperaba el tren para reunirse con su abogado con quien apelarían, Iyer le avisó que Muttamal había desaparecido de Dohnavur. Siete meses después, en octubre de 1911, recibió una carta escrita por la niña, ahí le relataba cómo había podido huir, disfrazada de musulmán, con ayuda de una cadena de cristianos la niña llegó a Colombo, Ceilán. Luego otro inglés la llevó hasta Malaya, Singapur y Hong Kong. La embarcó hasta Nanning, allí fue recibida por un matrimonio misionero americano donde se hallaba segura y contenta.  

Thomas “Iyer” Walker murió a fines de agosto de 1912, a los cincuenta y dos años, envenenado. Amy se sintió aturdida, tenía que asimilar la pérdida de su amigo querido y también encargarse de avisarle a su esposa, en Inglaterra, quien seguía muy enferma. Al enterarse de la muerte de Walke, Agnes y Edith Naish, hermanas misioneras, acudieron a la ayuda de Amy, aliviando así la carga de atender la escuela de niñas. Las noticias tristes llegaron casi un año después, el 14 de julio de 1913 murió la madre de Amy en Inglaterra. Y el 26 de agosto de 1915 murió Ponnammal, victima de un rebrote de cáncer.

En 1918, llegó el momento para Amy de aceptar niños varones. Con la llegada de un pequeño envuelto en pañales que parecía una niña y que al ser cambiado descubrieron que era un varoncito. Amy oró a Dios para que le mostrara si era indicado edificar una guardería de niños. Sintió que debía pedir a Dios la suma de cien libras para empezar a construir. El dinero había llegado esa misma noche, según se enteraron a la mañana siguiente.

En 1926, ocho años después, llegaron a tener ochenta niños de entre recién nacidos y catorce años. Amy oraba por la llegada de más hombres que ayudaran con la tarea de cuidar a estos niños. De ese modo llegaron los hermanos Murray y Godfrey Webb-People. El doctor Murray trabajaba en una cabaña de adobe llamada suha vasal (Puerta de salud). Amy oró por el dinero necesario para la construcción de un hospital, pero en vez de llegar dinero para este fin llegaba destinado a una “Casa de Oración”. Dios le indicó que una vez construida la casa de oración él proveería el dinero para el hospital. En noviembre de 1927, se terminó por fin la casa de oración y en junio de 1928 se empezó a recibir el dinero para el hospital, el que se construyó como Amy lo tenía planeado.

Amy continuó escribiendo, le encantaba relatar las historias de las personas que trabajaban con ella. Escribió dos libros: La vida de Walker de Tinnenvelly y La vida de Ponnammal. En 1931, a los sesenta y tres años, Amy sufrió una caída que la dejó con una pierna rota y un tobillo torcido, además de problemas en la columna que a la larga la dejarían inválida. Ni siquiera el estar en cama le impidió seguir escribiendo. Escribió la historia de Dohnavur, libro que llamó “Cordón de oro”. Su pluma fluyó en montones de canciones, poemas, cartas y otros  treces libros. Uno de ellos relata la historia de Arulai (“Bajo el arado”) la que enfermó al mismo tiempo que Amy quedó inválida., muriendo en mayo de 1939.

Dios le había prometido, hace más de cincuenta años, que aunque no se casara, nunca estaría sola. Nunca lo estuvo, fue la madre de cientos de niñas y niños, y amiga para muchos. Se reencontró con sus “hijas” en el cielo el 18 de enero de 1951. Amy Wilson Carmichael fue enterrada en el Jardín de Dios, bajo un tamarindo en Dohnavur, su tumba no fue marcada con una lápida tal como ella lo había pedido, pero su familia colocó una fuente para pájaros con una palabra labrada: Amma.

domingo, octubre 30, 2011

Una VIDA hecha LIBRO - Parte II


2. PORTALES DE ESPLENDOR
–Elisabeth Elliot

Una historia increíble y conmovedora de coraje, fe y de consagración. La historia del martirio de cinco misioneros que dieron sus vidas para evangelizar a los Indios Aucas. Estos fueron los primeros en penetrar la tierra de los Aucas en el Ecuador con el Evangelio de Cristo, solo para ser muertos por estos. No obstante, ha habido fruto para el Señor.
En este libro la autora da un relato auténtico, veraz en cada detalle, basado en las observaciones de esta esposa de uno de los misioneros, y sobre las cartas, diarios, o informes de su esposo y de los otros cuatro hombres con quienes estuvo unido en esta “Operación Auca” para Cristo. Ha sido tal vez la misión más dramática y audaz de los tiempos modernos para alcanzar a un pueblo indígena con el Evangelio.
Este libro es la versión ampliada de todo aquello que Elisabeth Elliot narra en La Sombra del Todopoderoso de manera resumida. O sea, de todo aquello que sucede en la selva del Ecuador contado en los diarios y cartas de aquellos cuatro hombres que también perecieron junto a Jim Elliot. Además, de cómo llegaron a esos parajes y sucesos narrados en su propia perspectiva.
Jim Elliot (Portland, Oregon. 1927) estaba seguro que la guía del Señor apuntaba hacia el Ecuador por lo que oraba por un camarada con quien compartir la experiencia misionera, por un hombre soltero dispuesto a dedicarse por completo en la obra como él. Al principio pensó que podría ser Ed McCully pero cuando este se casó en junio de 1951 Jim continuó orando por alguien más. Así es como Dios le envía a Pete Fleming (Seattle, Washington. 1928), a quien Jim Elliot conocía desde antes. Pete era Licenciado en Literatura y andaba en busca de una dirección divina.
«Yo estaría muy contento si Dios te persuadiera a que fueras conmigo, pero si el Dueño de la Mies no te impulsa, espero que te quedes en casa. Para mí el Ecuador es un sendero de obediencia a la sencilla palabra de Cristo. Hay lugar para mí allí y estoy libre para ir. De eso estoy seguro. Él te guiará a ti también, y no permitirá que pases por alto las señales».
-Jim Elliot a Pete Fleming
Tras dieciocho días de navegar llegaron a Ecuador, en febrero de 1952. Su primer destino sería Quito en donde vivirían durante seis meses para aprender español. Se inscribieron en sus clases y alquilaron una habitación en casa de un médico local que tenía cinco hijos.
«”Señor Jaime”, le dijo el pequeño Moquetín, un rapazuelo de seis años con brillantes ojos, “¿Por qué está su cara tan colorada?” Jim le replicó, “¿Por qué está tu cara siempre bronceada?” “Porque es más linda así”, fue la inesperada respuesta.»
-Hijo del médico a Jim Elliot
La dedicación completa al Padre, y el amor a una tribu de salvajes que aún no conocía, también invadía el corazón de Pete:
«Estoy ansiando ahora alcanzar a los Aucas si Dios me da el honor de proclamar el Nombre entre ellos. […] Gustosamente daría mi vida por esa tribu con tal de ver una asamblea de esa gente orgullosa, hábil y despierta, juntándose alrededor de una mesa en honor al Hijo. ¡Gustosamente, gustosamente, gustosamente! ¿Qué más podría concederse a una vida?»
-Pete Fleming
Terminados los seis meses, partieron rumbo a Shandia, la estación misionera quichua que el Dr. Tidmarsh había abandonado a causa de la salud de su esposa. Ese era el lugar donde Pete y Jim iniciarían su misión. En diciembre de 1952 llegaría Ed McCully (Milwaukee. 1926) a Quito, Ecuador cumplido de esta manera el deseo que tuvieran Jim y Ed de algún día trabajar juntos. Arribó en compañía de su esposa Marilou y su hijito Steve.
«Ed amaba de todo corazón a la muchacha con la que se iba a casar: “Cuando alguien me habla, me cuesta un verdadero esfuerzo seguir la conversación. ¡Es una sensación de lo más curiosa! ¡Empiezo a creer todo lo que los poetas y autores de canciones tienen que decir del amor!”»
-Ed McCully
Shandia fue destruida por la inundación, lo que dejó en ruinas la pequeña estación misionera. Pete, Jim y Ed unieron esfuerzos para reconstruir sus casitas y una vez listas Ed trajo a su familia desde Quito. Ya estaban los tres juntos compartiendo su labor misionera.
Nate Saint (Philadelphia. 1923) y su esposa Marj llegaron a la selva ecuatoriana en Septiembre de 1948, su primer trabajo fue levantar una vivienda en Shell Mera que se transformó en casa-depósito-taller. Nate había llegado como piloto de la Missionary Aviation Felowship, fundada por dos ex pilotos navales cuya finalidad era transportar misioneros evangélicos, sus provisiones y sus enfermos.
«”Después de todo”, decían, “se supone que un misionero confía en el Señor”. “Quizá mi razonamiento sea pagano, como se me ha dicho”, Nate escribió a casa. “Creo en los milagros. Para Dios no son nada seguramente. Pero el asunto es hallar el plan que el Señor ha elegido para que nos amoldemos a él. Yo no estaría aquí si no estuviera confiando en el Señor. […] Me preocupa la seguridad, pero no permito que entorpezcan mi tarea para Dios. Cada vez que despego, estoy dispuesto a ofrendar a Dios la vida que le debo”.»
-Nate Saint
Roger Youderian (Montana. 1924), su esposa Bárbara y sus dos hijos Beth Elaine y Jerry vivían en Macuma, situada en territorio Jíbaro, los que son conocidos en el mundo entero por su costumbre de achicar las cabezas humanas. Llegaron a Ecuador en enero de 1953, aprendieron castellano en Shell Mera y se mudaron a Macuma, donde aprendieron el idioma jíbaro para luego enseñarles a leer y escribir a estos indios en su propio idioma. Incluso para oficiar de médico y salvarles la vida a tantos indios victimas de una “simple” gripe.
«Los indios corrieron hacia la chacra y vieron desaparecer el avión. Con eso decidí dar por terminado el asunto por el día, y junté a los indios para una reunión y un poco de enseñanza del Evangelio. Apenas habíamos empezado cuando los indios gritaron que el avión regresaba. Algunos dijeron, “¡No, lo estás oyendo con el corazón!” Pero pronto lo vimos. ¡Hombre, no te puedes imaginar lo que le hace a un individuo ver este pequeño artefacto amarillo llegar por sobre los árboles!»
-Roger Youderian
Pete Fleming, al ver a la familia McCully inmersos en la obra misionera, comenzó a pensar acerca de su futuro y en su novia Olive Ainslie, se habían comprometido a través del correo mientras él estaba en la selva. Pero Pete dudaba si habría algún conflicto entre su próximo matrimonio y su llamado a los Aucas.
«Me parece que Olive, si exigiera el caso, preferiría más bien que yo muriera después de haber vivido juntos, que postergar indefinidamente nuestro casamiento ante la posibilidad de que pudiese suceder algo fatal. Nuestra vida se ha hecho una, y no creo que Dios nos ha de separar en nuestro discernimiento de la voluntad divina».
-Pete Fleming
De esta manera Pete Fleming partió en junio de 1954 a los Estados Unidos. A su regresó, él y su esposa, pasaron un año en Quito mientras ella aprendía el castellano y él traducía las Escrituras al Quichua, compartía la palabra y refrescaba su español. Concluido este tiempo, ambos se mudaron a Puyupungu, a la casa donde habían vivido los Elliot. Paralelo a esto los McCully se mudaron a Arajuno, tan cerca de los aucas como fue posible, casa que se convirtió en la base de la operación.
En setiembre de 1955 empezó oficialmente la Operación Auca, durante ese mes Dios empezó a «entretejer cinco hebras separadas para hacer de ellas una sola resplandeciente tela para su propia gloria». Cinco hombres de distintas partes de Estados Unidos habían llegado a la selva ecuatoriana bajo una misma fe. Cristo les dijo “Id” y su respuesta fue “Envíame a mí”. La operación inició con un reconocimiento y un trabajo de sobrevuelos que irían acostumbrando a estos indios a su presencia y demostrándoles, mediante los regalos que les dejaban caer desde la avioneta, que eran sus amigos y que venían con buenas intenciones. El trabajo fue lento, una vez a la semana los visitaban desde el cielo e incluso les gritaban frases amigables. Mientras hacían esto también sobrevolaban la rivera del río Curaray con el fin de hallar una posible pista de aterrizaje, así encontraron un sector al que llamaron “Palm Beach”.
Pasados los meses, una vez hecho el contacto y seguros de que la hora de un encuentro personal con ellos había llegado, invitaron a los salvajes hasta Palm Beach. Era un viernes, 6 de enero de 1956. Llegaron tres de ellos, dos mujeres y un hombre, con quienes compartieron algunos regalos, les enseñaron el uso del repelente, al hombre lo pasearon en la avioneta y a este mismo le regalaron una miniatura de la avioneta amarilla. Estuvieron con ellos hasta que cayó la noche. Dos días después, Nate avistó desde los cielos a un grupo de aucas que se dirigían a donde ellos estaban. Gozosos, esperaban a esos indios ingratos a quienes sin conocer ya amaban. Estos mismos fueron quienes les dieron muerte, esa misma tarde. Un grupo conformado por indios, otros misioneros, fuerzas armadas ecuatorianas y de salvamento de Estados Unidos salieron en su búsqueda. Toda esperanza de encontrarlos con vida era mínima. Hallaron los cinco cuerpos a orillas de Palm Beach y en el río, y los enterraron en una misma fosa en la misma playa que había sido testigo mudo de la espera de estos cinco valientes hijos de Dios.
«En ti descansaremos, nuestro escudo y Defensor,
Tuya es la batalla, y tuyo es el honor.
Y cuando traspasemos los portales de esplendor
Victoriosos viviremos cerca de ti, Señor.»
-Himno “Descansamos en Ti”



sábado, octubre 29, 2011

Una VIDA hecha LIBRO


Leer culturiza, enseña, amplía la mente, permite soñar, alimenta el alma, y también escarapela el corazón… Y cuando leo de la vida de estos seres humanos, comunes y corrientes a simple vista, no puedo dejar de preguntarme ¿qué soy yo al lado de ellos? o ¿Para qué estoy yo aquí y no al lado de ellos?
No, ellos no fueron ni comunes ni corrientes. Tuvieron un amor inmenso rebosando de su corazón y una obediencia infinita ante el susurro de su Dios. Dijeron “Heme aquí, yo iré”. Sirvieron a su creador en tierras tan lejanas, con valentía y amor, y lo siguieron hasta el más allá, a la eternidad, donde ahora moran junto a Él.
No tengo mucho que ofrecer. No tengo mucho que dar. Pero lo que tengo lo ofrezco a ti. Si tú lo quieres usar. Te doy mis manos para trabajar. Mi voz para cantar. Te doy mis ojos para poder ver. Cada necesidad.
[NOTA: Todo aquello escrito en letras con color negro son: la sinopsis escrita en la contraportada de los libros y los pequeños extractos que mi razón y corazón creyeron oportunos para citar o ilustrar aquello que yo leí y aquí sintetizo]


PARTE I

1. LA SOMBRA DEL TODOPODEROSO. La vida y testamento de Jim Elliot
–Elisabeth Elliot
El asesinato de Jim Elliot y cuatro compañeros misioneros por los indios aucas, en 1956, horrorizó a la nación y motivó a miles a una vida de servicio. La historia que cuenta qué llevó a Elliot a las selvas de Ecuador, relatada por su esposa Elisabeth, se ha convertido en un clásico cristiano moderno. Al extraer las riquezas de su esposo y revelar sus diarios personales, ella expone las raíces que llevaron a Jim a comprometer su mismo ser al servicio de Dios, sabiendo que podría ser llamado a una muerte inesperada en la plenitud de su vida. La sombra del Todopoderoso es un retrato de un hombre de fe poco común y excepcional.
«No es tonto aquel que da lo que no puede conservar para ganar lo que no puede perder»
Jim Elliot.
Jim Elliot nació en Portland, Oregon en 1927. Asistió al Colegio universitario Wheaton, en Illinois donde se graduó con los más altos honores en 1949. Toda una vida de logros esperaban al joven Elliot y de éxitos, creando altas expectativas en la gente que lo rodeaba, pero él solo esperaba en Dios.
«Estuve muy inquieto este mediodía por algo que la gente está diciendo sobre mí a causa de que no tengo empleo. Confío en que he tenido más ejercicio que todos ellos en este asunto. Algunos piensan que debería ir a trabajar por un año. Dios sabe que estoy dispuesto. Sentí que esta carga me vino como una crítica hiriente y tuve fuertes deseos de desquitarme justificándome delante de ellos, hablándoles de las tres solicitudes de empleo que he hecho en los últimos tiempos […] Pero la Palabra del Seños Jesús vino a mí: “Ustedes se hacen los buenos delante de la gente”. Como no quiero ser uno de estos, me arrodillé a orar y leer el Salmo del día. Fue el Salmo 17, versículo 2, el que me produjo una fuerte impresión: “Se tú mi defensor, porque tus ojos ven lo que es justo… ¡Con tu mano, Señor, sálvame de estos mortales (v.14, al margen) que no tienen más herencia que esta vida!… Sus hijos han tenido abundancia… Pero yo en justicia contemplaré tu rostro; me bastará con verte cuando despierte”. Por lo tanto, Señor, estoy en tus manos, y ahora digo en fe que tú me has guiado, examinado, ejercitado y probado. Si ahora falta algo que debería estar haciendo y no hago, no lo escondas de este siervo tuyo que anhela seguirte»
- Jim Elliot, 1 de diciembre 1949
Él sabía que su Padre Celestial tenía un plan perfecto para su vida. Un plan que lo convierta en misionero sin temor a una vida de carencias materiales y mucho menos a la vida interrumpida: la muerte.
«Padre, toma mi vida, sí, y mi sangre, si esa es tu voluntad, y consúmela con tu fuego abrasador. No la puedo guardar, porque no tengo derecho a guardarla. Tómala, Señor, completa. Derrama mi vida como una oblación para el mundo. La sangre solo tiene valor cuando se derrama ante tu altar».
- Jim Elliot, 1948
«No es de extrañarse que Dios se lleve en la juventud a quienes yo hubiera dejado en la tierra hasta que fueran viejos. Dios está poblando la eternidad, y no debo restringirlo a los hombres y mujeres ancianos».
- Jim Elliot, 4 de enero de 1950
Elliot tenía muy en claro a dónde debería ir, la selva ecuatoriana poblaba sus sueños, esperanzas y oraciones.
«Oh, qué privilegio ser ministro de las cosas del “Dios feliz”. Solo espero que él me permita predicarles a aquellos que nunca han escuchado el nombre de Jesús. ¿Qué otra cosa tiene valor en esta vida? No he oído hablar de nada mejor. Señor, “¡envíame a mí!”».
- Jim Elliot, 6 de agosto de 1948
«Padre, si es tu voluntad, déjame ir a América del Sur para trabajar contigo y morir. Te pido que en tu voluntad me dejes ir pronto. Mas no sea mi voluntad, sino la tuya».
- Jim Elliot, 1948
Sus oraciones fueron respondidas, el 4 de febrero de 1952 emprendió el camino hacia Ecuador, pero ¿por qué no se quedó en la comodidad de su país desarrollado? ¿Por qué eligió entregar su vida para un pueblo de indios incivilizados, en una tierra plagada de molestias, con mosquitos y serpientes por doquier e indios asesinos merodeando las selvas?
«Se preguntarán por qué la gente elige campos misioneros fuera de los Estados Unidos, cuando nuestra propia gente joven se encuentra a la deriva porque nadie quiere tomarse el tiempo necesario para escuchar sus problemas. Les diré por qué yo me fui. Porque los jóvenes de Estados Unidos tienen cuanta oportunidad hay de estudiar, escuchar y entender la Palabra de Dios en su propio idioma, y estos indios no tienen ninguna. He tenido que fabricar una cruz con dos troncos y acostarme sobre ella, para demostrarles a los indios lo que significa crucificar a un hombre. Cuando hay tanta ignorancia por aquí, no me queda interrogante alguno en la mente sobre la razón por la que Dios me trajo aquí. Esos jóvenes de los Estados Unidos, con todos sus gimoteos, se levantarán en el Día del Juicio condenados a un destino peor que estos indios que les tienen terror a los demonios, porque teniendo una Biblia, se aburrieron de ella, mientras que aquí nunca se ha oído hablar ni siquiera de lo que es escribir».
- Jim Elliot, 6 de noviembre de 1955
Entre esos indios que no tenían ninguna oportunidad de escuchar o entender la Palabra de Dios estaban los Aucas, comunidad de indios incivilizados y asesinos por naturaleza que andaban desnudos por sus tierras lanzas en mano matando a otros indios por un machete y desconfiando de los hombres blancos. A ellos querían llegar estos cinco hombres de valor. [Además de Jim Elliot, estaban Pete Fleming (amigo suyo con quien partió a Ecuador en 1952), Ed McCully (profesor y amigo de sus tiempos en la universidad quien también recibió la selva ecuatoriana como respuesta a sus deseos de ser misionero), Nate Saint (Piloto misionero en Shell Mera) y Roger Youderian (misionero en la tribu de los Jíbaros)]
«No me atrevo a quedarme en casa mientras los quechuas perecen. ¿Qué más da si la bien alimentada iglesia de mi tierra natal necesita una sacudida? Ellos tienen las Escrituras, a Moisés y a los profetas, y mucho más. Su condenación está escrita en los libros de contabilidad de sus bancos y en el polvo de las tapas de sus Biblias».
- Jim Elliot, 8 de agosto de 1950
«Me ofrezco a trabajar por los aucas con mayor decisión que nunca, pidiendo valor espiritual, y una dirección clara y milagrosa…».
- Jim Elliot, mayo de 1952
«Dame una fe que me haga estremecer tanto, que pueda cantar. ¡Sobre los aucas, Padre, quiero cantar!».
- Jim Elliot, julio de 1952
Jim Elliot se casó (octubre 1953) en Ecuador con Elisabeth Howard, misionera enviada a otro sector de la selva ecuatoriana, a la que conocía y amaba desde sus tiempos de universitario (octubre de 1947). Amor que estaba dispuesto a sacrificar si Dios lo quería soltero entre los indios ecuatorianos. Fueron muchos los años en que llevaron una relación platónica, intercambiando cartas y pidiendo a Dios que muestre su propósito con aquellos sentimientos. La respuesta de que Elisabeth era la mujer elegida por Dios para compartir su ministerio entre los indios quechuas llegó en medio de esas selvas al compás de esa nueva vida e idioma. Luego de una larga espera y una fe absoluta en que Dios siempre hace lo CORRECTO.
«Él conoce nuestro amor, y se siente conmovido por una interna compasión; y siento que nos mantiene lejos el uno del otro para acercarnos a su presencia. Que podamos orar individualmente, diciendo: “Atráeme…” y que después nos permita decir juntos: “En pos de ti correremos”».
- Jim Elliot, septiembre de 1948
«Dios me ha hecho sentir más que nunca el anhelo de irme soltero a la obra. Aceptaría el no volverla a ver nunca más, y esto lo digo con alabanza a su sobreabundante gracia. Nuestra comunión ha sido saludable y completamente beneficiosa. Pero con respecto a casarme, ¡me horroriza la sugerencia! No tengo un indicio claro de cuál será mi trabajo, así que no puedo pensar en una esposa todavía…».
- Jim Elliot, octubre de 1948
«Qué días tan raros y tan felices ¿No nos los diste tú, Dios mío? ¿Y no es tu voluntad negarle su cumplimiento a ese amor que hemos conocido? Que se haga tu voluntad. Pero qué imposible parece esperar; sin embargo, para Dios nada es imposible [...] ¡cuán amargo es el amor no expresado!»
- Jim Elliot, septiembre de 1949
«No siento que sea justo, ni para la muchacha ni para la obra del Señor, que me vaya a atar ahora con todo lo que esa relación involucra. Admito que no es fácil escuchar que suenan las campanas de bodas, y quedarme sentado inmóvil, pero aunque tener esposa sería algo legítimo (en incluso deseable en algunos momentos), para mí no es conveniente ahora».
- Jim Elliot, 28 de abril de 1951
«Betty debería llegar al Ecuador en una semana, con el favor de Dios. Es raro que pronto podamos estar juntos; ¡maravillosamente raro! Esto dará lugar a habladurías, sobre todo en los Estados Unidos, pero no me preocupo mucho por eso aquí. Que hablen, que Dios nos defenderá. La fe hace que la vida sea tan pacífica; nos da tanta seguridad en nuestros movimientos, que las palabras de los hombres son como el viento».
- Jim Elliot, 6 de abril de 1952
«Sencillamente he reconocido el amor que hay en mí, se lo he declarado a ella y a Dios, y tan francamente como he podido, le he dicho a él que quiero hacer su voluntad en esto. No ha habido una confirmación para el compromiso hasta ahora, pero los síntomas de un hermoso noviazgo prevalecen: tal vez, no sea un noviazgo clásico o “normal”, pero a pesar de esto, es bueno, y tenernos la profunda sensación de que Dios es quien lo tiene bajo su control».
- Jim Elliot, 7 de mayo de 1952
«Pero todo el tiempo estoy loco por ella; quiero estar con ella noche y día. Con esta hambrienta obsesión del cuerpo y la soledad de la mente, a veces me encuentro fingiendo que estudio los libros sin tener la mente puesta en ellos, porque la vida sin ella me parece inútil».
- Jim Elliot, 12 de agosto de 1952
“Siento fuertemente lo correcta que es la forma en que Dios nos ha estado guiando a ti y a mí, Bett. En este momento, yo no podría estar haciendo lo que estoy haciendo y necesito hacer (cosas como dejar que los indios invadan el cuarto en cualquier momento que estamos aquí) si fuera un hombre con familia. De esta manera, siento que estamos haciendo contactos y amigos en un nivel que es más ventajoso para el futuro de la obra aquí, jugando y compartiendo con los indios de una manera que no sería posible si estuviera casado».
- Jim Elliot, 2 de diciembre de 1952
«Le di el anillo de compromiso a Betty la otra noche frente a una chimenea. Hace ya meses que para mí quedó como algo seguro que debíamos comprometernos, y solo necesitaba la oportunidad de que estuviéramos juntos y ella me dijera que sí. Y ella me dijo que sí».
- Jim Elliot, 1 de febrero de 1953
«Atanasio, un indio con quince hijos que les había rogado que fueran a vivir entre ellos para poner una escuela. Esta petición, la primera de su clase que los hombres habían tenido de parte de los indios, no era como para ser rechazada. […] Entonces, ¿quién podría entrar a Puyupungu? La respuesta les pareció obvia para todos los tres hombres. “Así que”, me dijo Jim mientras me hablaba de esto, “¿Cuándo es lo más pronto que te vas a casar conmigo?”»
- Elisabeth Elliot, 1953
«La vida matrimonial es una vida abundante, como siempre he sabido que es la vida, pero más abundante aun es su complejidad. No hemos conocido nada más que armonía. El “ajuste matrimonial” es algo que, si existe, yo estoy atravesando sin esfuerzo y hasta de manera inconsciente. Así es el amor que nosotros conocemos».
- Jim Elliot, 1 de diciembre de 1953
«El 27 de febrero (de 1955) nació nuestra hija. Aún no había hecho su aparición, cuando Jim proclamó sencillamente: “Su nombre es Valerie” […] En una ocasión, Jim sostenía a Valerie mirándola al rostro, y Nate, con sus ojos brillando de comprensión (su propio hijo tenía solo dos meses), le dijo: “¿Verdad que son maravillosos?” Jim no tuvo necesidad de responder. Era evidente que su hija le había cautivado el corazón. Nunca aceptó regla alguna de hospital sobre asepsia o sobre horas de visita».
- Elisabeth Elliot, 1955
La vida de Jim Elliot era completa. Las vicisitudes que le sucedieron en la selva nunca menguaron su deseo de alcanzar a los aucas. Las enfermedades tropicales (tales como malaria o ictericia) ni la poca disposición de algunos indios por dejar sus viejos y mundanos hábitos le restaron ánimos para continuar. Como lo escribiera en su diario años atrás, el estuvo, y continuaba, siempre listo para Jesús:
«Solo sé que mi propia vida está llena. Es hora de morir, porque he tenido todo lo que un hombre joven puede tener; al menos, todo lo que este hombre joven puede tener. Estoy listo para encontrarme con Jesús».
- Jim Elliot, diciembre de 1951
Su misión fue cumplida, los cinco hombres hicieron contacto con una comunidad auca, deslizando regalos desde su pequeña avioneta amarilla. Su gozo fue mayor cuando la respuesta de estos indios se vio positiva, ellos recibían los regalos y les amarraban otros de vuelta, les sonreían y hasta acudieron tres de ellos a la cita que los misioneros acordaron a orillas del río Curaray. Todo parecía marchar como habían deseado. Los cinco hombres blancos de América del Norte le dieron la mano a tres desnudos indios. Pero Dios tenía otro propósito más grande que el aparente. Él sabía del corazón dispuesto de aquellos hombres de fe razón por la cual los llamó a su presencia una tarde de 1956. Era un 8 de enero cuando estos mismos hombres, por quienes Jim Elliot había orado durante seis años y a quienes había amado, asesinaron a Jim, Nate, Pete, Roger y Ed.

«Cuando un hombre muere, cae como un árbol.
Dondequiera que caiga, allí quedará.
Si no es creyente, al lago de fuego irá a parar.
Pero en cambio, el creyente,
Si la muerte lo sorprende,
No caerá, sino que se levantará
En ese mismo instante, en la casa de Jehová»
- Himno en quechua, escrito por Jim Elliot



viernes, agosto 12, 2011

Bajo un cielo de mármol


En un remate de libros de un conocido supermercado (donde pagas menos y vives mejor, dicen) encontré una joya. Trataba sobre otra joya. Una India. La que en algún momento de mi vida espero poder conocer, tocar, admirar. Una ficción sazonada con guerra, intriga, traición, historia y amor.

La princesa Jahanara rememora la extraordinaria historia de amor de sus padres, la hermosa Mumtaz Mahal y el emperador Shah Jahan quien, tras la muerte de su esposa, para honrar su memoria, ordena la construcción del más hermoso mausoleo: el Taj Mahal. Jahanara no tendrá más remedio que tomar las riendas del gobierno para acabar con las intrigas que se despiertan en el reino ante la debilidad de su padre, quien, consumido por el dolor, no es capaz de atender a los asuntos de estado.

Y del libro, que recomiendo muchísimo, me quedo con lo que aquí comparto. A leer señores, a leer, porque leyendo nos teletransportamos a otro mundo, otra historia, otros sueños. Podemos cumplir lo que muchos anhelan: viajar en el tiempo y regresar para contarlo.

"—Te casaste bien —repuso mi madre con picardía—. Si no me hubieras encontrado, hoy día estarías mucho más viejo. Y yo todavía estaría vendiendo cuentas de cristal a los nobles, a esos hombres lujuriosos que solo pretenden contentar a sus queridas, a esos varones que piensan con el órgano equivocado.

Padre se echó a reír, y ese ruido sordo me confortó.

—Esos idiotas bromean creyendo que les envidio, que suspiro por las mujeres que ellos acumulan —comentó, tomando un sorbo de vino—. ¿Tú crees que ni siquiera sospechan que dejaría mi Imperio por ti, ni que sin ti a mi lado, yo sería como un halcón sin alas?

(pg. 36)"



"Mi padre, más propenso a emocionarse que ningún otro hombre que conociera, me dijo:

—Preferiría perder mi imperio antes que a ti, Jahanara. ¿Cómo podría vivir el cielo sin sus estrellas?

(Pg. 51)"


"Una taza de té se enfría en mis manos. Llega un hostigo de viento desde lejos y ondula las tranquilas aguas del río. Aunque soy una mujer endurecida y tengo una lengua mordaz, a veces me vuelvo sentimental y propensa a las efusiones emotivas. Y las brisas, especialmente aquellas que provienen del Taj Mahal, hacen brotar mis lágrimas. Porque las brisas me recuerdan a los besos.

(pg. 97)"


"—¿Y vos creéis que yo soy como esa… golondrina?

—Creo, mi señora, que vos sois mucha más mujer que la que in hombre cualquiera podría controlar.

(pg. 107)"


"—Te quiero —le dije de todo corazón—. Te debo tanto que nunca será capaz de pagártelo de ninguna manera.

—¿Es que acaso un lirio puede aspirar siquiera a pagar al sol por haberle dado la vida? —Inquirió, siguiendo con el dedo el contorno de la flor en la pared—. No, la simple belleza del lirio basta para retribuirle mil veces, porque cada día el sol puede ver la maravilla que ha creado.

(pg. 185)"


"—Pero le gustan las cosas bellas, Nizam. Piensa en el Taj Mahal; piensa en lo que crea. Un hombre así…, dime, ¿por qué habría de interesarse por cosas viejas, si puede tener algo nuevo?

—Vos no sois un objeto —replicó él—. Y tal vez esa sea la diferencia entre nosotros y otros hombres. Pues la mayoría tiene a las mujeres por cosas, mientras que para nosotros sois… —Hizo una pausa, azorado—. No soy hombre de muchas palabras, mi señora; tampoco soy poeta. Pero me parece que para nosotros sois… como elefantes blancos. Os buscamos durante toda la vida; cuando al fin os hallamos no os desecharemos jamás.

(pg. 307)"


"—Quédate —murmuré—. Quédate, por favor.

—Ya me encontrarás —susurró—. Siempre me has… encontrado.


—¿Me llevarás contigo? —pregunté, mientras le besaba las lágrimas y me bebía su sabor—. Por favor, te lo ruego, llévame contigo.

Al sentir que se le escapaba la vida lo abracé con fuerza, como si mis manos pudieran impedirle partir.

—Estás… conmigo. Como siempre.

(pg. 381)"


"—Te encontraré —dije—. Te encontraré cubierto de fragmentos de piedra y te ayudaré a construir en el Paraíso.

—¿Lo prometes?

—Sí. Y volveremos a vivir como uno solo.

Fijó la mirada en mí.

—Te amo, golondrina.

Y entonces me dejó.

(pg. 382)"


"Como bien sabes, Shah Jahan, vida y juventud, riqueza y gloria, todo va a la deriva en la corriente del tiempo. Sin embargo, tú has luchado para que el dolor de tu corazón no muera. Deja que el esplendor del diamante, la perla y el rubí se desvanezca. Bastaría con que dejaras caer esa lágrima, tu Taj Mahal, y que brillara, prístina, en la mejilla del tiempo, por siempre y para siempre.

Rabindranath Tagore."



lunes, junio 20, 2011

Sin playback, por favor



Cuando te sonreí, te abracé y me confesé, tú: “Por favor, señora no se me ofenda, no desprecio su amor, comprenda. Es usted muy bella es usted perfecta pero entienda que yo, busco otra senda”. Quiero gozar a Luis Miguel en vivo.

Cuando el tiempo pasa y todo cura, tú: “Ahora estás tan cerca y me vuelve el pasado. La revancha de un amor nunca empezado”. Quiero delirar con Erreway, digan lo que digan.

Cuando tu mente cambia, eres tú quien trata: “Do you hear me? I’m talking to you, across the water, across the deep blue ocean. Under the open sky, oh my… baby I’m trying”. Quiero conocer a Jason Mraz en vivo.

Y cuando mi inclinación de roba cunas aflora: “Because you live and breath. Because you make me believe in myself, when nobody else can help”. Quiero (sueño) con tener a Jesse McCartney en mi país.

Cuando un amor lastima, se va y nada deja: “Pienso cada noche en tus caricias, me despierto y vivo solo en soledad, perdido en esta oscuridad. Hundido en el recuerdo de tu piel”. Quiero sentir a Kiko (si es con Shara, mejor) cantándome al oído aunque lo haga desde un escenario.

Cuando mi yo interno quiere volver a ser niño: “Eso que dicen tus ojos, que yo solo puedo ver. Como un ángel en el cielo, quiero creer, quiero creer”. Quiero ser niña, vestirme de colores, y unir mis gritos a esas adolescentes que deliran por Teen Angels.

Cuando siento que mis caderas no mienten: “Nunca usé un antifaz, voy de paso por este mundo fugaz, no pretendo parar, dime quién camina cuando se puede volar”. Quiero bailar o llorar con Shakira in live.

Y cuando a mi infancia reprimida le da por ponerse peluca: “I can almost see it, the dream I’m dreaming. But there’s a voice inside my head saying: you’ll never reacht it”. Quiero cantar junto a Miley Cyrus.

Cuando me enamoro, mi romanticismo brota: “Alguien te quiere, alguien te espera, alguien te sueña, y tú no sabes que soy yo. Alguien te piensa, constantemente, alguien te busca y por fin te encontró. Alguien te amó”. Quiero comerme a Enrique Iglesias con los ojos, en concierto, claro.

Cuando ese lado loco quiere un solo: “Hay alguien que ha cambiado en ti la forma en que te ves. Hay alguien nuevo que se apareció y que tu corazón robó”. Quiero un par de horas con Miranda.

Cuiando mis oídos anhelan un tenor que los encante: “Cuando me enamoro doy toda mi vida a quien se enamora de mi”. Quiero oír en concierto a Andrea Bocelli.

Y cuando puedo elegir a un grupo de tenores, todos guapos ellos, quienes piensan que: “La vida sin amor es un fuego sin pasión. La vida sin amor no sirve ya a mi corazón, pues olvidé amar”. Quiero ver a Il Divo en vivo.

Cuando mi alma quiere alabar al dueño de mi todo: “Aunque yo esté en el valle de la muerte y dolor, tu amor me quita todo temor, y si llego a estar en el centro de la tempestad no dudaré porque estás aquí”. Quiero rockear junto a Rojo.

Cuando mi adolescencia pide un flashback: “You are my fire, the one desire, believe when I say I want it that way”. Quiero sudar saltando y gritando por Backstreet Boys.

Cuando el romanticismo italiano de mis antepasados fluye por mis venas, yo: “Volveré junto a ti a pesar de mi orgullo. Volveré porque sé que no puedo elegir”. Quiero compartir una cosa nostra con Laura Pausini.

Y cuando mi corazón cumbiambero late, repitiendo: “Ocupas mi mente un noventa por ciento, tu nombre pronuncio, muero por tus besos”. Quiero tonear con Grupo 5. O cuando: “Necesito un amor, necesito un amor que me ayude a olvidarte, que me dé su calor, que me quite tu olor, que me ayude a arrancarte”. Quiero practicar pasitos de cumbia al son de Hermanos Yaipén.

Cuando hay momentos en los que no soy niña ni una mujer y: “I don’t know how t olive without your love. I was bron to make you happy. Cause you’re the only one”. Quiero ir a ver a una verdadera y reformada Britney Spears.

Cuando lo veo, lo escucho y lo sueño: “Hace tres años te deseo, hace tres años te respeto, hace tres años peor ahora no es igual. Hace tres años que te admiro…” Quiero soñar despierta viendo y oyendo a Ricky Martin (para mí solita, siempre hetero)

Nota de la Autora:

El querer ir a ver a estos señores, señoritas, grupos o solistas no quiere decir que solo los escuche a ellos. Sino que son estos ya mencionados con quienes tengo una cuenta pendiente, con algunos desde que soy una preadolescente, de verlos en vivo y en directo, en carne y hueso, arriba de un escenario y sin playback, por supuesto.

Otra historia es mi lista completa de música, la que va desde el romántico Chayanne hasta algo más hard como Rata blanca, pasando por Fito Páez, Ricardo Montaner, The Cure, Evanescence, Hoja de Parra o Floricienta. Todos ellos mezclados como papas y camotes. Tengo más de cinco mil canciones, no me alcanzaría ni la vida ni el dinero para ir a verlos cantar a todos. Aunque algunos es mucho mejor solo escucharlos, como al respetado Marc Anthony, por ejemplo.