miércoles, julio 23, 2008

DIÁS RIPLEY

DÍAS R, DE RIPLEY... AUNQUE USTED NO LO CREA


Todos los meses llega un día en el cual prefiero quedarme en cama hasta que mi estómago pida a gritos, mejor dicho a gruñidos, algo por comer, preferible un chocolate o cualquier dulce.

Ese día siento fuertes dolores de cintura, de cabeza, de cadera, de espalda, de vientre bajo y hasta dolor de uñas. Dolores que traen consigo un leve ardor en los ojos y un pequeño lagrimeo, pero no se preocupen, para lo que suelo llorar, este sí que es pequeño.

Como si los planetas se hubieran alineado especialmente para eso, una no puede estar tranquila en su cama ¿o debo decir: retorciéndose de dolor en su cama? Sino que tiene que hacer de niñera, prepararse su propia comida porque justo ese día mamá, papá y hasta abuelita salieron a pasear las calles, terminar un trabajo de investigación para el cual tuviste más de un mes y se te ocurrió atrasarlo, atrasarlo y… atrasarlo, alimentar a las mascotas, las que no son pocas: una tortuga, trece canarios, dos perras y cuatro hamsters y por si fuera poco todo lo anterior, tienes que vestirte de manera decente para ir a la universidad, lo que conlleva a ponerte un pantalón que -de seguro- difícilmente te cerrará. Y todo, todito, preferible de color negro u oscuro y lo más ancho posible. ¡Qué horror!

Durante esos pocos días del mes -pocos pero interminables- las noches se convierten en día y el día sigue siendo día, es decir, NO DUERMES, no porque te entretengas leyendo una novela de misterio o viendo una maratón de películas románticas. ¡NO! sino porque los dolores no te dejan cerrar los ojos y si los cierras será como muestra de sufrimiento, tienes que mantener una misma posición durante tanto tiempo que todo el cuerpo se adormecerá y terminarás pidiéndole a papá Dios –y a quien quiera que sea el tuyo- que te quite aquel dolor, que lo cambie por un dolor de muela, por uno de garganta, por uno de uñero, por uno de cabeza o por los cuatro juntos. A cambio, prometes, serle fiel por el resto de tu vida e ir a la iglesia tres veces a la semana. Y cuando por fin Él escucha –y ve- tu sufrimiento, la calma llega a ti, te adormilas, empiezas a ser recibida por Morfeo en una tranquila calma y ¡zas! el despertador de tu hermana, con la que compartes la pieza, suena estridentemente a medio metro tuyo. Y todo comienza de nuevo, un círculo tortuoso que deseas con toda el alma romper.


Días antes de la semana marcada en el calendario como los “Días R” -no, no son referentes a los “Días R Ripley”, las mujeres no marcamos en nuestra agenda los días de descuentos o ¿si?, al menos yo no- días d la ‘R’egla (para que lo entiendan). Antes de esa semana odiosa, nos atiborramos de pastillas, cada día una diferente, cada ocho, seis y hasta cuatro horas. Pastillas que irán a parar a nuestro estómago sin siquiera pretender cumplir su misión. Hasta las pastillas de Vitamina C hacen su trabajo, estas que se jactan de hacernos la vida más simple, de desinflamarnos y ayudarnos a transcurrir los días como si nada pasara. Estas mismas son una estafa. Una verdadera patraña.

Durante el transcurso de esta oscura semana se te olvida que tienes familia, amigos y pareja, y si los recuerdas, no los quieres ver. La mínima broma de tu hermano menor te altera, el mínimo favor que te pide tu amiga de la infancia te sulfura y el mínimo reclamo que te hace tu pareja te vuelve Hulk en su mejor versión femenina. Durante estos días, si ves al novio te comportas lo más caprichosa posible y si no lo ves, mejor, te alteraría hacerlo. Aunque después le reclamas su ausencia como si fuera el ser más desconsiderado del universo. Sí, con esto acepto que una misma se contradice ¡¿y qué?! ¿Acaso ustedes, los hombres, no lo hacen? El que diga que no, miente. Todos los seres humanos nos contradecimos alguna vez en la vida, en nuestro género es en plural: algunas veces. Repito: ¿y qué?

Ni qué decir de los consejos de la abuela, de la mamá, de la madrina y hasta de la hermana, cuanta mujer se cruza por tu camino te dirá lo mismo “No tomes bebidas heladas”, “Ni se te ocurra comer helado”, “Es malo que comas naranja o limón, ningún cítrico es bueno, ¡Ah! Y aléjate del ají”, “Para que desinflames los ovarios toma mate de orégano y apio, ahorita te subo uno” y “Ponte la bolsa de agua caliente sobre el vientre”. A los tres primeros los considero un mito, el cuarto me da náuseas y me suelta el estómago, de lejos me alivia. Y el último, pues ese es el único que considero verdadero, aunque me achicharre la panza soportando calenturas que podrían pelar un plumífero.

Lo más espeluznante de esa semana son los posibles “desbordes”. Para que esta pesadilla no se haga realidad se evitan los movimientos bruscos, el echarse en alguna banca de la universidad, el sentarse en cuclillas y ni qué decir en posición de yoga. Nos martirizamos –y de paso martirizamos a los amigos y amigas o a la persona de confianza que esté más cerca- preguntando cada tres minutos “¿puedes ver si me manché?”. ¡Puag!

Nunca me ha llegado la “delgada línea roja” sin dolores previos -gracias al Altísimo- estas molestias previas me han servido para ser precavida y así surtirme de buena cantidad de TH (Toallas Higiénicas) tanto en el baño y en la cartera como en mi cuerpo, pero sé de casos de pobres inocentes que han pasado más de un aprieto, he oído las historias más increíbles de boca de muchas y hasta he ayudado a pocas. Dicen que en el dolor, hermanas. ¡Vaya que lo sé!

Y como si todo lo que pasamos durante estos días fuera poco, hay ocasiones que esta maldición llega como una avalancha, con todo lo peor de golpe; aparte del típico retorcijón en el bajo vientre, nos da náuseas, dolor de cabeza, mareos, arcadas, vinagrera, escalofríos, la presión baja y algunas hasta se desmayan. Nuestros familiares quieren correr con nosotras a emergencias para que nos revivan o reanimen, pero nosotras sabemos que hagan lo que hagan los eruditos de bata blanca ¡NUNCA PODRÁN DETENER EL DOLOR!




Hace poco esta semana de “descuentos” -por no decir de aumentos de dolor, de malestar y de mal humor- casi me convierte en asesina, ¡por partida doble! Primero, mi hermano menor se sienta a mi lado en la cama y dice: “me duele la panza, ¿qué es peor, mi dolor de panza o tu dolor de panza?” Luego de explicarle lo que siento –descrito líneas arriba- y con un gesto de ironía preguntarle: “¿qué crees tú?”. Él, con cara de dolor, responde: “creo que tu dolor de panza es peor, no quisiera ser mujer” Y aunque deban pensar que soy una exagerada y que debí besarlo y abrazarlo por considerarlo así, quise agarrarlo del pescuezo y decirle: “Sí tarado, ¡es peor! Suerte tienes de haber nacido hombre, todos ustedes deberían sufrir esto aunque sea un día, es injusto que nosotras a parte de cargar una panza durante nueve meses, dar a luz y criar hijos por el resto de nuestras vidas tengamos que desgarrarnos de dolor y no recibir nada por ello” Pero no dije nada. Bueno sí dije algo: “tráeme un chocolate y mi bolsa eléctrica”, una hermosura que se conecta al interruptor, cuenta con diferentes velocidades y puede calentar hasta a un esquimal.

Un par de días después, llegó la segunda víctima. Mientras mi malestar físico estaba adormecido, mi adicción por leer mi bandeja de entrada me estimuló a sentarme frente al escritorio, un mail decía: “conéctate” le hice caso para luego arrepentirme, al cabo de cinco minutos se inició una lucha de intercambio de ideas, tras una descarga mía, un “de seguro estás con tu SPM” salió de él. Deseé tenerlo cerca y degollarlo lentamente, en vez de eso dije: “No tarado, eso es antes ¡Yo estoy con el SM! ¿Por qué cuando las mujeres estamos a la defensiva, agudas o sulfuradas los hombres atribuyen nuestro comportamiento al Síndrome Premenstrual? Para tu información el mío es Síndrome Menstrual, es antes, durante y después y, a menos que me traigas tres docenas de mi chocolate preferido, no quiero ni verte, hablarte u oírte. ¿Así pretendes que salga contigo? Ni a la esquina con un presuntuoso como tú, ¿por qué no vas en busca de una menopáusica? o peor aún ¿por qué eres hombre? ¡Rayos, quién como tú! ¡Sí, te envidio! ¡Te envidio el cuerpo, te envidio el organismo y hasta la conchudez! ¿Y? Adiós”

De este modo hombres, queda ejemplificada la razón de nuestro mal humor, de nuestra sensibilidad, de nuestras respuestas ásperas. Tomen nota, vayan aprendiendo, cuando nos quieran decir “seguro estás en tus días” o si son más audaces y quieren nombrar al SPM, ya saben cómo reaccionaremos las mujeres. Absténganse de hacerlo.

Y si saben leer bien, les di –gratis- el truco para apaciguar a algunas fieras o para ser perdonados por otras durante este penoso y maldito trance.

Después no digan que no se lo advertimos, debería estar escrito en los libros de texto que reparten en los colegios públicos y en los que piden en los privados, en la unidad “Cuerpo Humano” en el apartado femenino, diagramadores hagan un recuadro y pongan en negrita, todo en caja alta, lo siguiente: La mayoría de mujeres, durante su ciclo menstrual no quiere ser presionada, ni comparada, ni criticada y mucho menos alterada por ningún otro ser humano. Abstenerse de pedirle, exigirle o reprocharle algo porque ellas no serán amables y si hay alguna que usted conozca que sí lo sea, usted es una persona con suerte, el resto de desafortunados solo encargarse de que ella olvide esta maldición con una taza de cariños, tres de consideraciones, un kilo –o más- de paciencia y una docena –como mínimo- de chocolates.

Un último pedido, dirigido al Legislativo: Establezcan una ley que prohíba la asistencia de las mujeres a sus centros laborales y de estudios durante su ciclo menstrual ¡por favor! Créeme país, evitaríamos migrañas, mujeres devastadas, trabajos mal hechos o hechos a malas y relaciones laborales o estudiantiles deshechas. Claro, los “mandamases” pueden reportarse enfermos, el resto de simples mortales tenemos que aguantarnos. Y así tienen la con-chudes de decirnos: “eres tan complicada, no te entiendo” ya dije y lo repito ¡Qué envidia su organismo y su falta de sangre en la cara!

¡Qué vida, la nuestra mujeres! Y de todo esto la culpa es de Eva. ¡Una del género nos traicionó! Solo me resta decir: ¡Jum!



Fotos: Gracias Internet