jueves, abril 15, 2010

La primera vez...

Junio 4. Año 2006.
Fecha memorable para todo el Perú. Millones de electores hábiles decidirán el futuro de la nación. Elegirán entre dos candidatos: el cáncer o el sida. El ganador infectará a todo el pueblo, si es sabio y tiene corazón buscará la cura para su propio mal, de lo contrario… “que la fuerza nos acompañe”.

Junio 4.

Electora primeriza se dirige a su centro de votación. Con celular y DNI a la mano. ¡Ah! y el estuche de los lentes de contacto, por si la tierra le entra a un ojo y tiene que sacárselos (los lentes, claro). Si esto pasa, piña, elegirá a ciegas. Cosa común hoy 4. Ubica con éxito su mesa de sufragio. No hay colas. “Felizmente” piensa. Detesta hacer colas bajo una mañana de sol intolerable. Ingresa. El señor de la izquierda busca su apellido en la lista de más de cien electores y le pregunta si en la primera vuelta votó. Ante la respuesta negativa, él afirma “claro, cómo voy a olvidar esa carita”. ¿Cumplido? ¿Insinuación? Ella quiere creer que fue lo primero. Aunque un ‘viejito verde’ cruza en su imaginación. El hombre sentado al centro le entrega su cédula de sufragio. La señora de la derecha le “presta” un lapicero. Recordándole que lo tiene que devolver. De seguro ya se le perdió más de uno.

En la cámara secreta elige al candidato de la ubicación izquierda. Aunque la mano le tiemble y la conciencia le recuerde que existe. No queda de otra. Corrección. Sí queda de otra: pagar su multa por no votar. Pero su papi no le dará el dinero. "Elige uno nomás, hijita" le ha dicho. Ella apenas es mayor de edad sin trabajo alguno ni historial en su haber. Por ser la primera vez ella duda en cómo marcar. ¿Debe intentar que su aspa se quede en el recuadro o es válido que se pase de este? Duda si se puede marcar foto y símbolo, aunque diga “y/o” en las indicaciones. Aunque se haya leído los instructivos de la ONPE o instruido con propagandas en televisión y radio. A la hora de la hora todo se olvida. Y cómo no, si tiene que elegir entre dos enfermedades que no tienen cura. Ella no quiere morir. Ni ser pobre ni comunista.

Con cuidado cierra la cédula. Mientras la deposita en la “caja de plástico” con lentitud es cuestionada por su apellido. “¿De la familia BF?” le preguntan. La inocente solo sonríe y asiente. Mientras los miembros de mesa bromean entre sí de cosas que no entiende ella intenta firmar. Por su cabeza se cruza otra interrogante “¿cómo rayos era mi firma?”. Desde que la inventó solo la ha hecho en los registros de asistencia de la universidad. Pero ahí nunca la hacía como debía. Con un Fulanita de Tal escrito a simple velocidad bastaba. Ahora es diferente. Tiene que recordarla al detalle. Piensa. Se angustia. La recuerda. Con nervios la plasma en el papel. No quiere equivocarse. Devuelve el lapicero. El viejito verde del cumplido le toma la mano. Ella se tensa. Lo raro de esas extremidades aún la incomoda. A pesar de los años pasados. Pero él no pregunta. No hace ni un comentario típico. “¡Qué dedos tan chiquitos!”. Nada. Ella se lo agradece. Ya no más será el ‘viejito verde’. Puede que el ‘viejito prudente y galante’. Él presiona su minúscula huella del dedo índice sobra un sello. Hace lo mismo sobre el papel. Al lado de su casi olvidada firma. Solo falta la tinta y puede irse tranquila por haber cumplido con su deber. Obligada, claro.

Hay algo a lo que ella no le encuentra sentido: el sumergir su dedo medio en esa tinta violeta que al primer roce todo lo mancha. Y sobre todo cuando intentas sacártela con agua. Más te embarras. Lo único que mengua su horrible presencia es el alcohol. Aunque no del todo. Pero continúa su interrogante. Si uno tiene que firmar en la planilla de electores al recoger su DNI luego de elegir al “favorito” y con eso constatar que ya votaste. ¿Para qué mancharte el dedo si con votar por un no-deseado ya manchaste tu conciencia? ¿Solo para que quien te vea con tu dedal violeta se diga “ya votó”? ¿Tan solo eso?

Ella cree que no vale la pena gastar en tinta “indeleble”. Que de indeleble no tiene nada, por cierto. Con una buena fregada de alcohol y esponja de lava vajilla sale. Pero eso sí, manchando todo a su paso. En este país gastan como si fuera potencia mundial.

Despidiéndose y limpiándose el famoso dedo medio, la primeriza sale del aula 23, rumbo a la 37 donde su experimentada acompañante hará lo mismo que ella. Pero claro, con mayor soltura. Es que para ella no será su primera vez...



N.A.: Han pasado casi cuatro años de haber escrito esto. Un año más y el votar se repetirá. Aunque no será la primera vez, tendré cero experiencia. Bueno, 1 de experiencia. Y es que, ¿quién ha votado para practicar?... algo se me ocurrirá para no hacerlo. Para ese momento espero tener un sueldo que me permita pagar mi multa. Aunque si el patriotismo, civismo o algún ismo me visita puede que repita la experiencia. También si algún candidato vale tanto como para ensuciarme el dedo medio (literalmente)... aunque lo dudo.
También han pasado tres años de crear este blog. Lo que quiere decir que hace tres años estuve en una clase de multimedia en la universidad intentando crear un blog como nota final. ¿Era nota final?. No me acuerdo. Este blog vivirá (o sobrevivirá) al paso del tiempo. De eso es lo único que estoy segura. ¿Por qué?. Pues porque siempre tengo algo que escribir.
Gracias a quién me lee y muchísisimas gracias a quien me comenta.