miércoles, noviembre 17, 2010

LA DULCE ESPERA que espero


Estás aquí sintiéndome
Estoy aquí sintiéndote
Mi cuerpo se hizo cofre para ti
Formando un nido entre mi piel ♪


Quiero tener dos bebés:
Uno que conciba con amor, deseo y esperanza
Al que Dios teja en mi panza
Al que esperaré cargándolo dentro de mí por 40 semanas
Y por el que no me importarán las náuseas matutinas,
Ni los mareos, ni los antojos, ni las sensiblerías
Ni tomar una y diez vitaminas,
Ni ir al médico dos veces al mes
Por el que no me importará subir de peso,
Ni que su peso canse mi andar
Ni el dolor que se siente al traerlo al mundo
Solo me importará que en este mundo no sufra dolor
Solo espero que se parezca más al papá
Es justo considerando que él también lo amará
Y que no podrá sentirlo creciendo en su ser

Tendrás los ojos que una vez
Supe tener buscándote
De tanto amarte te encontré
Y ahora te quiero retener ♪

…Y otro al que mi corazón elija
Un pedazo de cielo caído entre mis brazos
Un angelito que yo podré amar como mío
Y por el que no me importarán las razas o distinciones
Ni que sea blanco, amarillo, negro, verde o morado
Ni qué carga genética pueda tener
Ni si cuando crezca añorará algo más
Por el que no me importará esperar semanas o meses
Ni si acostumbrarnos el uno al otro nos cueste más
Ni contarle nuestra historia
Solo cuando sea capaz de entender que en mi corazón fue concebido
Solo espero que se convierta en un hombre de bien
Tal como imagino que será su papá
Desde ya le pido a Dios envíe al mejor papá

Pero lo que no podrá negarme este hombre
Es la primera palabra para elegir los nombres
Es justo considerando que mi vientre será un cofre
Y que mi corazón anidará dos almas
O tres, solo Dios sabe cuántos llegarán
Hoy solo soñé con dos

Y te esperé contando al mes
Será en abril, antes tal vez ♪


Y cuando lleguen [por fin a mis brazos],
No me importará que lloren mucho, así tenga yo que dormir tan solo tres horas… empecé a practicar de joven, cuando estudiaba hasta el amanecer y mi batería duraba hasta el siguiente atardecer.
Ni el tener que cambiar sus pañales, aquella “pestecita” pasará con aguantar la respiración y no será algo que haga sola. Claro que no. Atento papá.
No me importará velar sus sueños cuando estén enfermos. Sufriré con verlos y oírlos llorar y no saber porqué, tal vez me ponga nerviosa y termine llorando junto con ellos, tal vez me angustie y llame a la abuela, tal vez mande bien lejos al nervioso padre.
Ni cantarles canciones de cuna para que sus pequeños luceros bajen el telón y empiecen los sueños de colores. Yo cantaré y ellos soñarán. Con gallinas turulecas, cochinitos que van a la cama o con pulgarcito de invitado en un avión.
No me importará prepararles papillas saludables y pelear porque las reciban, siempre habrá un auto, avión, bus o tren por llegar.
Ni compartir mis abultados senos rebosantes de ese alimento mágico con ellos, serán suyos así los quieran cada tres, cuatro, cinco minutos y aunque los mordisqueen. Solo diré “Au”. No se asusten.
No me importará bañarlos en aguas calientes, con espuma de colores, patitos flotantes y burbujas distractoras y tener que limpiar el charco después.
Ni tampoco comprarles los trajes más lindos, tiernos y coquetos que un pequeño amado puede lucir dichoso entre los brazos de mamá.
No me importará tener que esperar porque me llamen “mamá”, dicen que es hermoso escucharlo de ese pedacito tuyo pero eso también significará que están creciendo y yo los quiero chiquitines por largo rato.
Ni cargarlos cada vez que lloren, serán pocos años los que disfrutaré de ese placer como para dejarlos en su pequeña cuna llorando hasta ahogarse. Incluso los cargaré cuando, simplemente, me provoque.
Y cuando digan que llegó la hora, no me volveré loca porque aprendan a caminar, tenerlos entre mis brazos siempre será mi mayor placer. Lo hará en su tiempo y mi mano estará ahí, apretada por la suya, solo hasta que el temor a soltarla desaparezca de él.
Menos me preocupará aportar a la fábrica de pañales hasta que sean capaces de encontrar su bacinica, hacerla su amiga y visitarla antes de dormir y después de levantarse.

Y cuando crezcan [duele que así sea],
Les prepararé las más ricas comidas, verduras transformadas en animalitos, frutas picadas en trocitos, y galletas en forma de corazones.
Los dejaré jugar hasta que se les hinche el alma de gozo, con carros, muñecas, soldados, tacitas, patines, bicicletas, a la guerra o al té. Solos o entre ellos, juntos, mi Ken y mi Barbie, si así lo quieren.
Los llevaré a pasear hasta que se nos hinchen los pies, ahí estarán el parque, el acuario, el fast food, la piscina de pelotas, el cine, el circo, la feria, el malecón, la playa, el río, la piscina, el país entero, la abuelita, el abuelito… nunca sobrarán lugares, ni personas.
Les compraré los juguetes que deseen pero nunca exagerando, los caprichos y frivolidades no entran en mi definición de “lo que quieras”, así mi cuenta corriente sea bastante amplia.
Los matricularé en el mejor colegio, lo que no quiere decir “el colegio más caro”, aprenderán a tener lo mejor por encima de lo más caro y aprenderán a no siempre pedir lo más costoso.
Les prepararé antojitos para la lonchera o el almuerzo, al fin y al cabo, tendrán una mamá que los engría como niños solo por unos cuantos años.
Les enseñaré que lo bueno es tratar bien a los otros niños, jugar compartiendo, y no presumiendo sobre lo que tienen; y que hacerlos llorar, agredirlos o insultarlos, e inventando lo que no tienen es lo malo.
Les ayudaré a hacer las tareas todas las tardes, a leer y escribir, a recortar láminas, a resolver multiplicaciones y, si me acuerdo, a terminar las fracciones.
Les pondré horarios para ver la tele, alguna película o usar internet, no quiero niños viciosos a ningún producto, artefacto o sustancia.
Los acompañaré, cada vez que pueda, en sus tardes televisivas, despanzurrada a su lado, en el piso o en el sofá, comiendo canchita y tomando gelatina todos juntos.
Les contaré un cuento antes de dormir hasta el día en que dejen de pedírmelo y les compraré libros, acordes a su edad, hasta el día en que ellos empiecen a hacerlo solos.
Les dejaré la lámpara prendida así tengan “edad suficiente” para perder el miedo a la oscuridad, si su mamá hasta hoy, a veces, le teme a lo mismo, unos cuantos watts de más en el recibo no me harán pobre.
Los trataré con amor y paciencia aun cuando me saquen de mis casillas, nunca los insultaré ni los menospreciaré por no entender algo.
Los llevaré a la Iglesia donde pintarán historias o harán una que otra manualidad, sabrán que Dios los creó, me eligió, me los envió y les ama más que yo, y les contaré historias de cómo David venció a Goliat antes de irse a la cama.
Y al releer mi lista de promesas me doy cuenta que seré igual que mi mamá, llena de amor, paciencia, tolerancia y dedicación. Y no me asusta ver en lo que me iré a convertir. No seré perfecta pero me acercaré bastante a su felicidad.
Y nunca me quejaré por nada referente a su bienestar, ni así me cueste más de lo imaginado.
Y siempre haré más de lo que ahora pienso que no me importará hacer…
Y los llamaré Giacomo, Loruhana, Giordana, Bastiaan o Benjamín
Hasta el día en que ellos me digan “descansa en paz, mamá”

Y toda la nostalgia quedará
Envuelta en tu mirada… angelical ♪


¿Será que ahora que voy a cumplir dos décadas y media de vida me aflora ese lado maternal que hace veinte años salía cada vez que cargaba a mis muñecas y me alucinaba su perfecta y dedicada madre? Ya no juego más con muñecas. Ahora quiero un cachetón (o cachetona) que me babee de verdad.





Referencias:
Brisa –Verano del 98