jueves, agosto 30, 2012

Desmoronándome















Y aquí estaba yo, esperándote. 

Sentada en mi banca del mismo café. 

Soñando los sueños que soñaba ayer. 

Y ahí me veía yo, esperándote. 

Pensando en palabras que deseaba oír. 

Recordando tu boca con el mismo mentir.

Y ahí estaba yo, desmoronándome. 

Guardando silencio cuando quería gritar. 

Gritando en silencio cuando quería llorar. 

Y yo ni más estaré ahí, 

ni en la misma banca ni en el mismo ayer. 

Porque hoy estoy aquí, 

negándome a soñar y cansada de esperar.


Byme, 30agosto12




miércoles, junio 20, 2012

Feas tus manías. Feo tu amor.



Qué fea manía la tuya
al aparecerte así porque sí
sin enviar alguna señal
para con apuro yo huir.

Qué fea manía la tuya
al desaparecer tan de pronto
sin darme una pista
dejando un vacío tan hondo.

Qué fea manía la tuya
de enamorarme tan rápido
sin darle tregua al rechazo
solo a este tonto amor ciego.

Qué fea manía la tuya
de desilusionarme tan lento
sin darle opción a mi corazón
para por ti seguir latiendo.

** *** ** **** ** *****



El amor no correspondido duele,
duele mucho más que un amor quebrado.
El corazón rechazado se quiebra en mil cada día,
mientras el ya no amado tiene un solo fin.
El beso no dado arde en cada poro de la piel,
en la cobardía de solo sentir y nunca decir.

El abrazo de amigos el peor ardid
para destrozar un alma que desea amar.
Las caricias inocentes queman la piel
de quien las recibe esperando algo más.

Los susurros cómplices alimentan un sueño
que tendrá mil noches de luna nueva.
Las miradas lastimera son el preludio
de una muerte peligrosa y lenta.

El amor no correspondido mata,
mata la ilusión de un corazón que por vez primera ama.

** *** ** **** ** *****


17febrero2012

jueves, mayo 24, 2012

Una VIDA hecha LIBRO - Parte VI


6. AVENTURERA FANTÁSTICA. La vida de Gladys Aylward  (1902 – 1970)
–Janet &Geoff Benge
Por improbable que pareciera, Gladys Aylward estaba segura de que Dios la había llamado para ser misionera en la China. Pero, a los veintisiete años de edad, fue expulsada de una escuela de preparatoria de misioneros por haber reprobado la asignatura de Sagradas Escrituras. Sin recibir estudios formales y sin contar con el apoyo de una organización misionera, Gladys ahorró con esfuerzo para costearse el viaje por tierra que la llevaría al país y al pueblo que Dios había grabado en lo más hondo de su corazón... ¡China!
Este relato es una aventura increíble de fe y determinación. Gladys Aylward, una criada inglesa, se atrevió a confiar en Dios en medio de situaciones extremas y, aparentemente, imposibles. Su vida ha pasado a engrosar la lista de las grandes biografías misioneras de nuestro tiempo.

A los veintisiete años, Gladys Aylward, la que trabajó como criada desde los catorce años, reprobó el curso de Sagradas Escrituras en la academia de la Sociedad Misionera al Interior de la China. El director la recomendó como sirvienta a los ancianos misioneros Fisher, los que vivían en Inglaterra. Estos, al ver su empeño y jovialidad, le recomiendan servir como “hermana de rescate” en un misión que se encargaba de rescatar jovencitas de las calles. Pasó un tiempo como rescatadora, pero ella tenía en su corazón a China. Decide trabajar como criada para ahorrar dinero para su pasaje, de este modo llega donde Sir Francis Younghusband en donde empieza a ahorrar, abre una cuenta en la agencia de viajes para su boleto, y ensaya lo que es predicar en el Hyde Park Corner (Londres). Una tarde, una señora de la iglesia le cuenta sobre una misionera viuda (la Sra. Lawson) que regresaría a China y deseaba alguien que la ayude allá, a quien también pueda enseñar sobre el trabajo misionero. Gladys le pidió su dirección y le escribió ofreciéndose como voluntaria. Esta le responde que sí puede unirse a ella y que la esperaría en Tien-tsin. El 15 de octubre de 1930, Gladys sale en tren rumbo a China puesto que haría la mayoría del recorrido por tierra. En el barco rumbo a Holanda conoció a una pareja de cristianos, los que le regalaron un billete de una libra.

El viaje continuó por tierra sin contratiempos pero con temperaturas frías. Una noche, el tren se detuvo en medio de la nada y no seguiría hasta Chita donde ella tendría que tomar otro tren hacia Tien-tsin. Al bajar para averiguar qué pasaba, se encontró en una estación improvisada en donde el maquinista, el revisor, y el fogonero tomaban café, por medio de gestos y señales (no hablaban inglés) le dijeron que el tren no seguiría porque tendrían que llenarlo con soldados heridos antes de partir hacia Chita, lo que demoraría una semana o un mes. Gladys no contaba con provisiones para tantos días, decide hacer el trayecto a pie. A medida que avanzaba, cargando sus dos maletas (una con ropa y otra con provisiones), el frío, el hambre y el cansancio la obligan a prepararse un café y dormir un poco en medio de la nada. Al llegar a la estación de Chita, se tumbó encima de su equipaje muerte de hambre y de sueño. Había empleado treinta horas para llegar hasta ahí, sin fuerzas y con mucha hambre nadie la ayudaba ni le ofrecía ayuda. Pensando qué hacer, vio a un oficial de aspecto importante y pensó que si le hacia una zancadilla, al pasar este por su lado, la encarcelaría y así, al menos, tendría un lugar caliente donde dormir.

No necesitó hacer nada, al principio los soldados le hablaban en otro idioma, al parecer indicándole que deje la vía libre. Ella no les hizo caso y ambos soldados la llevaron a un pequeño calabozo, al que le faltaba un pedazo de ventana y que estaba igual de frío que el andén. Algunas horas después, la llevaron a una habitación donde le dieron un té caliente y le revisaron el corpiño (en donde llevaba escondido algún dinero, su pasaporte, y su Biblia). Ella les enseñó su pasaporte diciéndoles que era británica. Uno de ellos que hablaba un poco de inglés, con un acento ruso, confundió su profesión con la de maquinista, a pesar de los esfuerzos de ella por explicarle que era misionera este no entendía. La dejaron dormir en esa misma silla y a la mañana siguiente le devolvieron sus maletas y su pasaporte junto a dos boletos de tren, uno hacia Nikol’sk-Ussuriyskiy y el otro hacia Pogranichnaya. Cuando llegó a la primera estación un oficial examinó su pasaporte y la llevó hacia otro tren, ella imaginaba que una vez en Pogranichnaya haría un transbordo para Harbin, China. Pero luego se enteró que aquel segundo tren se dirigía hacia Vladivostok.

Nuevamente se hallaba sola en un lugar donde no sabía a dónde ir o qué hacer. Al ver un cartel en inglés del hotel Intourist preguntó en la calle cómo llegar, luego de varios intentos un hombre le indicó el camino, una vez en el hotel el recepcionista examinó su pasaporte y le dio una habitación. Le señaló a un segundo hombre el que volvió a mirar su pasaporte y lo guardó en su camisa. Al llegar a la habitación, Gladys se quedó dormida en la mugrienta cama y a la mañana siguiente este hombre le ofreció mostrarle la ciudad; al segundo día, tras repetir el tour por la ciudad seguida de su “intérprete”, Gladys intuyó que algo iba mal. Cuando regresaba a su habitación una joven le susurró que la siguiera, una vez escondidas en una habitación esta le dijo que tenía que recuperar su pasaporte y escapar porque muchos extranjeros habían sido secuestrados y llevados a la fuerza al interior para trabajar a favor de la guerra. Le dijo también que a la medianoche alguien la iría a buscar para ayudarla a escapar. Gladys le pidió su pasaporte al extraño hombre “intérprete”, este le dijo que estaba siendo examinado y que se lo llevaría por la noche. Cuando llegó la hora, el hombre le llevó su pasaporte el que había sido modificado, ya no aparecía como misionera sino como maquinista. Pasadas las horas, llegó el hombre que había ofrecido la muchacha, Gladys lo siguió hasta el puerto; allí se encontró con la joven la que le señaló un barco japonés, que iría hacia Tsuruga, Japón, y en donde debía embarcarse sí o sí. Gladys le suplicó al capitán del barco que la llevara con ellos, este aceptó llevarla como su prisionera. Cuando estaba por subir al barco, llegaron los soldados rusos a rodearla; Gladys lanzó sus maletas al barco y tiró el billete de una libra que había guardado en el bolsillo de su abrigo lo que distrajo a los soldados y así pudo saltar al barco antes de ser atrapada.

Una vez en Japón, el capitán del barco le entregó a su “prisionera” a un funcionario británico; esa noche Gladys comió como nunca y recibió como obsequio un pasaje hacia Kobe. Una vez allí, encontró la sede de una misión donde comió, se bañó, y durmió en una cama agradable. Uno de los misioneros canjeó la parte del pasaje que no había usado desde Chita a Harbin por un viaje en barco hacia Tien-tsin. Una vez allí, Gladys se enteró, gracias al director del colegio anglo-chino, que la señora Lawson no había ido a recibirla y que, por el contrario, ella estaba en Cheng chou, muy lejos. Tres días después, Gladys se enrumbó hacia Cheng chou en compañía del señor Lu, un cristiano de negocios que viajaba en la misma dirección. Por las noches se alojaban en k’angs (posadas de una cama común para todos los viajeros), dos días antes de llegar a Cheng chou el señor Lu se despidió de Gladys y siguió hacia su destino por otro camino; Gladys llegó a Cheng chou veinticinco días después de dejar Tien-tsin, allí encontró en la casa de la misión a la señora Smith la que le dijo que la señora Lawson se encontraba en otra ciudad llamada Yangcheng a un día de distancia. Gladys viajó hacia allá en una litera de mula (una canasta en la parte trasera de la mula). Al llegar a Yangcheng encontró a la señora Lawson en una casa de aspecto austero, según esta le contó se trataba de una casa que creían encantada y la alquilaban a menos precio. La señora Lawson no era tan amable y cariñosa como la señora Smith, pero le indicó a Gladys que se instale en la habitación que mejor le parezca y le dio una camisa y unos pantalones para que vaya más acorde con la cultura china. A la mañana siguiente, cuando Gladys salió a dar un paseo por la ciudad fue atacada por un grupo de mujeres que le arrojaron terrones de barro; Gladys regresó llorando a la casa, la señora Lawson le dijo que llorar no servía de nada porque todos los llamaban lao-yang-kwei, diablos extranjeros, y debían acostumbrarse.

Pasó las semanas dando paseos por el vecindario y aprendiendo el dialecto con Yang, el cocinero de la casa. Un día se le ocurrió a la señora Lawson, gracias a un pensamiento en voz alta de Gladys, convertir la casa en una posada y así aprovechar en evangelizar a todos los muleros que pasaran por allí. Al cabo de unas semanas La Posada de las Ocho Felicidades, como la llamaron, estaba lista para recibir a sus primeros huéspedes. Pero nadie quería ir a una posada regentada por dos extranjeras, por lo que la señora Lawson le dijo que debía agarrar a las mulas del correaje y jalarlas hasta la posada, una vez allí nada las movería. Así lo hizo Gladys al día siguiente, el mulero no se dio cuenta a dónde se dirigían las mulas hasta que estuvieron dentro de la posada, al ver el pelo blanco de la señora Lawson soltó las riendas y salió corriendo, pero al poco rato regresó traído, y tranquilizado, por Yang, y por cuidar su carga. Cinco meses después, ya tenían muchos amigos entre los muleros y a la posada le iba muy bien. Pero una tarde, Gladys estaba dedicada en su estudio del idioma cuando la señora Lawson le avisó que era hora del paseo habitual, Gladys se negó lo que irritó a la anciana que la echó de la posada; con la ayuda de Yang, Gladys puedo unirse a una caravana de mulas con destino a Cheng chou, donde la señora Smith.

Seis días después, llegó un mensajero para decirles que la señora Lawson había tenido un accidente pero que no sabían dónde estaba. Gladys emprendió el viaje en su búsqueda, cuatro días después la encontró en la aldea de Chin Shui, herida y tumbada en el suelo de un patio sobre una ruma de carbón, Gladys curó sus heridas. Se dio cuenta que la anciana había estado en la intemperie y a la vista de todos por más de una semana sin recibir ayuda. Gladys la trasladó a un cuarto privado en la posada y se quedó con ella durante seis días, la señora Lawson se había repuesto en parte pero Gladys decidió llevarla al médico europeo más cercano, en Luan a seis días de camino en mula. El médico les dijo que nada podía hacer por lo que Gladys la llevó de regreso a Yangcheng en donde Yang y ella la cuidarían durante sus últimos días, dos semanas después la señora Lawson murió. Gladys se quedó sola, sin dinero, sin amigos, y sin una organización misionera que la apoyara, pero decidió continuar con su propósito de evangelización.

Gladys descubrió lo que costaba mantener la posada; los gastos de esta misma, como la renta, el carbón para el k’ang, y el alimento se cubrían con el mismo dinero que la posada ganaba, pero cada año se debía pagar un alto tributo al mandarín, dinero que la señora Lawson cubría con sus ingresos mensuales pero que ahora no había de dónde sacar. Yang le dijo que lo único que podían hacer es presentarse en el yamen (palacio) delante del mandarín y pedir su favor. Pero Gladys no contaba con la vestimenta apropiada para presentarse delante de tal importante funcionario, y tampoco sabían qué clase de protocolo debería seguir siendo ella extranjera. Pero les convino esperar, porque una semana después llegó a la posada el mismo mandarín en persona para pedirle su ayuda. Quería contratarla para que sea su inspectora de pies, el nuevo gobierno había prohibido la práctica de ligadura de pies a las niñas de hasta los diez años (ligarles los pies a las niñas hasta esa edad no permitía que el pie crezca y así conserve su “belleza”, según sus creencias), además, le pagaría por sus servicios. Gladys aceptó porque así podría hablar de Dios a toda aldea a donde tuviera que ir como inspectora. Así es como fue de aldea en aldea haciendo cumplir la nueva ley y contando historias bíblicas, al terminar su recorrido, se lo hizo saber al mandarín y este la envió a que haga un segundo viaje para confirmar que la ley se estaba cumpliendo. De esta manera, Gladys se ganó el favor del mandarín el que mandaba a buscarla cada vez que requería un consejo o la ayuda de la valiente mujer.

Los continuos viajes la obligaban a delegar a Yang el cuidado de la posada, la señora Smith envió a Lu Yung-cheng, un nuevo converso, para ayudarla. Una noche, llegó a la posada un soldado con una orden del mandarín que requería su presencia en la cárcel en donde los presos se estaban matando unos a otros en medio de un motín. Gladys no quería obedecer la orden pues no veía cómo ella podía cooperar en ese problema, el soldado le dijo que si no iba terminaría presa por desobedecer un llamamiento oficial. Una vez allí, el director de la prisión le pidió que entre y detenga la pelea, le dijo que nadie la lastimaría si era verdad que llevaba dentro de ella al Dios viviente. Gladys sentía temor de hacerlo, si rechazaba el pedido se extendería el rumor de que no tenía a Dios, y si entraba quién sabe lo que le podrían hacer. Tras unos segundos para meditarlo, decidió que entraría. Una vez adentro, una escena sangrienta la esperaba, vio varios cadáveres dispersos en el patio, charcos de sangre y a varios hombres luchando con machetes y cuchillos. Gladys se armó de valor y les ordenó que dejen sus armas y formen una fila delante de ella. Observó que estaban desnutridos, vestidos con harapos, con llagas en el cuerpo, y piojos en la cabeza, les dijo que había sido enviada para averiguar en qué consistía el problema y para ayudar a resolverlo, les mandó a limpiar el patio si es que querían que ella hable con el director para ayudarlos. Uno de los presos se le acercó para pedirle perdón, se llamaba Feng había sido acusado de robo cuando era sacerdote budista, le dijo que todo había empezado con una pelea de dos, Gladys se enteró que no hacían nada durante el día; cuando el director entró y le agradeció por su conciliación, ella le sugirió que los presos debían tejer su propia ropa y cosechar verduras para preparar su propia comida. Le prometió a Feng que volvería para ver en qué podía ayudar, este le agradeció diciéndole “Ai-weh-deh”, días después se enteró que esto significaba: virtuosa.

Cumpliendo su palabra, Gladys empezó a visitar a los presos, les leía historias de la Biblia y les enseñaba higiene, además, visitaba al director hasta que este acepto hacer algunos cambios; unos amigos de este donaron dos telares, los comerciantes donaron hilo, un molinero donó una rueda, y les enseñó a los presos a criar conejos para la venta. De esta manera, Gladys había cumplido su compromiso: los presos comían bien y no pasaban frío. Gladys, tres años después de su llegada, ya no era considerada un diablo extranjero.

Un día, Gladys iba hacia el yamen del mandarín para darle un nuevo informe: ya no había niñas con pies atados en todo el distrito, la costumbre había sido extinguida, cuando vio a una anciana con una pequeña de cuatro o cinco años la que ofreció a Gladys por dos dólares. Gladys se negó a comprar a la niña y cuando estaba reunida con el mandarín le contó lo que había visto, este, por más que estaba en contra de los vendedores de niños, no podía hacer nada pues estos pertenecían a poderosos grupos de delincuentes. Al salir del yamen, Gladys vio a la vendedora en el mismo lugar, esta le ofreció la niña por menos precio, al principio Gladys se negó, pero al ver a la inocente criatura le ofreció a la anciana lo que tenía en el bolsillo: nueve peniques. Así empezaron a llamar a la niña (Nuevepeniques), la que a las pocas semanas se convirtió en una niña sana y feliz. A los seis meses, Nuevepeniques encontró a un niño sin hogar, se acercó a Gladys y le preguntó si ella podía comer menos. Nuevepeniques le dijo que si ella comía un poco menos y Gladys un poco menos podían juntar esos dos menos y alimentar al niño. Gladys la mandó a traerlo para que coma con ellas. De esa forma ese niño de ocho años pasó a ser parte de la familia, lo llamaron Less (que en inglés significa menos).

Gladys sintió que debía nacionalizarse china para poder adoptar a los pequeños legalmente, el mandarín la ayudó (pese a que ella le desobedeció al adoptar a Nuevepeniques) y en 1936 Gladys fue la primera extranjera que adquirió la nacionalidad china. Por ese mismo tiempo, la señora Smith falleció llegando a sustituirla Jean y David Davies, además, una viuda convertida se instaló con Gladys en la posada para cuidar de los niños cuando ella viaje como inspectora. Cuando caminaba por los campos oía a los nativos cantar himnos cristianos, les encantaba. La familia, inesperada, de Gladys iba creciendo: Nuevepeniques encontró a un niño vagando por las afueras de la muralla, Gladys encargó al pregonero que anunciara su hallazgo pero nadie lo reclamó, Boa-Boa pasó a ser el tercer hijo de Gladys. El cuarto niño, Francis, llegó cuando el río se desbordó y muchos damnificados quedaron sin hogar o huérfanos. El mandarín, que ya era amigo de Gladys, le confió el cuidado de una niña huérfana llamada Lan Hsiang.

A medida que pasaban los años, los pobladores de Yangcheng confiaban más en Gladys, el mandarín pedía su consejo para cada decisión importante, y el director de la prisión le pidió que organizara una escuela para enviar a sus hijos. Pero la sombra de la guerra azotaría China, los japoneses empezaron a invadir poblados chinos y ampliando su conquista poco a poco. Una mañana de 1938, los aviones japoneses sobrevolaron Yangcheng, la gente salía de sus casas para ver los “vehículos que volaban como insectos” pero de pronto empezaron a caer bombas. Gladys estaba en el segundo piso de la posada que se vino abajo, resultó con heridas y hematomas pero ningún hueso roto. Pronto las bombas se multiplicaron, Gladys salió a socorrer a la gente que vagaba por la calle aturdida, las reunió rápidamente y ordenó que se llevara a los heridos al yamen, que se pusieran a los muertos en una fosa en el cementerio, y que se limpiara la calle principal. Toda la tarde y noche Gladys socorrió heridos, un mensajero del mandarín de Luan les llevó la noticia que esa ciudad había sido tomada por los japoneses que ahora se dirigían hacia Cheng chou, y, dentro de pocos días, llegarían a Yangcheng. Gladys comprendió su estrategia, bombardeaban las ciudades para poco después, cuando las invadieran, encontrarlas débiles y de fácil sometimiento.

El mandarín, Gladys, el director de la prisión y un importante comerciante formaron un comité de emergencia que tomaría las siguientes decisiones. Decidieron que luego de enterrar a sus muertos tendrían que abandonar la ciudad. Gladys, que ya era responsable de unas cuarenta personas, incluidos sus hijos, los huérfanos del ataque de Yangcheng, y los nuevos conversos, se dirigieron a Bei Chai Chuang, ella sabía que este era un lugar perfecto para refugiarse pues no aparecía en ningún mapa ni llegaba ninguna carretera, además, en las colinas había varias cuevas grandes donde pastores del lugar guardaban a sus ovejas, cerdos y cabras durante el invierno. Les costó casi todo un día llegar a Bei Chai Chuang, los habitantes barrieron las cuevas y dispusieron todo para sus huéspedes. Algunos granjeros les prometieron que harían excursiones a Yangcheng para ver cómo andaba la situación allá; a la noche siguiente, un granjero les dijo que había visto a soldados japoneses marchar hacia la puerta este de Yangcheng; una semana después, otro granjero les contó que los había visto salir por la puerta occidental. Varios de los refugiados querían saber cómo estaban sus casas o si sus familiares habían regresado, Gladys se ofreció como voluntaria para ir a averiguarlo. Al atardecer, Gladys llegó a Yangcheng y encontró a la ciudad envuelta en un silencio sepulcral. Cuando estaba viendo lo que quedaba de la posada, oyó gritos en japonés, al parecer las tropas japonesas o no habían abandonado la ciudad o habían regresado. Gladys logró escapar a través de la puerta occidental, en medio de un intercambio de bombas entre los soldados japoneses y los nacionales, pasó la noche en la hendidura de una roca sobre el desfiladero por el que pasaban los soldados. A la mañana siguiente regresó a Bei chai Chuang con la noticia de que tendrían que permanecer en las cuevas.

A comienzos de 1939, una incómoda paz llegó a Yangcheng, la que duró solo hasta que llegaron noticias de que las tropas japonesas estaban de regreso. Esta vez el Ejército Nacional Chino planeó que cada ciudad sea destruida: que se demolieran los tejados de todo edificio, que se sacrifique a los animales que no se pudieran trasportar, que se quemaran las cosechas, y que los pobladores huyan a las montañas para que así los japoneses no encuentren dónde albergarse. Antes de llevar a cabo la destrucción de la ciudad, el mandarín invitó a Gladys al yamen en donde realizaría una fiesta, ella fue presa de la curiosidad por saber qué iba a decir su amigo. Presentes estuvieron las personalidades de Yangcheng. Cuando terminaron de comer, el mandarín le dijo a Gladys «Ai-weh-deh, he visto cómo eres y todo lo que haces y me gustaría ser cristiano como tú». Lágrimas de gratitud hacia Dios brotaron de los ojos de Gladys, cualquier cosa que le sucediera valdría la pena con tal de haber escuchado decir al mandarín que se hacía cristiano.

La guerra duraba ya casi un año y medio, la política de tierra quemada enfurecía al ejército japonés, cuando este pasaba por una aldea arrasada se vengaba ametrallando o lanzando bombas a cualquier cosa que se moviera. Es así como Francis, uno de los hijos adoptivos de Gladys, perdió tres dedos de la mano. A medida que este conflicto se prolongaba, miles de niños quedaban huérfanos o eran separados de sus padres, algunos niños iban en búsqueda de Gladys, la Ai-weh-deh, porque habían oído que ella cuidaba de los huérfanos, es así como cuando llegó a tener más de ciento cincuenta dejó de contar. Cuando Gladys se enteró que Yangcheng era un lugar seguro, decidió regresar a la Posada de las Ocho Felicidades con los niños. Su amigo el mandarín tuvo que huir con su familia pues los japoneses mataban a los mandarines que capturaban. Una vez establecidos en Yangcheng con todos los niños, Gladys visitó a la pareja Davies en Cheng chou, una noche la despertaron unos gritos que procedían del cuarto de las refugiadas. Dentro habían soldados japoneses amenazando a las mujeres, cuando Gladys entró uno de los soldados la golpeó con la culata del fusil con todas sus fuerzas, Gladys cayó al suelo inconsciente. Cuando recuperó la conciencia, Jean Davies le contó que detrás de Gladys entró David, el que recibió un golpe que le desgarró la mejilla pero pudo gritar a las mujeres que oraran. El furioso soldado apretó el gatillo apuntando a su cabeza pero el arma no disparó las tres veces que este lo intentó. Asustado el soldado huyó de la casa y los otros no sabían qué hacer, mientras discutían llegó el capitán y se los llevó a todos.

Cuando estaba ausente de Yangcheng, Gladys recibió la noticia de que su hijo mayor, Less, se había unido al Ejército Nacional y a las pocas semanas le avisaron que había muerto en combate. Theodore White, periodista estadounidense, llegó hasta la provincia de Shansi en donde escuchó de Gladys, la encontró en Yangcheng y ella respondió a todas sus preguntas de buena gana. Gladys quería que el mundo supiera el horror y lamento que China estaba sufriendo, no se imaginó que el reportaje sería comprado por Time Magazine y que sería leído por gente de Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto del mundo. Un general del Ejército Nacional le pidió a Gladys que le informara cualquier despliegue japonés del que ella se enterara, este mismo le contó de la señora de Chiang Kai-chek quien había fundado muchos orfanatos en la provincia de Shensi, y que, si le escribía, tal vez tuviera lugar para los niños que Gladys tenía. Esta señora le respondió que si los hacía llegar hasta Sian, en Shensi, ella les daría lugar a los niños y algún dinero para apoyar su obra. Todo pareció sencillo, uno de los recién convertidos, Tsin-Pen-kuang, se ofreció a llevar al primer grupo y a traer el dinero cuando volviera por el segundo grupo de niños. Gladys preparó a los primeros cien niños, prometió orar por ellos, y cinco semanas después se enteró que habían llegado con bien. Pero Tsin-Pen-kuang no regresó, fue robado y asesinado por los japoneses en su viaje de regreso, además, una copia del artículo del Times cayó en manos japonesas los que ofrecieron una cuantiosa recompensa por Gladys, viva o muerta. Cuando ella se enteró de esto, pensó en una oración que la señora Lawson le enseñó: «Si he de morir, no tema yo a la muerte, mas tenga sentido, oh Dios, mi sacrificio». Decidió ser ella quien llevara a los demás niños a Sian, pero sabía que corría peligro, si los japoneses la encontraban con noventa y cuatro niños de seguro los mataban delante suyo y luego a ella.
Despertó a los niños, les dijo que se pusieron toda la ropa que tuvieran, y que amarraran sus zapatillas a la cintura. Les dio a cada uno su saco de dormir y los hizo formar dos filas, una de niños y otra de niñas, por orden de estatura, los grandes cuidarían de los más pequeños y cargarían la comida que ella preparó en fardos. Al llegar a la primera aldea, un sacerdote budista los alojó en el templo para pasar la noche, le dijo a Gladys que los soldados japoneses siempre rondaban esas zonas, y que si descubrían a Ai-weh-deh, la mujer de la recompensa, no tendrían lástima de ninguno de ellos. A la quinta noche, los niños más pequeños lloriqueaban de hambre y temor, a las niñas más grandes les dolían los pies, los que habían tenido atados de pequeñas cuando la costumbre aún era legal, a ella le dolía la cabeza (mucho desde aquel golpe de fusil en Cheng chou), y se estaban quedando sin comida.

Durante un momento de silencio, dos niños mayores que se adelantaron retrocedieron anunciando que adelante venían soldados, pero Gladys vio que se trataba de soldados nacionales. Cuando estos acortaron la distancia, un avión japonés sobrevoló la zona y todos, soldados y niños, corrieron a ocultarse, pero no hubo ataque pues lo pedregoso de la zona impidió que los pilotos los vieran. Los soldados les ofrecieron quedarse con ellos y compartieron su cena con todos, por primera vez Gladys se sintió libre para comerse toda su ración. El duodécimo día, ningún niño mostraba la alegría del primer día, todos tenían que avanzar con pies llenos de llagas. De pronto divisaron la aldea de Yuan Chu, pero al llegar allí no encontraron más que un pueblo fantasma. Gladys no se desanimó, siguieron hasta el río Amarillo, el que debían cruzar en barcas y que estaba muy cerca. Permanecieron cuatro días en la ribera de este pues no había barca alguna para cruzarlo; Gladys instó a los niños a cantar himnos y a orar, estaban así cuando un soldado del ejército nacional los divisó desde una colina; este bajó a socorrerlos y tras silbar apareció una barca, con su ayuda pudieron cruzar el río. El grupo pasó la noche en una población cercana, en donde los aldeanos compartieron su comida y k’angs con ellos.

A la mañana siguiente llegaron a la estación de tren en donde podrían tomarlo gratuitamente, por ser refugiados, hasta Sian. Cuando los niños vieron la locomotora se espantaron y huyeron provocando las risas de la demás gente, Gladys los convenció de que no estaban a punto de ser engullidos por un dragón gigante y todos subieron a bordo. Al cuarto día de viaje, el vagón paró de pronto en medio del camino, sin ninguna estación cerca; el maquinista les dijo que el puente que debían cruzar había sido bombardeado y que tenían que bordear la montaña a pie para alcanzar el siguiente tren en el que continuarían el viaje; Gladys se sintió morir cuando supo que les costaría cuatro o cinco días bordear el monte. Con la promesa de que al final del viaje encontrarían té y comida caliente los niños siguieron adelante, cinco días después llegaron a Tung Kwan, pero ahí se enteraron que los trenes que circulaban solo transportaban carbón; con la confianza puesta en Dios, mandó a los niños a estirar sus sacos y dormir. Un estibador de carbón vio a los niños durmiendo en el andén y convenció al maquinista para que los transportara encima del carbón, este aceptó, y, despertando a Gladys, todos fueron acomodados entre los carbones. Tres días les costó llegar a Sian, pero la ciudad estaba repleta de refugiados y con guardias que no permitían entrar a ninguno más, el maquinista le dijo que Fufeng estaba a tres días más y que aun recibían a refugiados. Gladys sacó fuerzas para hacer el final del recorrido, una vez en Fufeng entregó a los niños a un orfanato, y a los dos días de haberlo echo cayó en coma.

Gladys se despertó oyendo voces que decían «Es increíble que aún esté viva, con fiebre, neumonía, tifoidea y mala nutrición. Bastaría una de esas dolencias para acabar con la vida de una persona normal y ¡llegó aquí hace dos semanas con las cuatro enfermedades!». Durante dos meses Gladys perdió y recobró el conocimiento en un hospital dirigido por misioneros bautistas. Cuando se recuperó un poco, el médico le recomendó a unos amigos misioneros que vivían en el campo en donde podía recuperarse del todo. Gladys pasó allí varios meses y cuando se recuperó recogió a catorce niños del orfanato, entre ellos Nuevepeniques, Francis y Boa, sus hijos, y se mudaron a una fábrica abandonada. Las niñas mayores cocían y los niños cargaban bultos o trabajaban la tierra, con este dinero compraban comida. Gladys compartía el evangelio a donde iba, trabajó en una colonia de leprosos, predicó en la cárcel a diario hasta que muchos de los presos se convirtieron. La iglesia metodista le pidió que los ayudara en la evangelización, cuando predicaba cientos la escuchaban y muchos se convertían, desde pobres refugiados hasta personajes con altos cargos, también un gran número de universitarios.

A los pocos meses, el partido comunista tomó el control de las universidades; a los alumnos los hacían llenar cuestionarios con preguntas como ¿Qué partido político apoya? Si se estaba de acuerdo con el gobierno (es decir, ser favorecidos con buenos puestos y salarios) se debía marcar un círculo y si se estaba en contra poner una equis (ser discriminado de por vida y no encontrar buenos empleos). Al contar los formularios, los funcionarios enfurecieron por la gran cantidad de equis marcadas; se reunió a los que marcaron un circulo para pedirles que hostiguen a los cristianos que marcaron la equis. Un mes después se volvió a hacer el cuestionario y esta vez las equis eran más, los comunistas instaron a repetir su hostigamiento, esta vez los cristianos eran golpeados en callejuelas oscuras, no se les permitía hablar entre sí, ni realizar reuniones de oración. Tres meses después el partido comunista convocó a una reunión abierta en la plaza de la ciudad, se leyó un nombre y una joven cristiana de diecisiete años salió al frente, el oficial comunista le preguntó a quién apoyaba y cuando ella le dijo que aún creía en Jesucristo y en la Biblia un soldado la arrastró al centro de la plaza y con un movimiento rápido le cortó la cabeza. Lo mismo pasó con los demás doscientos estudiantes que fueron interrogados, ninguno declaró apoyar al partido comunista.

Después de mucha oración, Gladys decidió ir a Shanghai donde conoció a un grupo de influyentes cristianos chinos que le hablaron de una sociedad que habían fundado al terminar la guerra; los directivos hablaron con ella y le ofrecieron los últimos dólares que tenían para pagar su viaje a Inglaterra, habían pasado siete años desde que ella dejara a los huérfanos en Fufeng pero no se había recuperado del todo. Dos meses después de viajar por barco y tren, Gladys llegó a la estación de Liverpool Street, pasaron muchos meses para que ella se sintiera cómoda en su país, a veces olvidaba dónde estaba y hablaba chino mandarín en vez de inglés. Algunas veces le daba fuertes dolores de cabeza y se desorientaba, todo como consecuencia de aquel golpe de culata en Cheng chou. Una cosa con la que no había contado era el ser famosa; reporteros de la BBC de Londres la incluyó en una serie radiofónica sobre los héroes de la guerra, esto produjo una radionovela con ella como protagonista, un libro que relataba su vida en Yangcheng, y hasta se filmó una película protagonizada por Ingrid Bergman.

Gladys utilizó su fama para ayudar al pueblo chino, solicitó a los cristianos a orar por el pueblo chino, compartió mesa con jefes de Estado, se entrevistó con la reina Isabel, estableció puntos de recolección de ropa de abrigo para ser enviada a Formosa (Taiwan), en donde muchos chinos huyeron tras la toma de poder de los comunistas, asistió a cientos de refugiados que llegaron a Liverpool enseñándoles el inglés y realizando cultos religiosos en chino. Pero para ella no bastaba, quería regresar a casa; después de diez años en Inglaterra decidió volver a la cultura que amaba, pero no pudo ingresar a la china continental (ningún extranjero podía hacerlo, así tenga la ciudadanía), por eso, en 1957, Gladys partió rumbo a Formosa, en donde trabajó para el pueblo chino: enseñó estudios bíblicos, cuidó bebés y niños, viajó y predicó el mensaje del evangelio, y se sintió agradecida cuando una misionera joven llegó para ayudarla.

El día de Año Nuevo de 1970, Gladys se fue a dormir y no volvió a despertar. Más de un millar de personas asistió a su funeral en Taipei (capital de Taiwan). En la cima de una colina, en el Christ’s College de Taipei, mirando hacia la China continental, fue enterrado el cuerpo de Ai-weh-deh, la virtuosa.


jueves, abril 05, 2012

Una VIDa hecha LIBRO - Parte V


5. ODISEA EN BIRMANIA. La vida de Adoniram Judson  (1788 – 1850)
–Janet &Geoff Benge

Mientras haya hombres y mujeres dispuestos a entregar la vida por amor al evangelio, ninguna nación será inaccesible. Adoniram Judson –primer misionero estadounidense en el extranjero– anhelaba llevar las Buenas Nuevas de salvación a la sombría tierra de Birmania. Su anhelo se vio cumplido, pero a qué precio. Adoniram sobrevivió a la inanición, al encarcelamiento y a la tortura –tanto en tierra firme como en alta mar- para acabar siendo testigo de la muerte de sus seres queridos. A pesar de la aflicción y la depresión, Adoniram Judson completó la que hasta el día de hoy continúa siendo la única traducción de la Biblia al idioma birmano. Fue –junto con su primera esposa, Ann– la chispa que propagó el fuego del evangelio por toda Birmania. Su indiscutible amor por el pueblo birmano constituye un ejemplo irresistible e inquebrantable de dedicación y sacrificio.

Cuando Adoniram tenía 9 años resolvió el enigma semanal del periódico, escribió su respuesta, la metió en un sobre, y la envió al editor del periódico sin sospechar que el empleado de la oficina postal se la daría a su padre, el reverendo de la iglesia local, ni que este le haría leérsela la noche siguiente. Al hacerlo captó la sorpresa de su padre el que al día siguiente le regalaría un libro de enigmas. Además, su padre le ofreció inscribirlo en la escuela de navegación del capitán Morton, en la ciudad de Salem, estado de Nueva Inglaterra. En ese momento Adoniram tenía tres pequeños hermanos: Abigail, Elnathan (de cuatro años) y Mary (de seis meses que poco después murió). Poco después el señor Judson también enfermó y el doctor le recomendó descansar en Saratoga Springs (Nueva York) pero su estado de salud no mejoró por lo que la familia se mudó a Braintree, al sur de Boston donde aceptó un empleo con poco sueldo, apenas para educar a sus hijos. Para 1801, el señor Judson recibió el puesto de reverendo de la recién establecida Iglesia Congregacional de Plymouth, Massachusetts.  Adoniram era un chico inteligente, a los tres años había aprendido a leer, a los nueve leía y escribía griego y latín, y a los dieciséis años terminó el colegio. El 15 de agosto de 1804 (seis días después de cumplir dieciséis) emprendió el viaje hacia la Universidad de Rhode Island.

A pesar de los nervios naturales sobre el éxito de sus exámenes de ingreso (dio sobre griego, latín, matemáticas, geografía, lógica, oratoria, filosofía y astronomía) los dio todos tan bien que ingresó de frente al segundo año de estudios. Ahí conoció a John Bailey y a Jacob Eames, ambos de familias ricas. Fue este último quien sembró la semilla del deísmo en Adoniram. Al cabo de tres años terminó su carrera y regresó a su casa sin saber en realidad qué hacer. Abrió la “Academia Independiente de Plymouth” y escribió dos libros de texto para sus alumnos: Elementos de gramática inglesa y Aritmética para señoritas. Al año siguiente decidió que esto había sido suficiente y decidió ir en busca del deseo que él y su amigo Jacob Eames sintieron: lograr grandes emociones en Nueva York. Les confesó a sus padres que era deísta, que cerraría la academia y que se iría a esa ciudad. A mediados de 1808 montó un caballo en dirección al oeste, decidió dejarlo con su tío en Sheffield, caminar hasta Albany y tomar un barco hasta Nueva York. Una vez allá pensó que todo sería fácil, pero el dinero se le acabó y no encontró a nadie que quiera contratarlo como dramaturgo. Decidió ir por su caballo y dirigirse hacia el oeste, como ahora no contaba con dinero para el boleto en barco tuvo que caminar; durmiendo sobre henos y trabajando para granjeros a cambio de comida; se imaginó a su amigo Jacob convertido en un gran abogado. Recogió su caballo donde su tío y cabalgó hasta el anochecer, consiguió una cama disponible en una posada del camino, la que tendría que compartir con un hombre moribundo. La habitación era separada por una sábana pero podía escuchar los lamentos del hombre; mientras oía sus quejidos, Adoniram se preguntaba si aquel hombre creería en la vida eterna; a la mañana siguiente se enteró que ese joven moribundo se llamaba Jacob Eames. Adoniram se quedó aturdido oyendo en su mente las palabras “Está muerto. Está perdido”. Decidió regresar a su casa en Plymouth en busca de algunas respuestas, cuando estuvo allí llegaron el Dr. Stuart y el Dr. Griffin, quienes pronto abrirían un seminario teológico en Massachusetts. Ellos invitaron a Adoniram como un estudiante no-cristiano que deseaba conocer el cristianismo., al principio él rechazó la invitación pero al final, el 12 de octubre de 1808, ingresó al seminario en donde pagaría cuatro dólares al año. Estudió la Biblia en sus idiomas originales (hebreo y griego) y el 2 de diciembre de 1808 llegó a la conclusión de que esta estaba en lo cierto y que debía entregar su vida a Dios. Se unió oficialmente a la Iglesia Congregacional de su padre y continuó en búsqueda de nuevas lecturas, es así como leyó “La estrella del Este” donde su autor alegaba que era el momento de predicar el evangelio en tierras lejanas como India, y el libro titulado “Informe sobre una embajada en el Reino de Ava” que hablaba sobre Birmania, cultura y realidad que interesó a Adoniram y cuando más leía más sabía que debía ir como misionero a aquel país.

Cuando regresó a su casa para Navidad de 1809 compartió su deseo con sus padres, los que no recibieron muy bien la noticia, pero él estaba decidido a cumplir su sueño de ser el primer misionero estadounidense en un país extranjero. Al regresar al seminario, se unió a un grupo de estudiantes que compartían su deseo de ser misioneros; el Dr. Griffin les aconsejó pedirles a los líderes de la iglesia Congregacional que fundaran una organización misionera para colaborar con ellos. Adoniram presentó su pedido ante un comité y estos decidieron crear una junta que les apoye. Para celebrar, Adoniram junto a otros invitados, se reunieron en la casa del diácono John Hasseltine, ahí conoció a su hija Ann, a lo largo de toda la reunión no pudo quitarle su vista de encima, Adoniram Judson se había enamorado. La visitó durante un mes y luego le hizo saber sus intensiones: el matrimonio, él dudaba que ella aceptara dejar su vida de lujo y comodidades por irse con él de misioneros, pero mantuvo su proposición. El 24 de setiembre de 1810, terminó sus estudios en el Seminario Teológico de Andover, un mes después Ann aceptó casarse con él. Ahora solo restaba esperar que la Junta Americana les diera luz verde para viajar, pero esta decidió que fuera Adoniram el que vaya a plantear su situación y pedir ayuda económica a la Sociedad Misionera de Londres, partió de Boston el 11 de enero de 1811.

En esos momentos Inglaterra y Francia estaban en guerra y los corsarios franceses tenían la autorización de su gobierno para abordar y saquear cualquier nave enemiga, eso contaba a las estadounidenses. El barco en el que viajaba fue abordado y Adoniram solo tuvo tiempo de salvar sus Biblias (una en inglés, otra en hebreo y otra en latín), y la carta de Ann antes de ser apresado por los franceses. Toda la tripulación fue amarrada y encerrada en la bodega sin luz del barco francés, ahí permaneció Adoniram sin comida ni agua, y lleno de olores nauseabundos. Para mantener ágil su mente leía la Biblia en latín o en hebreo y la traducía al otro idioma, así lo encontró un día el médico que de vez en cuando bajaba a verlos. Empezó a hablarle en latín y Adoniram le contó que era pastor, el médico le permitió tener un camarote, bañarse y comer con ellos en cubierta. Pero una vez que llegaron a Bayona, Francia, lo juntaron con los demás prisioneros. Adoniram sabía que tenía que hacer algo, empezó a gritar en francés (el poco que aprendió en el barco) que él era estadounidense y que debían liberarlo; la multitud se reía de él tal vez porque estuviera haciendo mal uso del idioma así que empezó a gritar en inglés negándose a callarse pues Ann lo esperaba, la Junta americana confiaba en él y los birmanos necesitaban escuchar el evangelio.  Mientras avanzaba gritando todo lo que se le ocurría (como la injusticia de su aprensión y que era estadounidense) un oficial militar lo calló y le dijo que él lo ayudaría. Los franceses los llevaron a una mazmorra, una hora después el oficial lo ayudó a escapar de la prisión y lo llevó a un barco que lo sacaría de Francia, Adoniram nunca supo quién fue este buen samaritano.

Cuatro meses después de salir de Boston, Adoniram llegó a Londres, mayo de 1811. Se reunió con la Sociedad Misionera y les planteó su pedido: financiar a cuatro misioneros extranjeros pero bajo el control de la Junta Americana. La SML le dijo que era imposible dejar de lado a sus misioneros por otros extranjeros. A Adoniram no le importaba quién lo patrocinara así que les pidió que los envíe como misioneros de la SML, esta propuesta sí fue aceptada. En enero de 1812 Samuel Newell (colega suyo y comprometido con la mejor amiga de Ann) localizó un barco que los llevaría a la China, debían viajar antes de que la inminente guerra entre Inglaterra y Estados Unidos dé inicio. El 5 de febrero de 1812 Adoniram se casó con Ann, trece día después debieron embarcar en el Caravan que saldría hacia Calcuta, India, con ellos y con los Newell. Los otros tres misioneros irían en el Harmony. El viaje se dio relativamente tranquilo, el 15 de junio de 1812 el Caravan llegó a Calcuta primero que los otros. En la estación de policía les dieron un certificado para demostrar que habían pasado por ahí, pero que necesitaban tener un permiso de la Compañía de la India Oriental para residir allí, lo cual era difícil de recibir. Adoniram había leído sobre William Carey, misionero en India quien había sido uno de los fundadores de la SML, y que este trabajaba en la Universidad de Fort William, preguntó por su ubicación y fueron a verlo. Él les contó algunas realidades de Birmania (su hijo Félix trabaja en Rangún, Birmania, como médico y solo porque se había casado con una birmana) y que iba a ser muy difícil que les permitan ingresar al país. William Carey les consiguió una autorización para permanecer en el país hasta que sus compañeros lleguen y los invitó a quedarse con él en Serampore, lugar que deslumbró a Adoniram por su considerable tamaño. Allí permanecieron durante dos semanas hasta que les ordenaron presentarse en la comisaría de policía de Calcuta, donde la compañía los declaró personas “indeseables” y ordenó al capitán del Caravan que los regresara a Estados Unidos. Durante este tiempo Adoniram y Ann fueron bautizados por inmersión, como los bautistas, por William Ward. E incluso estos se ofrecieron para financiarlos hasta que los bautistas estadounidenses, a quienes les escribieron, quisieran hacerlo. Joshua Marshman, de la misión de Serampore, consiguió que se les permitiera viajar en otro barco hacia la Isla de Francia (Isla Mauricio, actualmente), encontraron al Coronel Gillespie, el que solo podría transportar a dos personas, como Harriet Newell daría a luz pronto fueron los Newell quienes tomaron el barco. Cuatro días después llegó el Harmony con los otros cuatro misioneros lo que enfureció a la Compañía de la India Oriental la que notificó que serían deportados a Inglaterra.

Los Nott y Gordon Hall consiguieron pasajes rumbo a las islas Ceilán, los Judson y Luther Rice no encontraron barco e hicieron un último intento por pedir permiso a la compañía para que se les permita ir a la Isla de Francia y no a Inglaterra, milagrosamente la compañía aceptó. En enero de 1813, cerca de Port Louis, Samuel Newell llegó en bote hasta el barco; les contó que su hija recién nacida murió de neumonía y que su esposa la siguió a mediados de noviembre. Decidió darles el alcance a los Nott en Ceilán, Luther Rice, debido a una dolencia de hígado y quien también se había hecho bautista, decidió regresar a Estados Unidos para recaudar fondos entre los bautistas de allá para los Judson. Ann estaba en avanzado estado de gestación mientras esperaban un barco que los lleve a Birmania, una vez localizado el Georgiana que partiría hacia allá decidieron abordarlo (en junio de 1813) a pesar de lo que sus amigos misioneros les decían: «Nos malgastes tu vida en Birmania. Regresa a Inglaterra y después vete a Estados Unidos, y encuentra un lugar en donde seas bienvenido para establecer una misión». En pleno viaje Ann dio a luz a una criatura muerta, ambos lloraron por largo tiempo. En julio de 1813 llegaron Rangún, Birmania, luego de pasar por la aduana buscaron la casa de Félix Carey, la única persona que conocían (al menos por nombre) en la ciudad. Su esposa les dio alojamiento hasta la mañana siguiente que llegó Félix de un viaje médico, este les dijo que podrían quedarse en la casa, con un criado y un jardinero, mientras él y su familia iban a Serampore a visitar a su padre, William Carey. Los días siguientes, Félix le enseñó varias costumbres que Adoniram tendría que aprender. Luego de tres meses de haber llegado y de haber estudiado el idioma, Adoniram decidió que era tiempo de visitar al virrey de Rangún, Mya-day-men, pero, al regresar a casa, dudaba que el virrey le haya hecho caso; Ann decidió ir ella a entrevistarse con la virreina a quien le causó muy buena impresión y la invitó a regresar.

A mediados de 1814, Félix Carey y su familia regresaron a Rangún, pero se mudarían de nuevo pues este había aceptado un puesto permanente en el gobierno real en Ava, pero a las pocas millas de recorrido una tormenta causó el naufragio que ocasionó a muerte de la familia de Félix el que terminó deambulando entre las regiones en vez de continuar hasta Ava. De esta manera se quedaron los Judson solos en Rangún. En mayo de 1814 se fundó una Convención Misionera Bautista en Estados Unidos, fomentada por Luther Rice, de esta manera el apoyo financiero de la misión de Serampore ya no fue necesario. Además, llegaría una pareja misionera más para acompañarlos: los Houghs. El 11 de setiembre de 1814 nació Roger Williams Judson el primer bebé blanco que naciera en Rangún, pero cuando cumplió seis meses, en 1815, el bebé murió, sus padres entraron en una profunda depresión que no les dejaba salir de su casa. A los cuatro días, la virreina fue a visitarlos y a sacarlos a pasear para que se distraigan, pronto el matrimonio se volvió a concentrar en su labor misionera, Ann inició una escuela en su casa donde enseñaba a niñas a leer en birmano. En octubre llegaron los Houghs con una imprenta, Adoniram continuó con la traducción del evangelio de San Mateo y por las noches se reunía con hombres de la localidad, la escuela de Ann crecía a la vez que ella colaboraba con su esposo en la redacción de unos folletos evangelísticos, los que alcanzaron siete páginas y se terminaron en 1816, al año siguiente George Houghs imprimió un millar de copias. En marzo de 1817 Maung Yah tocó la puerta de Adoniram, venía a adorar en la pagoda de Shwe Dagon pero se detuvo ahí porque había leído el folleto e insistió en que se le diera algo más, Adoniram le dio los cinco primeros capítulos de San Mateo que recién había impreso.

Empezando a desalentarse por no tener ningún convertido, Adoniram recordó que William Carey le había contado, mediante carta, que había un pequeño grupo de cristianos birmanos en Chittagong, se le ocurrió que si invitaba a algunos para que den su testimonio a los cristianos de Rangún estos se den cuenta de que sí se puede ser ambas cosas a la vez: cristiano y birmano. El 25 de diciembre de 1817, Adoniram partió en el Two Brothers rumbo a Chittagong, repentinamente enfermó gravemente a bordo y un viaje que sería de diez o doce días se convirtió en uno de casi cuatro meses y encima llegaron a otro destino: Masulipitam, allí envió una nota a cualquier ciudadano inglés que lo socorra así enfermo y lo saque del barco. Un oficial del ejército británico fue en su auxilio, algunas semanas después, el 1 de abril de 1818, partió por tierra a Madrás, India, donde se alojó con el capellán de la Compañía de la India Oriental hasta que llegara un barco que lo llevara de regreso a Rangún, este llegó a finales de julio y para principios de agosto ya estaba de regreso. Pero las cosas eran diferentes ahora tras siete meses de ausencia, George Houghs había sido apresado y Ann tuvo que escribirle al nuevo virrey una petición para saber si esto era por orden de él, el virrey soltó a Houghs pues él no había mandado apresarlo, pero luego se desató una epidemia de cólera que llegó junto a rumores de guerra entre británicos y birmanos lo que atemorizó a los Houghs quienes se irían a Calcuta en unos días.
A mediado de setiembre de 1818, llegaron dos nuevos matrimonios misioneros: los Wheelock y los Colman los que empezaron el aprendizaje del idioma gracias al libro de gramática y al diccionario que Adoniram había hecho. Pero a los pocos días los hombres recién llegados, James y Edward, enfermaron de tuberculosis. James se recuperó y Edward fue llevado en barco por su esposa, estaba muy grave cuando en medio de una tormenta se lanzó de la cubierta al mar. Recuperados todos, Adoniram decidió que necesitaban un lugar “neutral” que permitiera compartir con más birmanos la palabra de Dios, compró un terreno en la parte posterior de la misión, justo en el camino a la pagoda de Shwe Dagon, y con ayuda de James Colman construyó un zayat (edificio con techo y sin paredes donde los birmanos se reunían para hablar), en abril de 1819, donde miles pasaban a diario. Aquí llegó Maung Nau quien luego de varios días en que asistía religiosamente aceptó convertirse al cristianismo e incluso quería bautizarse, pero Adoniram sentía que algo en el país no estaba bien. Pronto se enteró que el rey había muerto y que ahora tenían a uno nuevo: Bagyidaw el que siguiendo las tradiciones había matado a todo aquel que podría serle desleal: todos los siervos del anterior rey, la gran mayoría del ejército y algunos familiares.

En noviembre de 1819 habían dos nuevos convertidos: Maung Tala y Maung Byaay (Maung significa joven) y también pedía ser bautizados. Hecho que alejó a los demás birmanos del zayat de Adoniram, este decidió que tenían que hablar con el nuevo rey y si contaban con su aprobación podrían estar tranquilos ante sus enemigos. Adoniram y James enrumbaron hacia Ava, la capital, llegaron en enero de 1820. Con la ayuda del antiguo virrey de Rangún, Mya-day-men, hoy primer oficial del nuevo rey, lograron una audiencia con este. Pero alegando que en su reino no había lugar para libros religiosos extranjeros mostraba su desagrado. El 18 de febrero de 1820 regresaron a Rangún, Adoniram estaba decidido a dejar Birmania y dirigirse a Chittagong, pero los nuevos creyentes no querían que los dejen persuadiendo así a Adoniram a quedarse, quienes se fueron a Chittagong fueron los Colman. A finales de marzo, Ann y Adoniram eran los únicos, de nuevo, en Rangún. La salud de Ann se debilitaba día a día y Adoniram estaba seguro que debía llevarla a Calcuta para que la vea un médico, el 19 de julio de 1820 ambos dejaban Rangún, ella por primera vez desde su llegada hace siente años, a los cinco meses regresarían al que era su hogar.

Al tiempo la iglesia constaba de diez miembros, con estudios bíblicos, clases de alfabetización para niñas y mujeres y la labora de traducir la Biblia al birmano. Adoniram volvió a ver a Maung Yah, a quien conociera en 1817, el que había leído todo lo que Adoniram le dio y aceptaba su contenido queriendo formar parte de la iglesia. En julio de 1821 terminó la traducción de los cuatro evangelios y las cartas de Juan y para ese momento Ann se enfermó tanto que debió regresar a Estados Unidos para mejorarse. Adoniram se quedó solo hasta que en diciembre de 1821 llegaran Jonathan y Hope Price enviados por la Misión Bautista Americana, Jonathan era doctor y extirpaba cataratas, pero Hope murió de disentería, seis semanas después de llegar. Los Hough volvieron con la imprenta para ayudar a Adoniram y seis meses después el rey pedía la presencia del doctor Price el que debía ir con Adoniram pues aún no dominaba la lengua. El rey quería saber más sobre las operaciones del doctor Price y los mandó a quedarse en Ava por si los necesitaba, allí Price operaba a muchos pero con una mujer el bisturí se desvió dejándola ciega, Price se sentía tan mal por lo ocurrido que la tomó por esposa allí mismo. Al mismo tiempo llegó la noticia de la muerte de James Colman. En enero de 1823 Adoniram pudo regresar a Rangún donde iba a construir el kyoung (casa sagrada) autorizado por el rey mientras esperaba la llegada de Ann para diciembre, venía con dos nuevos misioneros Jonathan y Deborah Wade, los que se quedarían en Rangún. Él y Ann partieron hacia Ava, ella había traído una carta de la universidad Brown en la que se nombraba a Adoniram como Doctor Honoris Causa en Teología, ahora podría llamarse Doctor Judson. Una vez en Ava, el doctor Price les contó que el conflicto entre birmanos y británicos empeoraba, los amigos de Adoniram en la corte no estaban o no querían verlo, Ann era su consuelo. Conoció a un ciudadano europeo, Henry Gouger, un comerciante que se había hecho rico pero no podía sacar su oro y joyas del país. Cuando el conflicto entre Birmania e Inglaterra empeoró, todo extranjero era visto sospechoso, el ejército birmano apresó a George pues creían que era espía por tener mapas de la ciudad, además, encontraron recibos de dinero que Henry le había entregado a Adoniram (este ayudaba al misionero a recibir el dinero de la Misión Bautista a través de su banco) por este motivo, el 8 de junio de 1824, Adoniram fue hecho prisionero también. Lo llevaron a la Prisión de la Muerte, donde lo amarraron a tres pares de grilletes, lo metieron a una celda donde también estaba Henry Gouger, el capitán de un navío que había conocido y algunos hombres más, poco después traerían al doctor Price. El consideraba a todos los extranjeros como espías. Por las noches los colgaban, por medio de los grilletes de sus tobillos, a un palo de bambú, con medio cuerpo sobre el piso. Los prisioneros no recibían comida solo la que sus familiares o amigos les llevaban, pero la celda olía a podrido, a vómito y a heces. Dos días después de su encarcelamiento, Ann lo visitó llevándole comida siempre que lograba persuadir a los Caras Manchadas que vigilaban.

A Adoniram le preocupaba qué pasaría con la traducción de la Biblia que Ann había enterrado en el jardín trasero para que los guardias no la destruyeran, se le ocurrió que metiese las hojas dentro de la almohada más vieja que encuentre (para que los guardias no se la queden) y se la lleve a la prisión. La persistencia de Ann por conseguir que algún oficial del gobierno los ayude dio resultados, los presos fueron llevados, durante el día, a unas chozas de bambú en el patio de la cárcel. El 26 de enero de 1825 Ann dio a luz a su tercera hija la que llamó María Elizabeth Butterworth  Judson. Una mañana de marzo, los guardias enviaron a Adoniram a su celda sin su almohada, la que dejó en la choza que fue destruida, temiendo que ahora sí perdería su traducción. A las tres de la mañana, los guardias bajaron el palo de bambú, desataron a los extranjeros, y, formando una fila, los sacaron al patio, donde les pusieron dos pares de grilletes más. El 2 de mayo de 1825, los guardias sacaron a los extranjeros, les quitaron los grilletes, los ataron de dos en dos, y los trasladaron al juzgado donde se trasfería su custodia a otro comandante, este los llevó a una choza (a trece kilómetros) donde los volvieron a engrilletar y a colgar en el palo de bambú por las noches. En agosto de 1825, Adoniram fue trasladado a la cárcel de Amarapura, el rey los había hecho llevar para que tradujeran el tratado de paz entre Birmania e Inglaterra. Pero este no se ratificó hasta noviembre de 1825, fecha en la que liberaron a los presos extranjeros. Los británicos tenían más documentos por traducir por lo que pidieron su ayuda en Yandabo, trabajo que finalizaron, él y a su amigo Henry Gouger, en marzo de 1826.

Los Judson regresaron a Rangún, luego de la guerra la casa de la misión continuaba de pie, y para cuando Adoniram empezaba a tener fuerzas para iniciar la traducción del Nuevo Testamento llegó Maung Ing, un convertido que había rescatado la almohada solo como recuerdo de su amigo estadounidense y había encontrado dentro la traducción de la Biblia. Los Judson se mudaron a la ciudad de Amherst el 2 de julio de 1826, tiempo en el que la Compañía de la India Oriental le pidió su ayuda para traducir un acuerdo comercial con el gobierno birmano, esta le ofreció intentar que el gobierno birmano permita la libertad religiosa. Las negociaciones se alargaron tanto que para noviembre aún continuaba en Ava, separado de su familia, el 24 de noviembre de 1826 le llegó la noticia de la muerte de Ann quien había tenido una fiebre imposible de curar que le causó un coma y luego la muerte. Tres días después, también morían la esposa birmana del doctor Price (con quien Adoniram se hospedaba) y su bebé. A finales de enero de 1827, Adoniram terminó su trabajo con la compañía sin obtener ninguna cláusula que garantice la libertar religiosa. Meses después llegaron los misioneros George y Sarah Boardman y su hijita. Las noticias tristes llegaron casi todas juntas: seis meses después de Ann moría su hija María Elizabeth (de dos años y tres meses), en julio recibiría la notica de la muerte de su padre y no mucho después la de su hermano Elnathan, seguido por su viuda y su única hija. La depresión lo acompañó hasta principios de 1830 cuando llegaron Cephas Bennet y su familia, él era impresor y esto reanimó el deseo de Adoniram por imprimir sus traducciones.

Llegarían después las noticias de la muerte del doctor Price cuyos hijos se ocuparon los Boardman, que ya  tenían dos propios: Judson y George. Adoniram decidió irse a Moulmein donde los cristianos birmanos necesitaban un líder. En marzo viajó a Rangún donde se daban las fiestas de la pagoda de Shwe Dagon, Cephas Bennett preparó diez mil folletos para esa fecha y Adoniram se encargó de repartirlos. La gente llegaba a decirle «Escuchamos que existe un infierno eterno. Estamos aterrados. Denos algún escrito que nos diga cómo librarnos de él». Para 1831 el número de birmanos bautizados alcanzó los doscientos diecisiete. Por lo que Adoniram dedicó dos años y medio para terminar la traducción de la Biblia completa al birmano, el 31 de enero de 1834 terminó tal trabajo. Recibió una carta de felicitación de Sarah Boardman, viuda desde 1831; las cartas se hicieron más personales hasta que ambos enamorados se casaron el 1 de abril de 1834. En diciembre de ese año, Sarah envió a su único hijo con vida: George (de siete años) a los Estados Unidos, su hijo Judson había muerto hacía varios años al igual que los hijos del doctor Price que ellos adoptaron. El 31 de octubre de 1835 nació el primer bebé de ambos: Abigail Ann, le siguieron Adoniram (7 de abril de 1837), Elnathan (15 de julio de 1838) y Henry (31 de diciembre de 1839).

Por fin en octubre de 1840, pasados seis años de su traducción, Adoniram vio el primer ejemplar de la Biblia birmana, con mil doscientas páginas. Sarah y los niños enfermaron, por lo que se mudaron a la misión de Serampore, todos mejoraron menos Henry, el que moriría el 31 de julio de 1841 y que fuera enterrado junto a las tumbas de William Carey, William Ward y Joshua Marshman, los tres hombres que tanto influenciarían las vidas de Adoniram y Ann. Luego de esto regresaron a Birmania y en julio de 1842 tuvieron un nuevo bebé que también llamaron Henry, luego siguieron Charles (18 de diciembre de 1843) y Edward (27 de diciembre de 1844). En marzo de 1945, ambos estaban mal de salud, ella con largos periodos de enfermedades y él con una tos que lo estaba dejando sin voz. En abril decidieron llevarla a Estados Unidos, viajarían con Abigail, Adoniram y Elnathan, los menores se quedaron al cuidado de familias misioneras. Sarah murió el 1 de setiembre de 1845, fue enterrada en el cementerio de una iglesia de la Isla Santa Elena. «Durante algunos días, en la soledad de mi camarote y rodeado del llanto de mis desdichados hijos, me sumí en un intenso dolor. Pero la promesa del evangelio vino en mi ayuda, y la fe volvió a iluminar el mundo radiante de la vida eterna...»

Cuando llegaron a Boston una multitud los esperaba, todos los cristianos habían leído la biografía que había escrito Ann Judson y esperaban conocer y escuchar al “santo de Birmania” como lo llamaba la prensa. Después de meditarlo decidió que Adoniram hijo y Elnathan fueran a vivir con los Newton, amigos de Sarah que habían criado a George, su hermano mayor, y que enviaría a Abigail Ann con su hermana Abigail en Plymouth, ahí le esperaba una triste noticia: su hijo Charles había muerto un mes antes que Sarah. En uno de sus viajes por el país invitado para predicar o dar conferencias conoció a Emily Chubbock, escritora de novelas románticas de treinta años, con quien simpatizó y a quien le encargó que escribiera la biografía de Sarah. A medida que pasaban más tiempo juntos, el respeto se transformó en amor y ambos terminaron enamorándose a pesar de que él era veintisiete años mayor. El 2 de junio de 1846 se casaron y partieron hacia Birmania, una vez allá recogieron a los dos pequeños hijos de Adoniram que se apegaron a Emily muy rápido. La familia se mudó a Rangún donde permanecieron hasta el 31 de agosto de 1847, fecha en la que se mudaron a Moulmein, cerca de Amherst donde Emily dio a luz a su hija Emily Frances Judson el 24 de diciembre de 1847. Emily terminó la biografía de Sara la que envió a Estados Unidos para su publicación, mientras Adoniram concentraba sus fuerzas en la revisión del diccionario birmano-inglés. Para 1850 Adoniram estaba muy mal, el médico recomendó una travesía en barco como última esperanza, pero a los nueve días de iniciado el viaje, el 12 de abril de 1850, Adoniram murió y fue arrojado al mar en un tosco ataúd. Después de considerarlo, Emily decidió regresar a Estados Unidos con sus tres hijos a donde llegaron sanos y salvos en octubre de 1851. Emily colaboró con el presidente de la universidad Brown en la biografía que este escribía sobre Adoniram Judson. El 1 de junio de 1854 Emily Judson murió víctima de la tuberculosis.

La traducción de la Biblia en la que tanto empeño puso Adoniram Judson continúa siendo la única traducción birmana disponible. «¡No estoy cansado de mi trabajo ni de la vida, pero cuando Cristo me llame iré con la alegría que siente un muchacho al abandonar la escuela!»

miércoles, marzo 28, 2012

Ya no te siento




Cómo te quise
amor imperfecto y ufano
Cómo te deseé 
llenando cada espacio vacío de mi soledad
Cómo te soñé
niño risueño de voz candorosa
Cómo te esperé
pacientemente en cada rincón de mi ilusión
Cómo te lloré
amargamente con cada latido, con cada respiro
Cómo te amé 
tonto y escurridizo, por momentos mío
Cómo de feliz hubieses sido
si por un momento me hubieras querido
Es que, ay, cómo te quise
eras inmortal, todo un sueño
tan satírico y perfecto
Pero cierto es que ya no te siento
eres tan modoso, tan dispuesto
tan normal e imperfecto



17febrero2012

viernes, marzo 02, 2012

Poco agradezco...


εїз

Volví a ir al mercado. 
En una mañana de verano de casi 34°C en esta no olvidada ciudad del mundo.
Mientras esperaba a que mi mamá pague por sus verduras, vi a un vendedor que bien podría ser mi papá. 
Bajo el inclemente sol, con su piel cobriza y su gorro desgastado, ofreciendo sus bolsas, manteles, mandiles, secadores y cuanta mercadería le quepa en los brazos, imaginé lo difícil que debe ser para él empezar y terminar cada mes. 
Trabajando bajo altas temperaturas solo para cumplir con su hogar, no para lujo sino para lo que urge. 
E imaginando casi me puse a llorar. 
No por lástima. 
A llorar porque, aunque sea a diario y me parezca mucho, poco agradezco a Dios por el trabajo de mi papá, por el de mi mamá, y por el título que me han pagado. 
Y en ese momento, agradecí a Dios porque no tendré que depender, en invierno o verano, de un mercado olvidado de provincia para alimentar y educar a mis hijos. 
Agradecí a Dios porque Él siempre ha bendecido mi hogar. 
Y agradezco a Dios porque, una vez más, me hace darme cuenta que, a pesar de mis limitaciones y en comparación con tanta pena, Él me tiene como a una reina. 


martes, 28 febrero, 2012

jueves, febrero 16, 2012

Devuélveme mi alma




Mi cerebro imagina
una romántica historia de dos
Mi corazón dicta
los más cursis diálogos jamás inventados
Mi deseo pide
se le ponga tu rostro al amor
Mientras mi alma solo te suplica
ser devuelta, por favor

Tú la tienes sin saber
desde que yo te la di sin querer
Un poco en cada sueño inventado
Mucho en cada mirada cómplice
Algo en cada deseo pedido
Nada en cada beso no dado


Devuélveme mi alma 
por favor, te lo pido
Porque yo ya
mucho imagino, mucho anhelo
quizás hasta mucho sueño
pero poco pido, poco espero
quizás tan poco como creo
Aunque tu poco puede ser mi mucho
Cuando mi mucho te parece poco 


Sobrevivo aunque no respire
cada vez que tu recuerdo me toca
Cómo pesa un corazón roto
que a pedazos aún te evoca
que sangrando aún te llora

Sobrevivo aunque no olvide,
a ese tú, todo tú, que me hechiza
Cómo pesa un corazón herido
en un cuerpo que sin ti agoniza
en un cuerpo que aún hoy te llora

Sobrevivo aunque imagine
esos tus labios en mi terca boca
Cómo pesa tu recuerdo
en un alma medio hueca
en un corazón que aún te evoca

Devuélveme mi alma
te lo suplico en el silencio
Y así tú sin saberlo
me abrirás el camino 
para vivir sin amarte
para recordar sin llorarte
para sobrevivir sin dolor
para no morir de amor...




16febrero2012
By me