jueves, agosto 30, 2012
Desmoronándome
♥
Y aquí estaba yo, esperándote.
Sentada en mi banca del mismo café.
Soñando los sueños que soñaba ayer.
Y ahí me veía yo, esperándote.
Pensando en palabras que deseaba oír.
Recordando tu boca con el mismo mentir.
Y ahí estaba yo, desmoronándome.
Guardando silencio cuando quería gritar.
Gritando en silencio cuando quería llorar.
Y yo ni más estaré ahí,
ni en la misma banca ni en el mismo ayer.
Porque hoy estoy aquí,
negándome a soñar y cansada de esperar.
Byme, 30agosto12
♥
miércoles, junio 20, 2012
Feas tus manías. Feo tu amor.
♥
Qué fea manía la tuya
al aparecerte así porque sí
sin enviar alguna señal
para con apuro yo huir.
Qué fea manía la tuya
al desaparecer tan de pronto
sin darme una pista
dejando un vacío tan hondo.
Qué fea manía la tuya
de enamorarme tan rápido
sin darle tregua al rechazo
solo a este tonto amor ciego.
Qué fea manía la tuya
de desilusionarme tan lento
sin darle opción a mi corazón
para por ti seguir latiendo.
** *** ** **** ** *****
♥
El amor no correspondido duele,
duele mucho más que un amor quebrado.
El corazón rechazado se quiebra en mil cada día,
mientras el ya no amado tiene un solo fin.
El beso no dado arde en cada poro de la piel,
en la cobardía de solo sentir y nunca decir.
El abrazo de amigos el peor ardid
para destrozar un alma que desea amar.
Las caricias inocentes queman la piel
de quien las recibe esperando algo más.
Los susurros cómplices alimentan un sueño
que tendrá mil noches de luna nueva.
Las miradas lastimera son el preludio
de una muerte peligrosa y lenta.
El amor no correspondido mata,
mata la ilusión de un corazón que por vez primera ama.
** *** ** **** ** *****
♥
17febrero2012
Qué fea manía la tuya
al aparecerte así porque sí
sin enviar alguna señal
para con apuro yo huir.
Qué fea manía la tuya
al desaparecer tan de pronto
sin darme una pista
dejando un vacío tan hondo.
Qué fea manía la tuya
de enamorarme tan rápido
sin darle tregua al rechazo
solo a este tonto amor ciego.
Qué fea manía la tuya
de desilusionarme tan lento
sin darle opción a mi corazón
para por ti seguir latiendo.
** *** ** **** ** *****
♥
El amor no correspondido duele,
duele mucho más que un amor quebrado.
El corazón rechazado se quiebra en mil cada día,
mientras el ya no amado tiene un solo fin.
El beso no dado arde en cada poro de la piel,
en la cobardía de solo sentir y nunca decir.
El abrazo de amigos el peor ardid
para destrozar un alma que desea amar.
Las caricias inocentes queman la piel
de quien las recibe esperando algo más.
Los susurros cómplices alimentan un sueño
que tendrá mil noches de luna nueva.
Las miradas lastimera son el preludio
de una muerte peligrosa y lenta.
El amor no correspondido mata,
mata la ilusión de un corazón que por vez primera ama.
** *** ** **** ** *****
♥
17febrero2012
jueves, mayo 24, 2012
Una VIDA hecha LIBRO - Parte VI
6. AVENTURERA FANTÁSTICA. La vida de Gladys Aylward (1902 – 1970)
–Janet &Geoff Benge
Por
improbable que pareciera, Gladys Aylward estaba segura de que Dios la había
llamado para ser misionera en la China. Pero, a los veintisiete años de edad,
fue expulsada de una escuela de preparatoria de misioneros por haber reprobado
la asignatura de Sagradas Escrituras. Sin recibir estudios formales y sin
contar con el apoyo de una organización misionera, Gladys ahorró con esfuerzo
para costearse el viaje por tierra que la llevaría al país y al pueblo que Dios
había grabado en lo más hondo de su corazón... ¡China!
Este
relato es una aventura increíble de fe y determinación. Gladys Aylward, una
criada inglesa, se atrevió a confiar en Dios en medio de situaciones extremas
y, aparentemente, imposibles. Su vida ha pasado a engrosar la lista de las
grandes biografías misioneras de nuestro tiempo.
A los veintisiete años, Gladys Aylward, la que trabajó
como criada desde los catorce años, reprobó el curso de Sagradas Escrituras en
la academia de la Sociedad Misionera al Interior de la China. El director la
recomendó como sirvienta a los ancianos misioneros Fisher, los que vivían en
Inglaterra. Estos, al ver su empeño y jovialidad, le recomiendan servir como
“hermana de rescate” en un misión que se encargaba de rescatar jovencitas de
las calles. Pasó un tiempo como rescatadora, pero ella tenía en su corazón a
China. Decide trabajar como criada para ahorrar dinero para su pasaje, de este
modo llega donde Sir Francis Younghusband en donde empieza a ahorrar, abre una
cuenta en la agencia de viajes para su boleto, y ensaya lo que es predicar en
el Hyde Park Corner (Londres). Una tarde, una señora de la iglesia le cuenta
sobre una misionera viuda (la Sra. Lawson) que regresaría a China y deseaba
alguien que la ayude allá, a quien también pueda enseñar sobre el trabajo
misionero. Gladys le pidió su dirección y le escribió ofreciéndose como
voluntaria. Esta le responde que sí puede unirse a ella y que la esperaría en
Tien-tsin. El 15 de octubre de 1930, Gladys sale en tren rumbo a China puesto
que haría la mayoría del recorrido por tierra. En el barco rumbo a Holanda
conoció a una pareja de cristianos, los que le regalaron un billete de una
libra.
El viaje continuó por tierra sin contratiempos pero con
temperaturas frías. Una noche, el tren se detuvo en medio de la nada y no
seguiría hasta Chita donde ella tendría que tomar otro tren hacia Tien-tsin. Al
bajar para averiguar qué pasaba, se encontró en una estación improvisada en
donde el maquinista, el revisor, y el fogonero tomaban café, por medio de
gestos y señales (no hablaban inglés) le dijeron que el tren no seguiría porque
tendrían que llenarlo con soldados heridos antes de partir hacia Chita, lo que
demoraría una semana o un mes. Gladys no contaba con provisiones para tantos
días, decide hacer el trayecto a pie. A medida que avanzaba, cargando sus dos
maletas (una con ropa y otra con provisiones), el frío, el hambre y el
cansancio la obligan a prepararse un café y dormir un poco en medio de la nada.
Al llegar a la estación de Chita, se tumbó encima de su equipaje muerte de
hambre y de sueño. Había empleado treinta horas para llegar hasta ahí, sin
fuerzas y con mucha hambre nadie la ayudaba ni le ofrecía ayuda. Pensando qué
hacer, vio a un oficial de aspecto importante y pensó que si le hacia una
zancadilla, al pasar este por su lado, la encarcelaría y así, al menos, tendría
un lugar caliente donde dormir.
No necesitó hacer nada, al principio los soldados le
hablaban en otro idioma, al parecer indicándole que deje la vía libre. Ella no
les hizo caso y ambos soldados la llevaron a un pequeño calabozo, al que le
faltaba un pedazo de ventana y que estaba igual de frío que el andén. Algunas
horas después, la llevaron a una habitación donde le dieron un té caliente y le
revisaron el corpiño (en donde llevaba escondido algún dinero, su pasaporte, y
su Biblia). Ella les enseñó su pasaporte diciéndoles que era británica. Uno de
ellos que hablaba un poco de inglés, con un acento ruso, confundió su profesión
con la de maquinista, a pesar de los esfuerzos de ella por explicarle que era
misionera este no entendía. La dejaron dormir en esa misma silla y a la mañana
siguiente le devolvieron sus maletas y su pasaporte junto a dos boletos de
tren, uno hacia Nikol’sk-Ussuriyskiy y el otro hacia Pogranichnaya. Cuando
llegó a la primera estación un oficial examinó su pasaporte y la llevó hacia
otro tren, ella imaginaba que una vez en Pogranichnaya haría un transbordo para
Harbin, China. Pero luego se enteró que aquel segundo tren se dirigía hacia
Vladivostok.
Nuevamente se hallaba sola en un lugar donde no sabía a
dónde ir o qué hacer. Al ver un cartel en inglés del hotel Intourist preguntó
en la calle cómo llegar, luego de varios intentos un hombre le indicó el
camino, una vez en el hotel el recepcionista examinó su pasaporte y le dio una
habitación. Le señaló a un segundo hombre el que volvió a mirar su pasaporte y
lo guardó en su camisa. Al llegar a la habitación, Gladys se quedó dormida en
la mugrienta cama y a la mañana siguiente este hombre le ofreció mostrarle la
ciudad; al segundo día, tras repetir el tour por la ciudad seguida de su
“intérprete”, Gladys intuyó que algo iba mal. Cuando regresaba a su habitación
una joven le susurró que la siguiera, una vez escondidas en una habitación esta
le dijo que tenía que recuperar su pasaporte y escapar porque muchos
extranjeros habían sido secuestrados y llevados a la fuerza al interior para
trabajar a favor de la guerra. Le dijo también que a la medianoche alguien la
iría a buscar para ayudarla a escapar. Gladys le pidió su pasaporte al extraño
hombre “intérprete”, este le dijo que estaba siendo examinado y que se lo
llevaría por la noche. Cuando llegó la hora, el hombre le llevó su pasaporte el
que había sido modificado, ya no aparecía como misionera sino como maquinista.
Pasadas las horas, llegó el hombre que había ofrecido la muchacha, Gladys lo
siguió hasta el puerto; allí se encontró con la joven la que le señaló un barco
japonés, que iría hacia Tsuruga, Japón, y en donde debía embarcarse sí o sí.
Gladys le suplicó al capitán del barco que la llevara con ellos, este aceptó
llevarla como su prisionera. Cuando estaba por subir al barco, llegaron los
soldados rusos a rodearla; Gladys lanzó sus maletas al barco y tiró el billete
de una libra que había guardado en el bolsillo de su abrigo lo que distrajo a
los soldados y así pudo saltar al barco antes de ser atrapada.
Una vez en Japón, el capitán del barco le entregó a su
“prisionera” a un funcionario británico; esa noche Gladys comió como nunca y
recibió como obsequio un pasaje hacia Kobe. Una vez allí, encontró la sede de
una misión donde comió, se bañó, y durmió en una cama agradable. Uno de los
misioneros canjeó la parte del pasaje que no había usado desde Chita a Harbin
por un viaje en barco hacia Tien-tsin. Una vez allí, Gladys se enteró, gracias
al director del colegio anglo-chino, que la señora Lawson no había ido a
recibirla y que, por el contrario, ella estaba en Cheng chou, muy lejos. Tres
días después, Gladys se enrumbó hacia Cheng chou en compañía del señor Lu, un
cristiano de negocios que viajaba en la misma dirección. Por las noches se
alojaban en k’angs (posadas de una
cama común para todos los viajeros), dos días antes de llegar a Cheng chou el
señor Lu se despidió de Gladys y siguió hacia su destino por otro camino;
Gladys llegó a Cheng chou veinticinco días después de dejar Tien-tsin, allí
encontró en la casa de la misión a la señora Smith la que le dijo que la señora
Lawson se encontraba en otra ciudad llamada Yangcheng a un día de distancia.
Gladys viajó hacia allá en una litera de
mula (una canasta en la parte trasera de la mula). Al llegar a Yangcheng
encontró a la señora Lawson en una casa de aspecto austero, según esta le contó
se trataba de una casa que creían encantada y la alquilaban a menos precio. La
señora Lawson no era tan amable y cariñosa como la señora Smith, pero le indicó
a Gladys que se instale en la habitación que mejor le parezca y le dio una
camisa y unos pantalones para que vaya más acorde con la cultura china. A la
mañana siguiente, cuando Gladys salió a dar un paseo por la ciudad fue atacada
por un grupo de mujeres que le arrojaron terrones de barro; Gladys regresó
llorando a la casa, la señora Lawson le dijo que llorar no servía de nada
porque todos los llamaban lao-yang-kwei,
diablos extranjeros, y debían acostumbrarse.
Pasó las semanas dando paseos por el vecindario y
aprendiendo el dialecto con Yang, el cocinero de la casa. Un día se le ocurrió
a la señora Lawson, gracias a un pensamiento en voz alta de Gladys, convertir
la casa en una posada y así aprovechar en evangelizar a todos los muleros que
pasaran por allí. Al cabo de unas semanas La Posada de las Ocho Felicidades,
como la llamaron, estaba lista para recibir a sus primeros huéspedes. Pero
nadie quería ir a una posada regentada por dos extranjeras, por lo que la
señora Lawson le dijo que debía agarrar a las mulas del correaje y jalarlas
hasta la posada, una vez allí nada las movería. Así lo hizo Gladys al día
siguiente, el mulero no se dio cuenta a dónde se dirigían las mulas hasta que
estuvieron dentro de la posada, al ver el pelo blanco de la señora Lawson soltó
las riendas y salió corriendo, pero al poco rato regresó traído, y
tranquilizado, por Yang, y por cuidar su carga. Cinco meses después, ya tenían
muchos amigos entre los muleros y a la posada le iba muy bien. Pero una tarde,
Gladys estaba dedicada en su estudio del idioma cuando la señora Lawson le
avisó que era hora del paseo habitual, Gladys se negó lo que irritó a la
anciana que la echó de la posada; con la ayuda de Yang, Gladys puedo unirse a
una caravana de mulas con destino a Cheng chou, donde la señora Smith.
Seis días después, llegó un mensajero para decirles que
la señora Lawson había tenido un accidente pero que no sabían
dónde estaba. Gladys emprendió el viaje en su búsqueda, cuatro días después la
encontró en la aldea de Chin Shui, herida y tumbada en el suelo de un patio
sobre una ruma de carbón, Gladys curó sus heridas. Se dio cuenta que la anciana
había estado en la intemperie y a la vista de todos por más de una semana sin
recibir ayuda. Gladys la trasladó a un cuarto privado en la posada y se quedó
con ella durante seis días, la señora Lawson
se había repuesto en parte pero Gladys decidió llevarla al médico europeo más
cercano, en Luan a seis días de camino en mula. El médico les dijo que nada
podía hacer por lo que Gladys la llevó de regreso a Yangcheng en donde Yang y
ella la cuidarían durante sus últimos días, dos semanas después la señora
Lawson murió. Gladys se quedó sola, sin dinero, sin amigos, y sin una
organización misionera que la apoyara, pero decidió continuar con su propósito
de evangelización.
Gladys descubrió lo que costaba mantener la posada; los
gastos de esta misma, como la renta, el carbón para el k’ang, y el alimento se cubrían con el mismo dinero que la posada
ganaba, pero cada año se debía pagar un alto tributo al mandarín, dinero que la
señora Lawson cubría con sus ingresos mensuales pero que ahora no había de
dónde sacar. Yang le dijo que lo único que podían hacer es presentarse en el yamen (palacio) delante del mandarín y
pedir su favor. Pero Gladys no contaba con la vestimenta apropiada para
presentarse delante de tal importante funcionario, y tampoco sabían qué clase
de protocolo debería seguir siendo ella extranjera. Pero les convino esperar,
porque una semana después llegó a la posada el mismo mandarín en persona para
pedirle su ayuda. Quería contratarla para que sea su inspectora de pies, el
nuevo gobierno había prohibido la práctica de ligadura de pies a las niñas de
hasta los diez años (ligarles los pies a las niñas hasta esa edad no permitía
que el pie crezca y así conserve su “belleza”, según sus creencias), además, le
pagaría por sus servicios. Gladys aceptó porque así podría hablar de Dios a
toda aldea a donde tuviera que ir como inspectora. Así es como fue de aldea en
aldea haciendo cumplir la nueva ley y contando historias bíblicas, al terminar
su recorrido, se lo hizo saber al mandarín y este la envió a que haga un
segundo viaje para confirmar que la ley se estaba cumpliendo. De esta manera,
Gladys se ganó el favor del mandarín el que mandaba a buscarla cada vez que
requería un consejo o la ayuda de la valiente mujer.
Los continuos viajes la obligaban a delegar a Yang el
cuidado de la posada, la señora Smith envió a Lu Yung-cheng, un nuevo converso,
para ayudarla. Una noche, llegó a la posada un soldado con una orden del
mandarín que requería su presencia en la cárcel en donde los presos se estaban
matando unos a otros en medio de un motín. Gladys no quería obedecer la orden
pues no veía cómo ella podía cooperar en ese problema, el soldado le dijo que
si no iba terminaría presa por desobedecer un llamamiento oficial. Una vez
allí, el director de la prisión le pidió que entre y detenga la pelea, le dijo
que nadie la lastimaría si era verdad que llevaba dentro de ella al Dios
viviente. Gladys sentía temor de hacerlo, si rechazaba el pedido se extendería
el rumor de que no tenía a Dios, y si entraba quién sabe lo que le podrían
hacer. Tras unos segundos para meditarlo, decidió que entraría. Una vez
adentro, una escena sangrienta la esperaba, vio varios cadáveres dispersos en
el patio, charcos de sangre y a varios hombres luchando con machetes y
cuchillos. Gladys se armó de valor y les ordenó que dejen sus armas y formen
una fila delante de ella. Observó que estaban desnutridos, vestidos con
harapos, con llagas en el cuerpo, y piojos en la cabeza, les dijo que había
sido enviada para averiguar en qué consistía el problema y para ayudar a
resolverlo, les mandó a limpiar el patio si es que querían que ella hable con
el director para ayudarlos. Uno de los presos se le acercó para pedirle perdón,
se llamaba Feng había sido acusado de robo cuando era sacerdote budista, le
dijo que todo había empezado con una pelea de dos, Gladys se enteró que no
hacían nada durante el día; cuando el director entró y le agradeció por su
conciliación, ella le sugirió que los presos debían tejer su propia ropa y
cosechar verduras para preparar su propia comida. Le prometió a Feng que
volvería para ver en qué podía ayudar, este le agradeció diciéndole “Ai-weh-deh”, días después se enteró que
esto significaba: virtuosa.
Cumpliendo su palabra, Gladys empezó a visitar a los
presos, les leía historias de la Biblia y les enseñaba higiene, además,
visitaba al director hasta que este acepto hacer algunos cambios; unos amigos
de este donaron dos telares, los comerciantes donaron hilo, un molinero donó
una rueda, y les enseñó a los presos a criar conejos para la venta. De esta
manera, Gladys había cumplido su compromiso: los presos comían bien y no
pasaban frío. Gladys, tres años después de su llegada, ya no era considerada un
diablo extranjero.
Un día, Gladys iba hacia el yamen del mandarín para darle un nuevo informe: ya no había niñas
con pies atados en todo el distrito, la costumbre había sido extinguida, cuando
vio a una anciana con una pequeña de cuatro o cinco años la que ofreció a
Gladys por dos dólares. Gladys se negó a comprar a la niña y cuando estaba
reunida con el mandarín le contó lo que había visto, este, por más que estaba
en contra de los vendedores de niños, no podía hacer nada pues estos
pertenecían a poderosos grupos de delincuentes. Al salir del yamen, Gladys vio a la vendedora en el
mismo lugar, esta le ofreció la niña por menos precio, al principio Gladys se
negó, pero al ver a la inocente criatura le ofreció a la anciana lo que tenía
en el bolsillo: nueve peniques. Así empezaron a llamar a la niña
(Nuevepeniques), la que a las pocas semanas se convirtió en una niña sana y feliz.
A los seis meses, Nuevepeniques encontró a un niño sin hogar, se acercó a
Gladys y le preguntó si ella podía comer menos. Nuevepeniques le dijo que si
ella comía un poco menos y Gladys un poco menos podían juntar esos dos menos y
alimentar al niño. Gladys la mandó a traerlo para que coma con ellas. De esa
forma ese niño de ocho años pasó a ser parte de la familia, lo llamaron Less
(que en inglés significa menos).
Gladys sintió que debía nacionalizarse china para poder
adoptar a los pequeños legalmente, el mandarín la ayudó (pese a que ella le
desobedeció al adoptar a Nuevepeniques) y en 1936 Gladys fue la primera
extranjera que adquirió la nacionalidad china. Por ese mismo tiempo, la señora
Smith falleció llegando a sustituirla Jean y David Davies, además, una viuda
convertida se instaló con Gladys en la posada para cuidar de los niños cuando
ella viaje como inspectora. Cuando caminaba por los campos oía a los nativos
cantar himnos cristianos, les encantaba. La familia, inesperada, de Gladys iba
creciendo: Nuevepeniques encontró a un niño vagando por las afueras de la
muralla, Gladys encargó al pregonero que anunciara su hallazgo pero nadie lo
reclamó, Boa-Boa pasó a ser el tercer hijo de Gladys. El cuarto niño, Francis,
llegó cuando el río se desbordó y muchos damnificados quedaron sin hogar o
huérfanos. El mandarín, que ya era amigo de Gladys, le confió el cuidado de una
niña huérfana llamada Lan Hsiang.
A medida que pasaban los años, los pobladores de
Yangcheng confiaban más en Gladys, el mandarín pedía su consejo para cada
decisión importante, y el director de la prisión le pidió que organizara una
escuela para enviar a sus hijos. Pero la sombra de la guerra azotaría China,
los japoneses empezaron a invadir poblados chinos y ampliando su conquista poco
a poco. Una mañana de 1938, los aviones japoneses sobrevolaron Yangcheng, la
gente salía de sus casas para ver los “vehículos que volaban como insectos”
pero de pronto empezaron a caer bombas. Gladys estaba en el segundo piso de la
posada que se vino abajo, resultó con heridas y hematomas pero ningún hueso
roto. Pronto las bombas se multiplicaron, Gladys salió a socorrer a la gente
que vagaba por la calle aturdida, las reunió rápidamente y ordenó que se
llevara a los heridos al yamen, que
se pusieran a los muertos en una fosa en el cementerio, y que se limpiara la
calle principal. Toda la tarde y noche Gladys socorrió heridos, un mensajero
del mandarín de Luan les llevó la noticia que esa ciudad había sido tomada por
los japoneses que ahora se dirigían hacia Cheng chou, y, dentro de pocos días,
llegarían a Yangcheng. Gladys comprendió su estrategia, bombardeaban las
ciudades para poco después, cuando las invadieran, encontrarlas débiles y de
fácil sometimiento.
El mandarín, Gladys, el director de la prisión y un
importante comerciante formaron un comité de emergencia que tomaría las
siguientes decisiones. Decidieron que luego de enterrar a sus muertos tendrían
que abandonar la ciudad. Gladys, que ya era responsable de unas cuarenta
personas, incluidos sus hijos, los huérfanos del ataque de Yangcheng, y los
nuevos conversos, se dirigieron a Bei Chai Chuang, ella sabía que este era un
lugar perfecto para refugiarse pues no aparecía en ningún mapa ni llegaba
ninguna carretera, además, en las colinas había varias cuevas grandes donde
pastores del lugar guardaban a sus ovejas, cerdos y cabras durante el invierno.
Les costó casi todo un día llegar a Bei Chai Chuang, los habitantes barrieron
las cuevas y dispusieron todo para sus huéspedes. Algunos granjeros les
prometieron que harían excursiones a Yangcheng para ver cómo andaba la
situación allá; a la noche siguiente, un granjero les dijo que había visto a
soldados japoneses marchar hacia la puerta este de Yangcheng; una semana
después, otro granjero les contó que los había visto salir por la puerta
occidental. Varios de los refugiados querían saber cómo estaban sus casas o si
sus familiares habían regresado, Gladys se ofreció como voluntaria para ir a
averiguarlo. Al atardecer, Gladys llegó a Yangcheng y encontró a la ciudad
envuelta en un silencio sepulcral. Cuando estaba viendo lo que quedaba de la
posada, oyó gritos en japonés, al parecer las tropas japonesas o no habían
abandonado la ciudad o habían regresado. Gladys logró escapar a través de la
puerta occidental, en medio de un intercambio de bombas entre los soldados
japoneses y los nacionales, pasó la noche en la hendidura de una roca sobre el
desfiladero por el que pasaban los soldados. A la mañana siguiente regresó a
Bei chai Chuang con la noticia de que tendrían que permanecer en las cuevas.
A comienzos de 1939, una incómoda paz llegó a Yangcheng,
la que duró solo hasta que llegaron noticias de que las tropas japonesas
estaban de regreso. Esta vez el Ejército Nacional Chino planeó que cada ciudad
sea destruida: que se demolieran los tejados de todo edificio, que se
sacrifique a los animales que no se pudieran trasportar, que se quemaran las
cosechas, y que los pobladores huyan a las montañas para que así los japoneses
no encuentren dónde albergarse. Antes de llevar a cabo la destrucción de la
ciudad, el mandarín invitó a Gladys al yamen
en donde realizaría una fiesta, ella fue presa de la curiosidad por saber qué
iba a decir su amigo. Presentes estuvieron las personalidades de Yangcheng. Cuando
terminaron de comer, el mandarín le dijo a Gladys «Ai-weh-deh,
he visto cómo eres y todo lo que haces y me gustaría ser cristiano como tú». Lágrimas de gratitud hacia Dios brotaron de los ojos de
Gladys, cualquier cosa que le sucediera valdría la pena con tal de haber
escuchado decir al mandarín que se hacía cristiano.
La guerra duraba ya casi un año y medio, la política de
tierra quemada enfurecía al ejército japonés, cuando este pasaba por una aldea
arrasada se vengaba ametrallando o lanzando bombas a cualquier cosa que se
moviera. Es así como Francis, uno de los hijos adoptivos de Gladys, perdió tres
dedos de la mano. A medida que este conflicto se prolongaba, miles de niños
quedaban huérfanos o eran separados de sus padres, algunos niños iban en
búsqueda de Gladys, la Ai-weh-deh, porque habían oído que ella cuidaba de los
huérfanos, es así como cuando llegó a tener más de ciento cincuenta dejó de
contar. Cuando Gladys se enteró que Yangcheng era un lugar seguro, decidió
regresar a la Posada de las Ocho Felicidades con los niños. Su amigo el
mandarín tuvo que huir con su familia pues los japoneses mataban a los
mandarines que capturaban. Una vez establecidos en Yangcheng con todos los
niños, Gladys visitó a la pareja Davies en Cheng chou, una noche la despertaron
unos gritos que procedían del cuarto de las refugiadas. Dentro habían soldados
japoneses amenazando a las mujeres, cuando Gladys entró uno de los soldados la
golpeó con la culata del fusil con todas sus fuerzas, Gladys cayó al suelo
inconsciente. Cuando recuperó la conciencia, Jean Davies le contó que detrás de
Gladys entró David, el que recibió un golpe que le desgarró la mejilla pero
pudo gritar a las mujeres que oraran. El furioso soldado apretó el gatillo
apuntando a su cabeza pero el arma no disparó las tres veces que este lo
intentó. Asustado el soldado huyó de la casa y los otros no sabían qué hacer,
mientras discutían llegó el capitán y se los llevó a todos.
Cuando estaba ausente de Yangcheng, Gladys recibió la
noticia de que su hijo mayor, Less, se había unido al Ejército Nacional y a las
pocas semanas le avisaron que había muerto en combate. Theodore White,
periodista estadounidense, llegó hasta la provincia de Shansi en donde escuchó
de Gladys, la encontró en Yangcheng y ella respondió a todas sus preguntas de
buena gana. Gladys quería que el mundo supiera el horror y lamento que China
estaba sufriendo, no se imaginó que el reportaje sería comprado por Time
Magazine y que sería leído por gente de Estados Unidos, Gran Bretaña y el resto
del mundo. Un general del Ejército Nacional le pidió a Gladys que le informara
cualquier despliegue japonés del que ella se enterara, este mismo le contó de
la señora de Chiang Kai-chek quien había fundado muchos orfanatos en la
provincia de Shensi, y que, si le escribía, tal vez tuviera lugar para los
niños que Gladys tenía. Esta señora le respondió que si los hacía llegar hasta
Sian, en Shensi, ella les daría lugar a los niños y algún dinero para apoyar su
obra. Todo pareció sencillo, uno de los recién convertidos, Tsin-Pen-kuang, se
ofreció a llevar al primer grupo y a traer el dinero cuando volviera por el
segundo grupo de niños. Gladys preparó a los primeros cien niños, prometió orar
por ellos, y cinco semanas después se enteró que habían llegado con bien. Pero
Tsin-Pen-kuang no regresó, fue robado y asesinado por los japoneses en su viaje
de regreso, además, una copia del artículo del Times cayó en manos japonesas
los que ofrecieron una cuantiosa recompensa por Gladys, viva o muerta. Cuando
ella se enteró de esto, pensó en una oración que la señora Lawson le enseñó: «Si he de morir, no tema yo a la muerte, mas tenga sentido, oh Dios, mi
sacrificio». Decidió ser ella quien llevara a los
demás niños a Sian, pero sabía que corría peligro, si los japoneses la
encontraban con noventa y cuatro niños de seguro los mataban delante suyo y
luego a ella.
Despertó a los niños, les dijo que se pusieron toda la
ropa que tuvieran, y que amarraran sus zapatillas a la cintura. Les dio a cada
uno su saco de dormir y los hizo formar dos filas, una de niños y otra de
niñas, por orden de estatura, los grandes cuidarían de los más pequeños y
cargarían la comida que ella preparó en fardos. Al llegar a la primera aldea,
un sacerdote budista los alojó en el templo para pasar la noche, le dijo a
Gladys que los soldados japoneses siempre rondaban esas zonas, y que si
descubrían a Ai-weh-deh, la mujer de la recompensa, no tendrían lástima de
ninguno de ellos. A la quinta noche, los niños más pequeños lloriqueaban de
hambre y temor, a las niñas más grandes les dolían los pies, los que habían
tenido atados de pequeñas cuando la costumbre aún era legal, a ella le dolía la
cabeza (mucho desde aquel golpe de fusil en Cheng chou), y se estaban quedando
sin comida.
Durante un momento de silencio, dos niños mayores que se
adelantaron retrocedieron anunciando que adelante venían soldados, pero Gladys
vio que se trataba de soldados nacionales. Cuando estos acortaron la distancia,
un avión japonés sobrevoló la zona y todos, soldados y niños, corrieron a ocultarse,
pero no hubo ataque pues lo pedregoso de la zona impidió que los pilotos los
vieran. Los soldados les ofrecieron quedarse con ellos y compartieron su cena
con todos, por primera vez Gladys se sintió libre para comerse toda su ración.
El duodécimo día, ningún niño mostraba la alegría del primer día, todos tenían
que avanzar con pies llenos de llagas. De pronto divisaron la aldea de Yuan
Chu, pero al llegar allí no encontraron más que un pueblo fantasma. Gladys no
se desanimó, siguieron hasta el río Amarillo, el que debían cruzar en barcas y
que estaba muy cerca. Permanecieron cuatro días en la ribera de este pues no
había barca alguna para cruzarlo; Gladys instó a los niños a cantar himnos y a
orar, estaban así cuando un soldado del ejército nacional los divisó desde una
colina; este bajó a socorrerlos y tras silbar apareció una barca, con su ayuda
pudieron cruzar el río. El grupo pasó la noche en una población cercana, en
donde los aldeanos compartieron su comida y k’angs
con ellos.
A la mañana siguiente llegaron a la estación de tren en
donde podrían tomarlo gratuitamente, por ser refugiados, hasta Sian. Cuando los
niños vieron la locomotora se espantaron y huyeron provocando las risas de la
demás gente, Gladys los convenció de que no estaban a punto de ser engullidos
por un dragón gigante y todos subieron a bordo. Al cuarto día de viaje, el
vagón paró de pronto en medio del camino, sin ninguna estación cerca; el
maquinista les dijo que el puente que debían cruzar había sido bombardeado y
que tenían que bordear la montaña a pie para alcanzar el siguiente tren en el
que continuarían el viaje; Gladys se sintió morir cuando supo que les costaría
cuatro o cinco días bordear el monte. Con la promesa de que al final del viaje
encontrarían té y comida caliente los niños siguieron adelante, cinco días
después llegaron a Tung Kwan, pero ahí se enteraron que los trenes que
circulaban solo transportaban carbón; con la confianza puesta en Dios, mandó a
los niños a estirar sus sacos y dormir. Un estibador de carbón vio a los niños
durmiendo en el andén y convenció al maquinista para que los transportara
encima del carbón, este aceptó, y, despertando a Gladys, todos fueron
acomodados entre los carbones. Tres días les costó llegar a Sian, pero la
ciudad estaba repleta de refugiados y con guardias que no permitían entrar a
ninguno más, el maquinista le dijo que Fufeng estaba a tres días más y que aun
recibían a refugiados. Gladys sacó fuerzas para hacer el final del recorrido,
una vez en Fufeng entregó a los niños a un orfanato, y a los dos días de
haberlo echo cayó en coma.
Gladys se despertó oyendo voces que decían «Es increíble que aún esté viva, con fiebre, neumonía, tifoidea y mala
nutrición. Bastaría una de esas dolencias para acabar con la vida de una
persona normal y ¡llegó aquí hace dos semanas con las cuatro enfermedades!». Durante dos meses Gladys perdió y recobró el
conocimiento en un hospital dirigido por misioneros bautistas. Cuando se
recuperó un poco, el médico le recomendó a unos amigos misioneros que vivían en
el campo en donde podía recuperarse del todo. Gladys pasó allí varios meses y
cuando se recuperó recogió a catorce niños del orfanato, entre ellos
Nuevepeniques, Francis y Boa, sus hijos, y se mudaron a una fábrica abandonada.
Las niñas mayores cocían y los niños cargaban bultos o trabajaban la tierra,
con este dinero compraban comida. Gladys compartía el evangelio a donde iba,
trabajó en una colonia de leprosos, predicó en la cárcel a diario hasta que
muchos de los presos se convirtieron. La iglesia metodista le pidió que los
ayudara en la evangelización, cuando predicaba cientos la escuchaban y muchos
se convertían, desde pobres refugiados hasta personajes con altos cargos,
también un gran número de universitarios.
A los pocos meses, el partido comunista tomó el control
de las universidades; a los alumnos los hacían llenar cuestionarios con
preguntas como ¿Qué partido político apoya? Si se estaba de acuerdo con el
gobierno (es decir, ser favorecidos con buenos puestos y salarios) se debía
marcar un círculo y si se estaba en contra poner una equis (ser discriminado de
por vida y no encontrar buenos empleos). Al contar los formularios, los
funcionarios enfurecieron por la gran cantidad de equis marcadas; se reunió a
los que marcaron un circulo para pedirles que hostiguen a los cristianos que
marcaron la equis. Un mes después se volvió a hacer el cuestionario y esta vez
las equis eran más, los comunistas instaron a repetir su hostigamiento, esta
vez los cristianos eran golpeados en callejuelas oscuras, no se les permitía
hablar entre sí, ni realizar reuniones de oración. Tres meses después el
partido comunista convocó a una reunión abierta en la plaza de la ciudad, se
leyó un nombre y una joven cristiana de diecisiete años salió al frente, el
oficial comunista le preguntó a quién apoyaba y cuando ella le dijo que aún
creía en Jesucristo y en la Biblia un soldado la arrastró al centro de la plaza
y con un movimiento rápido le cortó la cabeza. Lo mismo pasó con los demás
doscientos estudiantes que fueron interrogados, ninguno declaró apoyar al
partido comunista.
Después de mucha oración, Gladys decidió ir a Shanghai
donde conoció a un grupo de influyentes cristianos chinos que le hablaron de
una sociedad que habían fundado al terminar la guerra; los directivos hablaron
con ella y le ofrecieron los últimos dólares que tenían para pagar su viaje a
Inglaterra, habían pasado siete años desde que ella dejara a los huérfanos en
Fufeng pero no se había recuperado del todo. Dos meses después de viajar por
barco y tren, Gladys llegó a la estación de Liverpool Street, pasaron muchos meses para que ella se sintiera cómoda
en su país, a veces olvidaba dónde estaba y hablaba chino mandarín en vez de
inglés. Algunas veces le daba fuertes dolores de cabeza y se desorientaba, todo
como consecuencia de aquel golpe de culata en Cheng chou. Una cosa con la que
no había contado era el ser famosa; reporteros de la BBC de Londres la incluyó
en una serie radiofónica sobre los héroes de la guerra, esto produjo una
radionovela con ella como protagonista, un libro que relataba su vida en
Yangcheng, y hasta se filmó una película protagonizada por Ingrid Bergman.
Gladys utilizó su fama para ayudar al pueblo chino,
solicitó a los cristianos a orar por el pueblo chino, compartió mesa con jefes
de Estado, se entrevistó con la reina Isabel, estableció puntos de recolección
de ropa de abrigo para ser enviada a Formosa (Taiwan), en donde muchos chinos
huyeron tras la toma de poder de los comunistas, asistió a cientos de
refugiados que llegaron a Liverpool enseñándoles el inglés y realizando cultos
religiosos en chino. Pero para ella no bastaba, quería regresar a casa; después
de diez años en Inglaterra decidió volver a la cultura que amaba, pero no pudo
ingresar a la china continental (ningún extranjero podía hacerlo, así tenga la
ciudadanía), por eso, en 1957, Gladys partió rumbo a Formosa, en donde trabajó
para el pueblo chino: enseñó estudios bíblicos, cuidó bebés y niños, viajó y
predicó el mensaje del evangelio, y se sintió agradecida cuando una misionera
joven llegó para ayudarla.
El día de Año Nuevo de 1970, Gladys se fue a dormir y no
volvió a despertar. Más de un millar de personas asistió a su funeral en Taipei
(capital de Taiwan). En la cima de una colina, en el Christ’s College de Taipei,
mirando hacia la China continental, fue enterrado el cuerpo de Ai-weh-deh, la
virtuosa.
♥
jueves, abril 05, 2012
Una VIDa hecha LIBRO - Parte V
5. ODISEA EN BIRMANIA. La vida de Adoniram Judson (1788 – 1850)
–Janet &Geoff Benge
Mientras
haya hombres y mujeres dispuestos a entregar la vida por amor al evangelio,
ninguna nación será inaccesible. Adoniram Judson –primer misionero estadounidense
en el extranjero– anhelaba llevar las Buenas Nuevas de salvación a la sombría
tierra de Birmania. Su anhelo se vio cumplido, pero a qué precio. Adoniram
sobrevivió a la inanición, al encarcelamiento y a la tortura –tanto en tierra
firme como en alta mar- para acabar siendo testigo de la muerte de sus seres
queridos. A pesar de la aflicción y la depresión, Adoniram Judson completó la
que hasta el día de hoy continúa siendo la única traducción de la Biblia al idioma
birmano. Fue –junto con su primera esposa, Ann– la chispa que propagó el fuego
del evangelio por toda Birmania. Su indiscutible amor por el pueblo birmano
constituye un ejemplo irresistible e inquebrantable de dedicación y sacrificio.
Cuando Adoniram tenía 9 años resolvió el enigma semanal del
periódico, escribió su respuesta, la metió en un sobre, y la envió al editor
del periódico sin sospechar que el empleado de la oficina postal se la daría a
su padre, el reverendo de la iglesia local, ni que este le haría leérsela la
noche siguiente. Al hacerlo captó la sorpresa de su padre el que al día
siguiente le regalaría un libro de enigmas. Además, su padre le ofreció
inscribirlo en la escuela de navegación del capitán Morton, en la ciudad de
Salem, estado de Nueva Inglaterra. En ese momento Adoniram tenía tres pequeños
hermanos: Abigail, Elnathan (de cuatro años) y Mary (de seis meses que poco
después murió). Poco después el señor Judson también enfermó y el doctor le
recomendó descansar en Saratoga Springs (Nueva York) pero su estado de salud no
mejoró por lo que la familia se mudó a Braintree, al sur de Boston donde aceptó
un empleo con poco sueldo, apenas para educar a sus hijos. Para 1801, el señor
Judson recibió el puesto de reverendo de la recién establecida Iglesia
Congregacional de Plymouth, Massachusetts.
Adoniram era un chico inteligente, a los tres años había aprendido a
leer, a los nueve leía y escribía griego y latín, y a los dieciséis años
terminó el colegio. El 15 de agosto de 1804 (seis días después de cumplir
dieciséis) emprendió el viaje hacia la Universidad de Rhode Island.
A pesar de los nervios naturales sobre el éxito de sus
exámenes de ingreso (dio sobre griego, latín, matemáticas, geografía, lógica,
oratoria, filosofía y astronomía) los dio todos tan bien que ingresó de frente
al segundo año de estudios. Ahí conoció a John Bailey y a Jacob Eames, ambos de
familias ricas. Fue este último quien sembró la semilla del deísmo en Adoniram.
Al cabo de tres años terminó su carrera y regresó a su casa sin saber en
realidad qué hacer. Abrió la “Academia Independiente de Plymouth” y escribió
dos libros de texto para sus alumnos: Elementos de gramática inglesa y
Aritmética para señoritas. Al año siguiente decidió que esto había sido
suficiente y decidió ir en busca del deseo que él y su amigo Jacob Eames
sintieron: lograr grandes emociones en Nueva York. Les confesó a sus padres que
era deísta, que cerraría la academia y que se iría a esa ciudad. A mediados de
1808 montó un caballo en dirección al oeste, decidió dejarlo con su tío en
Sheffield, caminar hasta Albany y tomar un barco hasta Nueva York. Una vez allá
pensó que todo sería fácil, pero el dinero se le acabó y no encontró a nadie
que quiera contratarlo como dramaturgo. Decidió ir por su caballo y dirigirse
hacia el oeste, como ahora no contaba con dinero para el boleto en barco tuvo
que caminar; durmiendo sobre henos y trabajando para granjeros a cambio de
comida; se imaginó a su amigo Jacob convertido en un gran abogado. Recogió su
caballo donde su tío y cabalgó hasta el anochecer, consiguió una cama
disponible en una posada del camino, la que tendría que compartir con un hombre
moribundo. La habitación era separada por una sábana pero podía escuchar los
lamentos del hombre; mientras oía sus quejidos, Adoniram se preguntaba si aquel
hombre creería en la vida eterna; a la mañana siguiente se enteró que ese joven
moribundo se llamaba Jacob Eames. Adoniram se quedó aturdido oyendo en su mente
las palabras “Está muerto. Está perdido”. Decidió regresar a su casa en
Plymouth en busca de algunas respuestas, cuando estuvo allí llegaron el Dr.
Stuart y el Dr. Griffin, quienes pronto abrirían un seminario teológico en
Massachusetts. Ellos invitaron a Adoniram como un estudiante no-cristiano que
deseaba conocer el cristianismo., al principio él rechazó la invitación pero al
final, el 12 de octubre de 1808, ingresó al seminario en donde pagaría cuatro
dólares al año. Estudió la Biblia en sus idiomas originales (hebreo y griego) y
el 2 de diciembre de 1808 llegó a la conclusión de que esta estaba en lo cierto
y que debía entregar su vida a Dios. Se unió oficialmente a la Iglesia
Congregacional de su padre y continuó en búsqueda de nuevas lecturas, es así
como leyó “La estrella del Este” donde su autor alegaba que era el momento de
predicar el evangelio en tierras lejanas como India, y el libro titulado
“Informe sobre una embajada en el Reino de Ava” que hablaba sobre Birmania,
cultura y realidad que interesó a Adoniram y cuando más leía más sabía que
debía ir como misionero a aquel país.
Cuando regresó a su casa para Navidad de 1809 compartió
su deseo con sus padres, los que no recibieron muy bien la noticia, pero él
estaba decidido a cumplir su sueño de ser el primer misionero estadounidense en
un país extranjero. Al regresar al seminario, se unió a un grupo de estudiantes
que compartían su deseo de ser misioneros; el Dr. Griffin les aconsejó pedirles
a los líderes de la iglesia Congregacional que fundaran una organización
misionera para colaborar con ellos. Adoniram presentó su pedido ante un comité
y estos decidieron crear una junta que les apoye. Para celebrar, Adoniram junto
a otros invitados, se reunieron en la casa del diácono John Hasseltine, ahí
conoció a su hija Ann, a lo largo de toda la reunión no pudo quitarle su vista
de encima, Adoniram Judson se había enamorado. La visitó durante un mes y luego
le hizo saber sus intensiones: el matrimonio, él dudaba que ella aceptara dejar
su vida de lujo y comodidades por irse con él de misioneros, pero mantuvo su
proposición. El 24 de setiembre de 1810, terminó sus estudios en el Seminario
Teológico de Andover, un mes después Ann aceptó casarse con él. Ahora solo
restaba esperar que la Junta Americana les diera luz verde para viajar, pero
esta decidió que fuera Adoniram el que vaya a plantear su situación y pedir
ayuda económica a la Sociedad Misionera de Londres, partió de Boston el 11 de
enero de 1811.
En esos momentos Inglaterra y Francia estaban en guerra y
los corsarios franceses tenían la autorización de su gobierno para abordar y
saquear cualquier nave enemiga, eso contaba a las estadounidenses. El barco en
el que viajaba fue abordado y Adoniram solo tuvo tiempo de salvar sus Biblias
(una en inglés, otra en hebreo y otra en latín), y la carta de Ann antes de ser
apresado por los franceses. Toda la tripulación fue amarrada y encerrada en la
bodega sin luz del barco francés, ahí permaneció Adoniram sin comida ni agua, y
lleno de olores nauseabundos. Para mantener ágil su mente leía la Biblia en
latín o en hebreo y la traducía al otro idioma, así lo encontró un día el
médico que de vez en cuando bajaba a verlos. Empezó a hablarle en latín y
Adoniram le contó que era pastor, el médico le permitió tener un camarote,
bañarse y comer con ellos en cubierta. Pero una vez que llegaron a Bayona,
Francia, lo juntaron con los demás prisioneros. Adoniram sabía que tenía que
hacer algo, empezó a gritar en francés (el poco que aprendió en el barco) que
él era estadounidense y que debían liberarlo; la multitud se reía de él tal vez
porque estuviera haciendo mal uso del idioma así que empezó a gritar en inglés
negándose a callarse pues Ann lo esperaba, la Junta americana confiaba en él y
los birmanos necesitaban escuchar el evangelio. Mientras avanzaba gritando todo lo que se le
ocurría (como la injusticia de su aprensión y que era estadounidense) un
oficial militar lo calló y le dijo que él lo ayudaría. Los franceses los
llevaron a una mazmorra, una hora después el oficial lo ayudó a escapar de la
prisión y lo llevó a un barco que lo sacaría de Francia, Adoniram nunca supo
quién fue este buen samaritano.
Cuatro meses después de salir de Boston, Adoniram llegó a
Londres, mayo de 1811. Se reunió con la Sociedad Misionera y les planteó su
pedido: financiar a cuatro misioneros extranjeros pero bajo el control de la
Junta Americana. La SML le dijo que era imposible dejar de lado a sus
misioneros por otros extranjeros. A Adoniram no le importaba quién lo
patrocinara así que les pidió que los envíe como misioneros de la SML, esta
propuesta sí fue aceptada. En enero de 1812 Samuel Newell (colega suyo y
comprometido con la mejor amiga de Ann) localizó un barco que los llevaría a la
China, debían viajar antes de que la inminente guerra entre Inglaterra y
Estados Unidos dé inicio. El 5 de febrero de 1812 Adoniram se casó con Ann,
trece día después debieron embarcar en el Caravan
que saldría hacia Calcuta, India, con ellos y con los Newell. Los otros tres
misioneros irían en el Harmony. El
viaje se dio relativamente tranquilo, el 15 de junio de 1812 el Caravan llegó a Calcuta primero que los
otros. En la estación de policía les dieron un certificado para demostrar que
habían pasado por ahí, pero que necesitaban tener un permiso de la Compañía de
la India Oriental para residir allí, lo cual era difícil de recibir. Adoniram
había leído sobre William Carey, misionero en India quien había sido uno de los
fundadores de la SML, y que este trabajaba en la Universidad de Fort William,
preguntó por su ubicación y fueron a verlo. Él les contó algunas realidades de
Birmania (su hijo Félix trabaja en Rangún, Birmania, como médico y solo porque
se había casado con una birmana) y que iba a ser muy difícil que les permitan
ingresar al país. William Carey les consiguió una autorización para permanecer
en el país hasta que sus compañeros lleguen y los invitó a quedarse con él en
Serampore, lugar que deslumbró a Adoniram por su considerable tamaño. Allí
permanecieron durante dos semanas hasta que les ordenaron presentarse en la
comisaría de policía de Calcuta, donde la compañía los declaró personas
“indeseables” y ordenó al capitán del Caravan
que los regresara a Estados Unidos. Durante este tiempo Adoniram y Ann fueron
bautizados por inmersión, como los bautistas, por William Ward. E incluso estos
se ofrecieron para financiarlos hasta que los bautistas estadounidenses, a
quienes les escribieron, quisieran hacerlo. Joshua Marshman, de la misión de
Serampore, consiguió que se les permitiera viajar en otro barco hacia la Isla
de Francia (Isla Mauricio, actualmente), encontraron al Coronel Gillespie, el que
solo podría transportar a dos personas, como Harriet Newell daría a luz pronto
fueron los Newell quienes tomaron el barco. Cuatro días después llegó el Harmony con los otros cuatro misioneros
lo que enfureció a la Compañía de la India Oriental la que notificó que serían
deportados a Inglaterra.
Los Nott y Gordon Hall consiguieron pasajes rumbo a las
islas Ceilán, los Judson y Luther Rice no encontraron barco e hicieron un
último intento por pedir permiso a la compañía para que se les permita ir a la
Isla de Francia y no a Inglaterra, milagrosamente la compañía aceptó. En enero
de 1813, cerca de Port Louis, Samuel Newell llegó en bote hasta el barco; les
contó que su hija recién nacida murió de neumonía y que su esposa la siguió a
mediados de noviembre. Decidió darles el alcance a los Nott en Ceilán, Luther
Rice, debido a una dolencia de hígado y quien también se había hecho bautista,
decidió regresar a Estados Unidos para recaudar fondos entre los bautistas de
allá para los Judson. Ann estaba en avanzado estado de gestación mientras
esperaban un barco que los lleve a Birmania, una vez localizado el Georgiana que partiría hacia allá
decidieron abordarlo (en junio de 1813) a pesar de lo que sus amigos misioneros
les decían: «Nos malgastes tu vida en Birmania. Regresa a
Inglaterra y después vete a Estados Unidos, y encuentra un lugar en donde seas
bienvenido para establecer una misión». En pleno
viaje Ann dio a luz a una criatura muerta, ambos lloraron por largo tiempo. En
julio de 1813 llegaron Rangún, Birmania, luego de pasar por la aduana buscaron
la casa de Félix Carey, la única persona que conocían (al menos por nombre) en
la ciudad. Su esposa les dio alojamiento hasta la mañana siguiente que llegó
Félix de un viaje médico, este les dijo que podrían quedarse en la casa, con un
criado y un jardinero, mientras él y su familia iban a Serampore a visitar a su
padre, William Carey. Los días siguientes, Félix le enseñó varias costumbres
que Adoniram tendría que aprender. Luego de tres meses de haber llegado y de
haber estudiado el idioma, Adoniram decidió que era tiempo de visitar al virrey
de Rangún, Mya-day-men, pero, al regresar a casa, dudaba que el virrey le haya
hecho caso; Ann decidió ir ella a entrevistarse con la virreina a quien le
causó muy buena impresión y la invitó a regresar.
A mediados de 1814, Félix Carey y su familia regresaron a
Rangún, pero se mudarían de nuevo pues este había aceptado un puesto permanente
en el gobierno real en Ava, pero a las pocas millas de recorrido una tormenta
causó el naufragio que ocasionó a muerte de la familia de Félix el que terminó
deambulando entre las regiones en vez de continuar hasta Ava. De esta manera se
quedaron los Judson solos en Rangún. En mayo de 1814 se fundó una Convención
Misionera Bautista en Estados Unidos, fomentada por Luther Rice, de esta manera
el apoyo financiero de la misión de Serampore ya no fue necesario. Además,
llegaría una pareja misionera más para acompañarlos: los Houghs. El 11 de
setiembre de 1814 nació Roger Williams Judson el primer bebé blanco que naciera
en Rangún, pero cuando cumplió seis meses, en 1815, el bebé murió, sus padres
entraron en una profunda depresión que no les dejaba salir de su casa. A los
cuatro días, la virreina fue a visitarlos y a sacarlos a pasear para que se
distraigan, pronto el matrimonio se volvió a concentrar en su labor misionera,
Ann inició una escuela en su casa donde enseñaba a niñas a leer en birmano. En
octubre llegaron los Houghs con una imprenta, Adoniram continuó con la
traducción del evangelio de San Mateo y por las noches se reunía con hombres de
la localidad, la escuela de Ann crecía a la vez que ella colaboraba con su
esposo en la redacción de unos folletos evangelísticos, los que alcanzaron
siete páginas y se terminaron en 1816, al año siguiente George Houghs imprimió
un millar de copias. En marzo de 1817 Maung Yah tocó la puerta de Adoniram,
venía a adorar en la pagoda de Shwe Dagon pero se detuvo ahí porque había leído
el folleto e insistió en que se le diera algo más, Adoniram le dio los cinco
primeros capítulos de San Mateo que recién había impreso.
Empezando a desalentarse por no tener ningún convertido,
Adoniram recordó que William Carey le había contado, mediante carta, que había
un pequeño grupo de cristianos birmanos en Chittagong, se le ocurrió que si
invitaba a algunos para que den su testimonio a los cristianos de Rangún estos
se den cuenta de que sí se puede ser ambas cosas a la vez: cristiano y birmano.
El 25 de diciembre de 1817, Adoniram partió en el Two Brothers rumbo a Chittagong, repentinamente enfermó gravemente
a bordo y un viaje que sería de diez o doce días se convirtió en uno de casi
cuatro meses y encima llegaron a otro destino: Masulipitam, allí envió una nota
a cualquier ciudadano inglés que lo socorra así enfermo y lo saque del barco.
Un oficial del ejército británico fue en su auxilio, algunas semanas después,
el 1 de abril de 1818, partió por tierra a Madrás, India, donde se alojó con el
capellán de la Compañía de la India Oriental hasta que llegara un barco que lo
llevara de regreso a Rangún, este llegó a finales de julio y para principios de
agosto ya estaba de regreso. Pero las cosas eran diferentes ahora tras siete
meses de ausencia, George Houghs había sido apresado y Ann tuvo que escribirle
al nuevo virrey una petición para saber si esto era por orden de él, el virrey
soltó a Houghs pues él no había mandado apresarlo, pero luego se desató una
epidemia de cólera que llegó junto a rumores de guerra entre británicos y
birmanos lo que atemorizó a los Houghs quienes se irían a Calcuta en unos días.
A mediado de setiembre de 1818, llegaron dos nuevos
matrimonios misioneros: los Wheelock y los Colman los que empezaron el
aprendizaje del idioma gracias al libro de gramática y al diccionario que
Adoniram había hecho. Pero a los pocos días los hombres recién llegados, James
y Edward, enfermaron de tuberculosis. James se recuperó y Edward fue llevado en
barco por su esposa, estaba muy grave cuando en medio de una tormenta se lanzó
de la cubierta al mar. Recuperados todos, Adoniram decidió que necesitaban un
lugar “neutral” que permitiera compartir con más birmanos la palabra de Dios,
compró un terreno en la parte posterior de la misión, justo en el camino a la
pagoda de Shwe Dagon, y con ayuda de James Colman construyó un zayat (edificio
con techo y sin paredes donde los birmanos se reunían para hablar), en abril de
1819, donde miles pasaban a diario. Aquí llegó Maung Nau quien luego de varios
días en que asistía religiosamente aceptó convertirse al cristianismo e incluso
quería bautizarse, pero Adoniram sentía que algo en el país no estaba bien.
Pronto se enteró que el rey había muerto y que ahora tenían a uno nuevo:
Bagyidaw el que siguiendo las tradiciones había matado a todo aquel que podría
serle desleal: todos los siervos del anterior rey, la gran mayoría del ejército
y algunos familiares.
En noviembre de 1819 habían dos nuevos convertidos: Maung
Tala y Maung Byaay (Maung significa joven) y también pedía ser bautizados.
Hecho que alejó a los demás birmanos del zayat de Adoniram, este decidió que
tenían que hablar con el nuevo rey y si contaban con su aprobación podrían
estar tranquilos ante sus enemigos. Adoniram y James enrumbaron hacia Ava, la
capital, llegaron en enero de 1820. Con la ayuda del antiguo virrey de Rangún,
Mya-day-men, hoy primer oficial del nuevo rey, lograron una audiencia con este.
Pero alegando que en su reino no había lugar para libros religiosos extranjeros
mostraba su desagrado. El 18 de febrero de 1820 regresaron a Rangún, Adoniram
estaba decidido a dejar Birmania y dirigirse a Chittagong, pero los nuevos
creyentes no querían que los dejen persuadiendo así a Adoniram a quedarse,
quienes se fueron a Chittagong fueron los Colman. A finales de marzo, Ann y
Adoniram eran los únicos, de nuevo, en Rangún. La salud de Ann se debilitaba
día a día y Adoniram estaba seguro que debía llevarla a Calcuta para que la vea
un médico, el 19 de julio de 1820 ambos dejaban Rangún, ella por primera vez
desde su llegada hace siente años, a los cinco meses regresarían al que era su
hogar.
Al tiempo la iglesia constaba de diez miembros, con
estudios bíblicos, clases de alfabetización para niñas y mujeres y la labora de
traducir la Biblia al birmano. Adoniram volvió a ver a Maung Yah, a quien
conociera en 1817, el que había leído todo lo que Adoniram le dio y aceptaba su
contenido queriendo formar parte de la iglesia. En julio de 1821 terminó la
traducción de los cuatro evangelios y las cartas de Juan y para ese momento Ann
se enfermó tanto que debió regresar a Estados Unidos para mejorarse. Adoniram
se quedó solo hasta que en diciembre de 1821 llegaran Jonathan y Hope Price
enviados por la Misión Bautista Americana, Jonathan era doctor y extirpaba
cataratas, pero Hope murió de disentería, seis semanas después de llegar. Los
Hough volvieron con la imprenta para ayudar a Adoniram y seis meses después el
rey pedía la presencia del doctor Price el que debía ir con Adoniram pues aún
no dominaba la lengua. El rey quería saber más sobre las operaciones del doctor
Price y los mandó a quedarse en Ava por si los necesitaba, allí Price operaba a
muchos pero con una mujer el bisturí se desvió dejándola ciega, Price se sentía
tan mal por lo ocurrido que la tomó por esposa allí mismo. Al mismo tiempo llegó
la noticia de la muerte de James Colman. En enero de 1823 Adoniram pudo
regresar a Rangún donde iba a construir el kyoung (casa sagrada) autorizado por
el rey mientras esperaba la llegada de Ann para diciembre, venía con dos nuevos
misioneros Jonathan y Deborah Wade, los que se quedarían en Rangún. Él y Ann
partieron hacia Ava, ella había traído una carta de la universidad Brown en la
que se nombraba a Adoniram como Doctor Honoris Causa en Teología, ahora podría
llamarse Doctor Judson. Una vez en Ava, el doctor Price les contó que el
conflicto entre birmanos y británicos empeoraba, los amigos de Adoniram en la
corte no estaban o no querían verlo, Ann era su consuelo. Conoció a un
ciudadano europeo, Henry Gouger, un comerciante que se había hecho rico pero no
podía sacar su oro y joyas del país. Cuando el conflicto entre Birmania e
Inglaterra empeoró, todo extranjero era visto sospechoso, el ejército birmano
apresó a George pues creían que era espía por tener mapas de la ciudad, además,
encontraron recibos de dinero que Henry le había entregado a Adoniram (este
ayudaba al misionero a recibir el dinero de la Misión Bautista a través de su
banco) por este motivo, el 8 de junio de 1824, Adoniram fue hecho prisionero
también. Lo llevaron a la Prisión de la Muerte, donde lo amarraron a tres pares
de grilletes, lo metieron a una celda donde también estaba Henry Gouger, el
capitán de un navío que había conocido y algunos hombres más, poco después
traerían al doctor Price. El consideraba a todos los extranjeros como espías.
Por las noches los colgaban, por medio de los grilletes de sus tobillos, a un
palo de bambú, con medio cuerpo sobre el piso. Los prisioneros no recibían
comida solo la que sus familiares o amigos les llevaban, pero la celda olía a
podrido, a vómito y a heces. Dos días después de su encarcelamiento, Ann lo
visitó llevándole comida siempre que lograba persuadir a los Caras Manchadas
que vigilaban.
A Adoniram le preocupaba qué pasaría con la traducción de
la Biblia que Ann había enterrado en el jardín trasero para que los guardias no
la destruyeran, se le ocurrió que metiese las hojas dentro de la almohada más
vieja que encuentre (para que los guardias no se la queden) y se la lleve a la
prisión. La persistencia de Ann por conseguir que algún oficial del gobierno
los ayude dio resultados, los presos fueron llevados, durante el día, a unas
chozas de bambú en el patio de la cárcel. El 26 de enero de 1825 Ann dio a luz
a su tercera hija la que llamó María Elizabeth Butterworth Judson. Una mañana de marzo, los guardias
enviaron a Adoniram a su celda sin su almohada, la que dejó en la choza que fue
destruida, temiendo que ahora sí perdería su traducción. A las tres de la
mañana, los guardias bajaron el palo de bambú, desataron a los extranjeros, y,
formando una fila, los sacaron al patio, donde les pusieron dos pares de
grilletes más. El 2 de mayo de 1825, los guardias sacaron a los extranjeros,
les quitaron los grilletes, los ataron de dos en dos, y los trasladaron al
juzgado donde se trasfería su custodia a otro comandante, este los llevó a una
choza (a trece kilómetros) donde los volvieron a engrilletar y a colgar en el
palo de bambú por las noches. En agosto de 1825, Adoniram fue trasladado a la
cárcel de Amarapura, el rey los había hecho llevar para que tradujeran el
tratado de paz entre Birmania e Inglaterra. Pero este no se ratificó hasta
noviembre de 1825, fecha en la que liberaron a los presos extranjeros. Los
británicos tenían más documentos por traducir por lo que pidieron su ayuda en
Yandabo, trabajo que finalizaron, él y a su amigo Henry Gouger, en marzo de
1826.
Los Judson regresaron a Rangún, luego de la guerra la
casa de la misión continuaba de pie, y para cuando Adoniram empezaba a tener
fuerzas para iniciar la traducción del Nuevo Testamento llegó Maung Ing, un
convertido que había rescatado la almohada solo como recuerdo de su amigo
estadounidense y había encontrado dentro la traducción de la Biblia. Los Judson
se mudaron a la ciudad de Amherst el 2 de julio de 1826, tiempo en el que la
Compañía de la India Oriental le pidió su ayuda para traducir un acuerdo
comercial con el gobierno birmano, esta le ofreció intentar que el gobierno
birmano permita la libertad religiosa. Las negociaciones se alargaron tanto que
para noviembre aún continuaba en Ava, separado de su familia, el 24 de
noviembre de 1826 le llegó la noticia de la muerte de Ann quien había tenido
una fiebre imposible de curar que le causó un coma y luego la muerte. Tres días
después, también morían la esposa birmana del doctor Price (con quien Adoniram
se hospedaba) y su bebé. A finales de enero de 1827, Adoniram terminó su
trabajo con la compañía sin obtener ninguna cláusula que garantice la libertar
religiosa. Meses después llegaron los misioneros George y Sarah Boardman y su
hijita. Las noticias tristes llegaron casi todas juntas: seis meses después de
Ann moría su hija María Elizabeth (de dos años y tres meses), en julio
recibiría la notica de la muerte de su padre y no mucho después la de su
hermano Elnathan, seguido por su viuda y su única hija. La depresión lo
acompañó hasta principios de 1830 cuando llegaron Cephas Bennet y su familia,
él era impresor y esto reanimó el deseo de Adoniram por imprimir sus
traducciones.
Llegarían después las noticias de la muerte del doctor
Price cuyos hijos se ocuparon los Boardman, que ya tenían dos propios: Judson y George. Adoniram
decidió irse a Moulmein donde los cristianos birmanos necesitaban un líder. En
marzo viajó a Rangún donde se daban las fiestas de la pagoda de Shwe Dagon,
Cephas Bennett preparó diez mil folletos para esa fecha y Adoniram se encargó
de repartirlos. La gente llegaba a decirle «Escuchamos que
existe un infierno eterno. Estamos aterrados. Denos algún escrito que nos diga
cómo librarnos de él». Para 1831 el número de birmanos
bautizados alcanzó los doscientos diecisiete. Por lo que Adoniram dedicó dos
años y medio para terminar la traducción de la Biblia completa al birmano, el
31 de enero de 1834 terminó tal trabajo. Recibió una carta de felicitación de
Sarah Boardman, viuda desde 1831; las cartas se hicieron más personales hasta
que ambos enamorados se casaron el 1 de abril de 1834. En diciembre de ese año,
Sarah envió a su único hijo con vida: George (de siete años) a los Estados
Unidos, su hijo Judson había muerto hacía varios años al igual que los hijos
del doctor Price que ellos adoptaron. El 31 de octubre de 1835 nació el primer
bebé de ambos: Abigail Ann, le siguieron Adoniram (7 de abril de 1837),
Elnathan (15 de julio de 1838) y Henry (31 de diciembre de 1839).
Por fin en octubre de 1840, pasados seis años de su
traducción, Adoniram vio el primer ejemplar de la Biblia birmana, con mil
doscientas páginas. Sarah y los niños enfermaron, por lo que se mudaron a la
misión de Serampore, todos mejoraron menos Henry, el que moriría el 31 de julio
de 1841 y que fuera enterrado junto a las tumbas de William Carey, William Ward
y Joshua Marshman, los tres hombres que tanto influenciarían las vidas de
Adoniram y Ann. Luego de esto regresaron a Birmania y en julio de 1842 tuvieron
un nuevo bebé que también llamaron Henry, luego siguieron Charles (18 de
diciembre de 1843) y Edward (27 de diciembre de 1844). En marzo de 1945, ambos
estaban mal de salud, ella con largos periodos de enfermedades y él con una tos
que lo estaba dejando sin voz. En abril decidieron llevarla a Estados Unidos,
viajarían con Abigail, Adoniram y Elnathan, los menores se quedaron al cuidado
de familias misioneras. Sarah murió el 1 de setiembre de 1845, fue enterrada en
el cementerio de una iglesia de la Isla Santa Elena. «Durante
algunos días, en la soledad de mi camarote y rodeado del llanto de mis
desdichados hijos, me sumí en un intenso dolor. Pero la promesa del evangelio
vino en mi ayuda, y la fe volvió a iluminar el mundo radiante de la vida
eterna...»
Cuando llegaron a Boston una multitud los esperaba, todos
los cristianos habían leído la biografía que había escrito Ann Judson y
esperaban conocer y escuchar al “santo de Birmania” como lo llamaba la prensa.
Después de meditarlo decidió que Adoniram hijo y Elnathan fueran a vivir con
los Newton, amigos de Sarah que habían criado a George, su hermano mayor, y que
enviaría a Abigail Ann con su hermana Abigail en Plymouth, ahí le esperaba una
triste noticia: su hijo Charles había muerto un mes antes que Sarah. En uno de
sus viajes por el país invitado para predicar o dar conferencias conoció a
Emily Chubbock, escritora de novelas románticas de treinta años, con quien
simpatizó y a quien le encargó que escribiera la biografía de Sarah. A medida
que pasaban más tiempo juntos, el respeto se transformó en amor y ambos
terminaron enamorándose a pesar de que él era veintisiete años mayor. El 2 de
junio de 1846 se casaron y partieron hacia Birmania, una vez allá recogieron a
los dos pequeños hijos de Adoniram que se apegaron a Emily muy rápido. La
familia se mudó a Rangún donde permanecieron hasta el 31 de agosto de 1847,
fecha en la que se mudaron a Moulmein, cerca de Amherst donde Emily dio a luz a
su hija Emily Frances Judson el 24 de diciembre de 1847. Emily terminó la
biografía de Sara la que envió a Estados Unidos para su publicación, mientras
Adoniram concentraba sus fuerzas en la revisión del diccionario birmano-inglés.
Para 1850 Adoniram estaba muy mal, el médico recomendó una travesía en barco
como última esperanza, pero a los nueve días de iniciado el viaje, el 12 de
abril de 1850, Adoniram murió y fue arrojado al mar en un tosco ataúd. Después
de considerarlo, Emily decidió regresar a Estados Unidos con sus tres hijos a
donde llegaron sanos y salvos en octubre de 1851. Emily colaboró con el
presidente de la universidad Brown en la biografía que este escribía sobre
Adoniram Judson. El 1 de junio de 1854 Emily Judson murió víctima de la
tuberculosis.
La traducción de la Biblia en la que tanto empeño puso
Adoniram Judson continúa siendo la única traducción birmana disponible. «¡No estoy cansado de mi trabajo ni de la vida, pero cuando Cristo me
llame iré con la alegría que siente un muchacho al abandonar la escuela!»
miércoles, marzo 28, 2012
Ya no te siento
♥
Cómo te quise
amor imperfecto y ufano
Cómo te deseé
llenando cada espacio vacío de mi soledad
Cómo te soñé
niño risueño de voz candorosa
Cómo te esperé
pacientemente en cada rincón de mi ilusión
Cómo te lloré
amargamente con cada latido, con cada respiro
Cómo te amé
tonto y escurridizo, por momentos mío
Cómo de feliz hubieses sido
si por un momento me hubieras querido
Es que, ay, cómo te quise
eras inmortal, todo un sueño
tan satírico y perfecto
Pero cierto es que ya no te siento
eres tan modoso, tan dispuesto
tan normal e imperfecto
♥
17febrero2012
Cómo te quise
amor imperfecto y ufano
Cómo te deseé
llenando cada espacio vacío de mi soledad
Cómo te soñé
niño risueño de voz candorosa
Cómo te esperé
pacientemente en cada rincón de mi ilusión
Cómo te lloré
amargamente con cada latido, con cada respiro
Cómo te amé
tonto y escurridizo, por momentos mío
Cómo de feliz hubieses sido
si por un momento me hubieras querido
Es que, ay, cómo te quise
eras inmortal, todo un sueño
tan satírico y perfecto
Pero cierto es que ya no te siento
eres tan modoso, tan dispuesto
tan normal e imperfecto
♥
17febrero2012
viernes, marzo 02, 2012
Poco agradezco...
εїз
Volví a ir al mercado.
En una mañana de verano de casi 34°C en esta no olvidada ciudad del mundo.
En una mañana de verano de casi 34°C en esta no olvidada ciudad del mundo.
Mientras esperaba a que mi mamá pague
por sus verduras, vi a un vendedor que bien podría ser mi papá.
Bajo el
inclemente sol, con su piel cobriza y su gorro
desgastado, ofreciendo sus bolsas, manteles, mandiles, secadores y cuanta
mercadería le quepa en los brazos, imaginé lo difícil que debe ser para él
empezar y terminar cada mes.
Trabajando bajo altas temperaturas solo para
cumplir con su hogar, no para lujo sino para lo que urge.
E imaginando casi me
puse a llorar.
No por lástima.
A llorar porque, aunque sea a diario y me
parezca mucho, poco agradezco a Dios por el trabajo de mi papá, por el de mi
mamá, y por el título que me han pagado.
Y en ese momento, agradecí a Dios
porque no tendré que depender, en invierno o verano, de un mercado olvidado de
provincia para alimentar y educar a mis hijos.
Agradecí a Dios porque Él
siempre ha bendecido mi hogar.
Y agradezco a Dios porque, una vez más, me hace
darme cuenta que, a pesar de mis limitaciones y en comparación con tanta pena,
Él me tiene como a una reina.
martes, 28 febrero, 2012
♥
jueves, febrero 16, 2012
Devuélveme mi alma
♥
Mi
cerebro imagina
una
romántica historia de dos
Mi
corazón dicta
los más
cursis diálogos jamás inventados
Mi deseo
pide
se le ponga
tu rostro al amor
Mientras
mi alma solo te suplica
ser
devuelta, por favor
Tú la
tienes sin saber
desde que
yo te la di sin querer
Un poco
en cada sueño inventado
Mucho en
cada mirada cómplice
Algo en
cada deseo pedido
Nada en
cada beso no dado
♥
Devuélveme
mi alma
por
favor, te lo pido
Porque yo ya
mucho
imagino, mucho anhelo
quizás
hasta mucho sueño
pero
poco pido, poco espero
quizás
tan poco como creo
Aunque tu poco puede ser mi mucho
Cuando mi
mucho te parece poco
♥
Sobrevivo
aunque no respire
cada
vez que tu recuerdo me toca
Cómo
pesa un corazón roto
que a
pedazos aún te evoca
que sangrando
aún te llora
Sobrevivo aunque no
olvide,
a ese tú, todo tú, que me hechiza
Cómo pesa un
corazón herido
en un cuerpo que
sin ti agoniza
en un cuerpo que
aún hoy te llora
Sobrevivo
aunque imagine
esos tus
labios en mi terca boca
Cómo
pesa tu recuerdo
en
un alma medio hueca
en un corazón que aún te evoca
Devuélveme
mi alma
te lo
suplico en el silencio
Y así
tú sin saberlo
me
abrirás el camino
para
vivir sin amarte
para recordar
sin llorarte
para sobrevivir
sin dolor
para no
morir de amor...
♥
16febrero2012
By me
16febrero2012
By me
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