viernes, marzo 02, 2012

Poco agradezco...


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Volví a ir al mercado. 
En una mañana de verano de casi 34°C en esta no olvidada ciudad del mundo.
Mientras esperaba a que mi mamá pague por sus verduras, vi a un vendedor que bien podría ser mi papá. 
Bajo el inclemente sol, con su piel cobriza y su gorro desgastado, ofreciendo sus bolsas, manteles, mandiles, secadores y cuanta mercadería le quepa en los brazos, imaginé lo difícil que debe ser para él empezar y terminar cada mes. 
Trabajando bajo altas temperaturas solo para cumplir con su hogar, no para lujo sino para lo que urge. 
E imaginando casi me puse a llorar. 
No por lástima. 
A llorar porque, aunque sea a diario y me parezca mucho, poco agradezco a Dios por el trabajo de mi papá, por el de mi mamá, y por el título que me han pagado. 
Y en ese momento, agradecí a Dios porque no tendré que depender, en invierno o verano, de un mercado olvidado de provincia para alimentar y educar a mis hijos. 
Agradecí a Dios porque Él siempre ha bendecido mi hogar. 
Y agradezco a Dios porque, una vez más, me hace darme cuenta que, a pesar de mis limitaciones y en comparación con tanta pena, Él me tiene como a una reina. 


martes, 28 febrero, 2012

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