domingo, octubre 30, 2011

Una VIDA hecha LIBRO - Parte II


2. PORTALES DE ESPLENDOR
–Elisabeth Elliot

Una historia increíble y conmovedora de coraje, fe y de consagración. La historia del martirio de cinco misioneros que dieron sus vidas para evangelizar a los Indios Aucas. Estos fueron los primeros en penetrar la tierra de los Aucas en el Ecuador con el Evangelio de Cristo, solo para ser muertos por estos. No obstante, ha habido fruto para el Señor.
En este libro la autora da un relato auténtico, veraz en cada detalle, basado en las observaciones de esta esposa de uno de los misioneros, y sobre las cartas, diarios, o informes de su esposo y de los otros cuatro hombres con quienes estuvo unido en esta “Operación Auca” para Cristo. Ha sido tal vez la misión más dramática y audaz de los tiempos modernos para alcanzar a un pueblo indígena con el Evangelio.
Este libro es la versión ampliada de todo aquello que Elisabeth Elliot narra en La Sombra del Todopoderoso de manera resumida. O sea, de todo aquello que sucede en la selva del Ecuador contado en los diarios y cartas de aquellos cuatro hombres que también perecieron junto a Jim Elliot. Además, de cómo llegaron a esos parajes y sucesos narrados en su propia perspectiva.
Jim Elliot (Portland, Oregon. 1927) estaba seguro que la guía del Señor apuntaba hacia el Ecuador por lo que oraba por un camarada con quien compartir la experiencia misionera, por un hombre soltero dispuesto a dedicarse por completo en la obra como él. Al principio pensó que podría ser Ed McCully pero cuando este se casó en junio de 1951 Jim continuó orando por alguien más. Así es como Dios le envía a Pete Fleming (Seattle, Washington. 1928), a quien Jim Elliot conocía desde antes. Pete era Licenciado en Literatura y andaba en busca de una dirección divina.
«Yo estaría muy contento si Dios te persuadiera a que fueras conmigo, pero si el Dueño de la Mies no te impulsa, espero que te quedes en casa. Para mí el Ecuador es un sendero de obediencia a la sencilla palabra de Cristo. Hay lugar para mí allí y estoy libre para ir. De eso estoy seguro. Él te guiará a ti también, y no permitirá que pases por alto las señales».
-Jim Elliot a Pete Fleming
Tras dieciocho días de navegar llegaron a Ecuador, en febrero de 1952. Su primer destino sería Quito en donde vivirían durante seis meses para aprender español. Se inscribieron en sus clases y alquilaron una habitación en casa de un médico local que tenía cinco hijos.
«”Señor Jaime”, le dijo el pequeño Moquetín, un rapazuelo de seis años con brillantes ojos, “¿Por qué está su cara tan colorada?” Jim le replicó, “¿Por qué está tu cara siempre bronceada?” “Porque es más linda así”, fue la inesperada respuesta.»
-Hijo del médico a Jim Elliot
La dedicación completa al Padre, y el amor a una tribu de salvajes que aún no conocía, también invadía el corazón de Pete:
«Estoy ansiando ahora alcanzar a los Aucas si Dios me da el honor de proclamar el Nombre entre ellos. […] Gustosamente daría mi vida por esa tribu con tal de ver una asamblea de esa gente orgullosa, hábil y despierta, juntándose alrededor de una mesa en honor al Hijo. ¡Gustosamente, gustosamente, gustosamente! ¿Qué más podría concederse a una vida?»
-Pete Fleming
Terminados los seis meses, partieron rumbo a Shandia, la estación misionera quichua que el Dr. Tidmarsh había abandonado a causa de la salud de su esposa. Ese era el lugar donde Pete y Jim iniciarían su misión. En diciembre de 1952 llegaría Ed McCully (Milwaukee. 1926) a Quito, Ecuador cumplido de esta manera el deseo que tuvieran Jim y Ed de algún día trabajar juntos. Arribó en compañía de su esposa Marilou y su hijito Steve.
«Ed amaba de todo corazón a la muchacha con la que se iba a casar: “Cuando alguien me habla, me cuesta un verdadero esfuerzo seguir la conversación. ¡Es una sensación de lo más curiosa! ¡Empiezo a creer todo lo que los poetas y autores de canciones tienen que decir del amor!”»
-Ed McCully
Shandia fue destruida por la inundación, lo que dejó en ruinas la pequeña estación misionera. Pete, Jim y Ed unieron esfuerzos para reconstruir sus casitas y una vez listas Ed trajo a su familia desde Quito. Ya estaban los tres juntos compartiendo su labor misionera.
Nate Saint (Philadelphia. 1923) y su esposa Marj llegaron a la selva ecuatoriana en Septiembre de 1948, su primer trabajo fue levantar una vivienda en Shell Mera que se transformó en casa-depósito-taller. Nate había llegado como piloto de la Missionary Aviation Felowship, fundada por dos ex pilotos navales cuya finalidad era transportar misioneros evangélicos, sus provisiones y sus enfermos.
«”Después de todo”, decían, “se supone que un misionero confía en el Señor”. “Quizá mi razonamiento sea pagano, como se me ha dicho”, Nate escribió a casa. “Creo en los milagros. Para Dios no son nada seguramente. Pero el asunto es hallar el plan que el Señor ha elegido para que nos amoldemos a él. Yo no estaría aquí si no estuviera confiando en el Señor. […] Me preocupa la seguridad, pero no permito que entorpezcan mi tarea para Dios. Cada vez que despego, estoy dispuesto a ofrendar a Dios la vida que le debo”.»
-Nate Saint
Roger Youderian (Montana. 1924), su esposa Bárbara y sus dos hijos Beth Elaine y Jerry vivían en Macuma, situada en territorio Jíbaro, los que son conocidos en el mundo entero por su costumbre de achicar las cabezas humanas. Llegaron a Ecuador en enero de 1953, aprendieron castellano en Shell Mera y se mudaron a Macuma, donde aprendieron el idioma jíbaro para luego enseñarles a leer y escribir a estos indios en su propio idioma. Incluso para oficiar de médico y salvarles la vida a tantos indios victimas de una “simple” gripe.
«Los indios corrieron hacia la chacra y vieron desaparecer el avión. Con eso decidí dar por terminado el asunto por el día, y junté a los indios para una reunión y un poco de enseñanza del Evangelio. Apenas habíamos empezado cuando los indios gritaron que el avión regresaba. Algunos dijeron, “¡No, lo estás oyendo con el corazón!” Pero pronto lo vimos. ¡Hombre, no te puedes imaginar lo que le hace a un individuo ver este pequeño artefacto amarillo llegar por sobre los árboles!»
-Roger Youderian
Pete Fleming, al ver a la familia McCully inmersos en la obra misionera, comenzó a pensar acerca de su futuro y en su novia Olive Ainslie, se habían comprometido a través del correo mientras él estaba en la selva. Pero Pete dudaba si habría algún conflicto entre su próximo matrimonio y su llamado a los Aucas.
«Me parece que Olive, si exigiera el caso, preferiría más bien que yo muriera después de haber vivido juntos, que postergar indefinidamente nuestro casamiento ante la posibilidad de que pudiese suceder algo fatal. Nuestra vida se ha hecho una, y no creo que Dios nos ha de separar en nuestro discernimiento de la voluntad divina».
-Pete Fleming
De esta manera Pete Fleming partió en junio de 1954 a los Estados Unidos. A su regresó, él y su esposa, pasaron un año en Quito mientras ella aprendía el castellano y él traducía las Escrituras al Quichua, compartía la palabra y refrescaba su español. Concluido este tiempo, ambos se mudaron a Puyupungu, a la casa donde habían vivido los Elliot. Paralelo a esto los McCully se mudaron a Arajuno, tan cerca de los aucas como fue posible, casa que se convirtió en la base de la operación.
En setiembre de 1955 empezó oficialmente la Operación Auca, durante ese mes Dios empezó a «entretejer cinco hebras separadas para hacer de ellas una sola resplandeciente tela para su propia gloria». Cinco hombres de distintas partes de Estados Unidos habían llegado a la selva ecuatoriana bajo una misma fe. Cristo les dijo “Id” y su respuesta fue “Envíame a mí”. La operación inició con un reconocimiento y un trabajo de sobrevuelos que irían acostumbrando a estos indios a su presencia y demostrándoles, mediante los regalos que les dejaban caer desde la avioneta, que eran sus amigos y que venían con buenas intenciones. El trabajo fue lento, una vez a la semana los visitaban desde el cielo e incluso les gritaban frases amigables. Mientras hacían esto también sobrevolaban la rivera del río Curaray con el fin de hallar una posible pista de aterrizaje, así encontraron un sector al que llamaron “Palm Beach”.
Pasados los meses, una vez hecho el contacto y seguros de que la hora de un encuentro personal con ellos había llegado, invitaron a los salvajes hasta Palm Beach. Era un viernes, 6 de enero de 1956. Llegaron tres de ellos, dos mujeres y un hombre, con quienes compartieron algunos regalos, les enseñaron el uso del repelente, al hombre lo pasearon en la avioneta y a este mismo le regalaron una miniatura de la avioneta amarilla. Estuvieron con ellos hasta que cayó la noche. Dos días después, Nate avistó desde los cielos a un grupo de aucas que se dirigían a donde ellos estaban. Gozosos, esperaban a esos indios ingratos a quienes sin conocer ya amaban. Estos mismos fueron quienes les dieron muerte, esa misma tarde. Un grupo conformado por indios, otros misioneros, fuerzas armadas ecuatorianas y de salvamento de Estados Unidos salieron en su búsqueda. Toda esperanza de encontrarlos con vida era mínima. Hallaron los cinco cuerpos a orillas de Palm Beach y en el río, y los enterraron en una misma fosa en la misma playa que había sido testigo mudo de la espera de estos cinco valientes hijos de Dios.
«En ti descansaremos, nuestro escudo y Defensor,
Tuya es la batalla, y tuyo es el honor.
Y cuando traspasemos los portales de esplendor
Victoriosos viviremos cerca de ti, Señor.»
-Himno “Descansamos en Ti”



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