Elenco en orden de aparición:
Bryan Barón
Allison Barón
Diego Julca
Agradecimientos:
Dpto. Lorne James
Alicia y Juan Barón (guardaespaldas)
esta era los sueños están de más, hay que vivir de realidades”… pero ¿alguien dijo que las personas soñadoras se están extinguiendo?. Yo conozco a una soñadora crónica. “Los sueños están hechos con la misma tela de la vida” es su lema, Andrea sueña con un mundo mágico y utópico en donde la paz reine y de la guerra sólo perdure la historia.
Nacida en Lima hace veinte años y de padre marino, desde chica tuvo la disciplina como hermana, a parte claro, de Elizabeth (34) y Carola (27) sus confidentes y amigas, “hay cosas que sólo les cuento a mis hermanas, en especial a Eliza porque la otra vive en Lima, de todas maneras la relación con mi mamá es muy estrecha”, dos hombres más completan su familia, Italo (12) su sobrino, “mi sobrino es como mi hermanito chiquito” y Luís (25) su hermano, con el que en incontables ocasiones protagoniza sin fin de discusiones, las típicas entre hermanos que al final ‘si paso algo, no me acuerdo’, “con mi hermano peleamos por lo de siempre, por ver quien ayuda más en casa, por si dejamos algo fuera de lugar, lo típico, nos gritamos pero después nada pasó” dice con aquella sonrisa traviesa que la caracteriza, aunque es un hecho imposible de creer, que con aquella apariencia frágil discuta con un hombre más grande que ella.
que aprendió a lidiar, pues en varias ocasiones la han confundido de tal manera, pero no necesariamente por la voz, “también me dicen que mi apariencia es de una quinceañera”.
El agua cristalina salpicaba por doquier, las guerras bajo el agua nos dividieron en dos bandos, las que defendían y las que atacaban, aunque a las finales todas terminamos una encima de la otra, la mañana nos resultó corta, entre risas y jolgorio un incidente nos distrajo un momento, un cangrejo enganchado en el pie de una compañera, nada que un poco de alcohol y una inyección para el dolor no pueda curar; la idea era divertirse, eso lo teníamos más que claro.
Luego de conocer Quito desde arriba llegamos al hotel, esta vez más grande y con una estrella más que las cuatro de Salinas, probé el exquisito buffet que servían en el desayuno, un poco de cada cosa –desde tocino ahumado hasta papas fritas con huevo revuelto- esto y una mesa con vista a la gran piscina – en donde, si ansiabas mojarte, tenías que usar obligatoriamente gorro para el cabello- significaron lo mejor.
La visita a la Mitad del Mundo fue lo primero que realizamos, abrigadas hasta el cuello y con cámara en mano nos dirigimos al lugar de la tierra donde su latitud es 0º - 0’ – 0’’ y se considera el centro de nuestro planeta. El monumento ecuatorial fue construido en 1936 al conmemorar los doscientos años de la medición de la Tierra por Francia del Siglo XVIII, tiene una altura de treinta metros y sus cuatro lados corresponden a la orientación geográfica: Norte, Sur, Este y Oeste.
El trole –algo nuevo para todas- nos dejó a unas cuadras del Parque Centenario, donde durante poco más de una hora recorrimos las diversas tiendas y nos tomamos más de una foto. Sin darme cuenta el cielo empieza a oscurecer –más rápido de lo que estoy acostumbrada- el siguiente paradero es la pista sobre hielo, en el Centro Comercial de Iñaquito, actividad en la cual no tengo ninguna destreza y prefiero sentarme a mirar las innumerables caídas de mis principiantes amigas, llegada la hora de la cena, un KFC nos recibe justo cuando ansiaba algo diferente que comer.
Esta vez nos detenemos en un McDonald’s –en el mismo Malecón- antes de seguir con el Parque de las Iguanas, en donde estos reptiles –que no son de mi agrado- caminan libremente y se confunden entre la gente.
Es River Park el penúltimo destino, un parque de diversiones en donde con una pulsera “mágica” puedes acceder a todos los juegos que quieras cuantas veces lo desees. Típico de las mujeres –y de contados hombres- llega la hora para ir de compras, el Centro Comercial Mall del Sol es el elegido, lugar donde aprendo que en Ecuador a la bolsa se le dice funda, a los amigos panas, a las enamoradas peladas, a los enamorados cachero, a la cerveza se le llama biela, al dinero guita, al hermano ñaño y cuando se tiene miedo se está pariendo.
Es quizá el último día en el cual nos relajamos de verdad, luego de un suculento almuerzo en el Club Pedregal todas –sin excepción- nos dispersamos por las diversas piscinas –con olas artificiales, medianas y grandes- y los diferentes toboganes –acordes al nivel de adrenalina que quieras experimentar- fueron horas de exquisita exposición al sol e inolvidable aventura acuática.
Fueron siete días que en compañía de mis mejores amigas descubrí un país vecino tan deslumbrante, siete días en los que anhelé que el tiempo no pasara, siete días que más de una vez los soñé regresar.
((Crónica - Taller de Redacción I-2006))
((Fotografía: 2,6 propias / 1,3-5 internet))
que solo permiten un peatón? ¿Por qué soportar el viento golpear mis mejillas y la tierra correr con él? Talvez porque al caminar por estas calles empiezo a recordar aquellas historias que me cuenta mi padre, de aquellas épocas de su niñez, de aquel tiempo en que todo en esta ciudad era diferente.
El sol empieza a imponerse; su calor se siente y se evidencia en mi frente mojada, veo hacia mi alrededor para reconocer por dónde estamos, y si no fuera porque ya conozco este lugar, estaría perdido, ya todo es desierto, y a escasos metros nos acercamos a una urbanización alejada de mi parte favorita de la ciudad, a donde en pasadas ocasiones fuimos de visita con papá; escuché que él muchas veces la llamaba Satélite, palabra nueva para mí, y que esa mañana al pasar me hizo recordar que debo preguntar qué significa; estoy perdido en mis pensamientos, giro mi cabeza y me doy cuenta que mi pequeño hermano no está sentado en la colchoneta; me da la sensación de que no está cómodo; por eso le pregunto si quiere compartir la mía; con un movimiento de cabeza me dice que no; veo su mirada fija, al parecer algo llamó su atención; la sigo y me doy con la sorpresa de que observa, en la puerta de una casa, un pequeño perrito, al parecer enfermo; recuerdo la sensibilidad y el gusto de mi hermanito por los animales; lo jalo de su camiseta y lo obligo a echarse; me mira sorprendido por mi acción, y antes de que se queje, me apresuro a decirle, ‘échate vamos a contar con los ojos cerrados hasta que lleguemos a la playa’... las horas cuando uno se divierte se pasan ‘volando’, casi a punto de atardecer emprendemos el regreso a casa, esta vez estoy cansado de mirar las ruedas en la pista, de mirar las veredas angostas y a la gente apresurando el paso por llegar a su hogar antes de que oscurezca; me tumbo en mi colchoneta y apenas veo un poste de alumbrado público recuerdo que a éste mas lo seguirán; comienzo a contarlos, su pequeño foco me llama la atención, pero aún mas el platillo que lo cubre como un sombrero de paja, aquellos que usa mi padre y mi abuelo cuando van a la hacienda; parece una pequeña cabeza con su sombrero blanco, y ya sé, una vez más, cuántos de estos pequeños vigilantes de la noche hay desde que llegamos a la ciudad hasta que llego a mi casa, no me aburro de hacer lo mismo, porque si que lo hago, en cada viaje a la playa y en cada paseo, talvez porque sea un niño y esas cosas son importantes y divertidas para mi”...
parejas de enamorados haciéndose mimos, luces de carteles encenderse, lustrabotas corriendo uno detrás de otro en busca de clientes; por un momento mi imaginación me transporta hacia años atrás, pero una vez mas un empujón me interrumpe, es un niño que de estatura me llega a la cintura y al parecer no se dio cuenta que al venir corriendo se encontraría conmigo en su camino; casi pierde el equilibrio, pero reacciono a tiempo y lo sostengo; su rostro cambia de expresión, se notaba asustado y al escuchar su nombre de boca de su mamá, a unos metros, se suelta y dando media vuelta corre hacia ella. Su acción me causa gracia; sin querer miro hacia un poste, y lo veo encenderse, me percato de que ya es casi de noche, el tiempo cuando uno se divierte se pasa ‘volando’ y los cambios en una ciudad, al transcurrir los años, también.