jueves, diciembre 24, 2009

LOS PADRES DEBERÍAN CRE(C)ER

Hay veces que los padres deberían creer en sus hijos, y de paso: crecer. Porque sí, algunos se quedaron en la década de los sesenta u setenta. Su pensamiento es cavernícola y su accionar es medieval. Hay veces que ellos solitos, sin ayuda ni recomendación, nos avergüenzan sin requerir cooperación adicional, como si con ser adolescentes o jóvenes tendríamos poco.

Ellos no tendrán que ‘comerse’ horas, días, meses y quizá años de bromas, adjetivos irritantes y apelativos bochornosos. Somos nosotros, sus hijos, los que aguantaremos frases tipo “Qué hijito de mamá eres” o “A fulanita no hay que llamar porque su papito no la deja salir, es una falla total”. De esta manera nuestros padres nos condenan a la soledad eterna, a la marginación social. Y no exagero.

Si los hijos son introvertidos, será el fin de sus días, el cuidado y la sobreprotección de sus padres impedirá que este se relacione de manera normal con su entorno. Por el contrario, si los hijos somos extrovertidos, sabremos cómo sortear estas prohibiciones y salir ganando en más de una ocasión, bien persuadiendo al padre para que nos deje salir o a los amigos para que no crean que somos atorrantes, hijitos de papá/mamá, creídos, soberbios o simplemente unos aburridos aguafiestas. Y de paso, pedirles que la reunión o salida se postergue.

Pero con esto no digo que siempre será así. Por un lado, los padres se mostrarán indiferentes a nuestros ruegos, nos enviarán castigados a la habitación o seremos nosotros los que iremos corriendo por no soportar los gritos iracundos que el progenitor prolifera. Del otro lado, los amigos se negarán a cambiar de planes solo por nuestra bonita cara y saldrán sin nosotros, eso sí, prometiendo que nunca más perderán el tiempo en llamarnos, diciéndonos claramente: “Siempre que te llamo, no puedes, déjate de joder”

Todos los adolescentes y jóvenes que aún vivimos en casa, bajo el techo y las reglas del padre dictador, sufrimos o sufriremos de esta injusticia. Algunos padres se niegan a escuchar nuestras razones y estas son las de ellos:

A.- En mis tiempos, los chicos invitaban a las chicas a salir con varios días de anticipación, no llegaban de improviso a la casa de la doncella y pretender llevársela.- ¡Padres! ¿Y quién dice que ahora no es igual? Hasta hoy los pretendientes invitan a las chicas con días de anticipación, hasta hoy los novios invitan a sus novias con días de antelación, hasta hoy los esposos invitan a sus esposas con días de anterioridad, hasta hoy los amigos invitan a sus amigas con días de adelanto. ¡PERO! HOY, los amigos TAMBIÉN llaman a sus amigas diciendo “vamos a ir fulanito, zutanita, menganita y yo a comer, ¿quieres ir con nosotros?” una responde “¿ahorita?” el amigo te dice que sí y tú, ilusionadamente, vas a informarle a tu papacito, un grito acompaña a un “no” y ni siquiera son las nueve de la noche.

B.- En mis tiempos, las chicas decentes no se subían al carro de chicos desconocidos.- ¿Y quién te dijo que yo no conozco a fulanito? Puede ser mi amigo de toda la vida, de un par de años o de un par de meses. En la mayoría de ocasiones subimos más de una al carro del amigo que amablemente se ofrece a llevarnos a nuestro paradero, a nuestra casa o a nuestro centro de labores, porque, SIMPLEMENTE, les queda de camino. Si su temor es que este delincuente juvenil nos secuestre, pues papis, esto puede pasar en cualquier situación u momento. Por ejemplo, en un taxi. Si nos subimos con un amigo este también, si sus intenciones son deshonestas, nos llevará a algún lugar con engaños u, en el peor de los casos, obligadas. Y, pues, si subimos solas al carro de un amigo/conocido ¿por qué nos subestiman, creen, acaso, que seremos tan ingenuas como para aceptar ser llevabas por zonas desconocidas o desoladas sin preguntar o exigir se nos devuelva a casa? ¿Creen que somos tan, pero tan, cándidas que aceptaremos ser llevabas por un chico del que apenas sabemos su nombre de pila? Un momento, ¿no es igual, incluso peor, subir a un taxi? Quiero decir, al taxista nunca en mi vida lo he visto, no sé dónde vive, no sé si es honrado, no sé su nombre y nunca sabré cómo contactarlo (salvo que le pregunte su número de teléfono para posteriores contratos).

C.- En mis tiempos, las chicas no salían solas con los hombres, siempre tenía que ir una chaperona, lleva a tu hermana.- Pues en esos tiempos, papi y mami, en los que se necesitaban las chaperonas no existían los lugares públicos y llenos de gente que hoy existen y adonde es que vamos, lugares en donde no nos puede pasar nada de lo malo que se imaginan. Hoy, las salas de cine están repletos de parejas, familias o grupos de amigos; los centros comerciales, café bares, pubs y fast foods albergan a centenares de ávidos compradores y comensales; las discotecas ofrecen mayor diversión a un grupo que a un par, es por eso, que se prefiere ir en “mancha”, para que entiendan: en grupo. Y si tienen temor de que nos pepéen, pasen al siguiente punto.

D.- En mis tiempos, no eran comunes las noticias de pervertidos que drogan o duermen a las chicas inocentes para abusar de ellas.- Es cierto que en este siglo hay cada vez más insumos para drogar, sea dormir, aletargar o extasiar, a las chicas inocentes. Es por ello que este punto es relativo, cada padre conoce a sus hijas, sabe cuán ingenuas, crédulas o listas son. La gran, gran, mayoría de padres repite los ya tan comunes pero siempre necesarios consejos. Tales como: “No recibas bebidas abiertas, así te den el trago más caro o tu gaseosa preferida y así te estés muriendo de sed”, “No dejes tu vaso ni para ir al baño”, “No permitas que te lleven por lugares oscuros y desolados”, “No subas a taxis que carezcan de identificación”, “No permitas que el taxista tome rutas diferentes a las que tú tomas, ni que tus amigos se lo pidan”, “No pruebes cosas nuevas que insistan en invitarte”, “Nunca cuentes que te estás quedando sola en la casa”, “No camines sola por calles desoladas ni pases cerca de grupos de hombres sospechosos”, “No lleves la cartera como si fuera la bolsa de pan, ponla hacia delante y sujétala bien”, “No te quedes sola con un amigo en su casa”… y los consejos de los padres precavidos continúan, los hijos solo debemos oírlos y hacerlos nuestros, aunque nos cansemos de escucharlos. Porque más sabe el diablo por viejo, que por diablo.
Tal vez en este punto no se critique los pensamientos retrógrados de los padres, pero así estos actúen como salidos de una máquina del tiempo que los trajo directo desde el pasado, son padres y están en su derecho de aconsejar a sus vástagos. Pero, como dije líneas arriba, los papás saben en qué nivel de candidez se sitúan sus hijas, saben si son propensas a ser engañadas y dormidas, en ambos sentidos.

E.- En mis tiempos, las chicas no dormían en otra cama que no fuera la suya. Esa moda de pijama party es pura alcahuetería.- Sí, es cierto, para algunas chicas organizar una fiesta de pijamas es un buen pretexto para irse de fiesta, escaparse con sus amigas a la disco de moda, a la que su papá le tiene prohibido por lo que su edad no se lo permite pero su apariencia (de chica mayor) la ayuda. Algunas, más osadas, se fugan con los enamorados sea a donde sea. Y aquí, las que han usado este pretexto dirán “no es cierto”, sí que lo es. Pero también habemos otras, para las que una fiesta de pijama es ESO: una verdadera fiesta de pijamas, con películas, música, chistes, comida chatarra, carcajadas, juegos y demás muestras de amistad. Nunca debemos generalizar papis, no todas las hijas y amigas somos iguales. Y nada nos pasará si dormimos en otra que no es nuestra cama, aunque deberían saber que eso ni siquiera se hace, dormir a veces no forma parte de un pijama party. Aunque depende de cuánto tengamos que contarnos y de cuán cansadas hayamos llegado.
¿Acaso, muy pronto no dormiremos en otra que no es nuestra cama? ¿No volaremos del nido, alguna vez? ¿No tendremos que viajar a otra ciudad por asuntos académicos o laborales? ¿Qué nos dirán padres? ¿Qué no podremos vivir esas experiencias nuevas y gratificantes solo porque en sus tiempos eso no se hacía?

Pues les tengo una noticia: no estamos en sus tiempos. Y nosotras, sus hijas, no tenemos dos años, ya hemos pasado más de dos décadas de cumpleaños. Configuren su calendario, casi, casi es el año 2010.

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Hace poco desempolvé de mi baúl de los recuerdos digital un tema que me recordó los mil y un consejos de los padres cuando una hija empieza a salir con chicos. Lucero, con su dulce voz, dice: Mamá me enseñaba lo que debo hacer / Si salgo con un hombre por primera vez / Que no me suelte el pelo y, esté donde esté, / que sea buena chica y me porte bien / Si vamos a bailar no he de permitir / que trate de acercarse demasiado a mí / Que beba Coca-cola o agua de limón / y pase lo que pase mucha precaución / El caso es que hasta ahora siempre ha sido así / quizá porque mi madre no pensaba en ti. Y luego de un armonioso estribillo, remata: Mamá me enseñó lo que debo hacer / si salgo con un hombre y cumplo mi deber / No debo insinuarme ni coquetear / ni nada que dé idea de frivolidad / Si vamos por la calle nada de pasar / por donde no haya gente o por la oscuridad / Y sea como sea no consentiré / que trate de besarme eso no está bien… Me pregunto si mi papá (o mamá) respetaron esto último. En fin, esa es otra historia y yo con los mil “no” de mi padre, tengo suficiente.


N. de A.: Esto fue escrito en un momento de rabia, hace algunos años, cuando fui víctima del padre tipo A de este tema. Hoy en día mi padre intenta ser moderno, pero alguna que otra vez se le escapa... aún así hago público lo que un día escribí porque sé -y conozco- que no todas mis contemporáneas están libres de los prejuicios. A ellas, mi sentido pésame.