martes, junio 24, 2008

Yo amo a mi mami... y a mi papi

Mayo da paso a junio. Mi mami le da pase a mi papi. Una mujer le da pase a un hombre. Un mes femenino le da pase a un mes masculino. Pues es así como siento a mayo, un mes cálido, suave, dinámico y femenino. Y es así como siento a junio, un mes frío, duro, lento y masculino.

En mayo nosotros (a decir verdad la mayoría lo hizo mi papi) preparamos una deliciosa parrillada, agasajar a la reina de la casa no fue difícil, ni cansado y mucho menos una obligación. En junio nosotros (como seguimos diciendo la verdad, debo admitir que la mayoría lo hizo mi mami) preparamos un nutriente asado. En ambos meses compramos regalos, los forramos meticulosamente, decoramos la sala con carteles tipo “Feliz Día Mamita/Papito”, pegamos globos en el techo y paredes –todo esto de madrugada para darles la “sorpresa” a la mañana siguiente- y nos levantamos temprano para servir el desayuno. (Como hoy estoy diciendo la verdad, yo dormí hasta la hora de almuerzo).

Todos llenamos la barriga hasta más no poder, nos sacamos fotos en familia –más por tradición que por figuretismo- y ellos abren sus regalos con natural emoción pues no tuvieron que soltar ningún sol para comprarlo. Aquí debo confesar que es ÉL quien suelta los soles para ELLA y viceversa, aunque el regalo diga: De TODOS, Para Mamá/Papá.

¿Quién estableció el Día de la Madre y el Día del Padre en mi país? Ahora no lo recuerdo. Nota mental: Averiguarlo o recordarlo. Pues quien lo haya hecho, sutilmente estableció la prioridad del hogar: la madre. Primero (un segundo domingo) son ellas a quienes se celebra, después son ellos los dueños de nuestro mejor agasajo, y para rematarla van de terceros (por el tercer domingo). Pero eso no importa, en mi casa, en mi familia y en mi corazón ambos empatan en un primer lugar.

Es mi madre quien:
- Se desvela noches enteras y consecutivas por velar mi sueño.
- Me frota el pecho con eucalipto cuando el resfrío me visita o los músculos con un líquido verde cuando el frío hace su aparición.
- Prepara los mejores potajes a diario y se esmera aún más cuando el calendario marca algún cumpleaños.
- Habla con los novios con total naturalidad, como si estuviera hablando con mi hermano menor.
- Mantiene la casa limpia y ordenada, a veces ella sola cuando falta la persona que la ayuda.
- Teje las mejores chalinas, chompas, gorros, guantes y escarpines que pueden adornar mi anatomía.
- Pinta paisajes y situaciones tan cotidianas de la manera más natural posible y la más hermosa en la categoría de las autodidactas. Muchas veces me imagino qué bellezas plasmaría si Bellas Artes hubiera visitado.- Hace el mejor laceado de cabello, gracias a ella en innumerables ocasiones me he ahorrado veinte soles de peluquería o tan solo me he dado el gusto de ser lacea un par de días.
- Borda los más bonitos manteles y toallas con las más coloridas cintas.
- Teje los mejores tapetes a crochet que he visto hasta ahora y que aunque quiera no puedo imitar.
- Lee los libros más actualizados sobre crianza de niños y adolescentes.
- Prefiere actualizar nuestro guarda ropas que el suyo.
- Respeta nuestros gustos de animales, colores, personas y cosas.
- Todas las noches junta nuestros cachivaches desparramados por la casa y los lleva a un lugar estratégico, lugar en dónde sabemos que encontraremos los “objetos perdidos”.
- Nos despierta temprano a la mañana, nos prepara el desayuno y la lonchera y nos despide en la movilidad.
- Nos acompaña a donde sea, cuando sea, a la hora que sea y como sea. Aunque sea (excusas por el excesivo sea) a la bodega de la esquina a comprar un “Cheese tris” de ‘sol’ a las 11 p.m. o un helado “Sin Parar” a la media noche.
- Me compra las más potentes pastillas y me prepara los más poderosos mates cuando el periodo menstrual me llega.
- Soba el codo de mi padre o exige de manera sutil que él me compre un pantalón nuevo.
- Y es ella la única que acude a mi grito de: “¡¡mamá!!” en todo momento, desde cuando se me está por caer una olla encima hasta cuando le quiero pedir que apague la terma.

Es mi padre quien:
- Me lleva a todo lugar en su carro, prometiéndome que muy pronto me enseñará a manejar un auto con caja mecánica.
- Me compra algún antojo para mí sola cuando somos los únicos que salimos a la calle. En pocas ocasiones lleva para sus otros vástagos. Su ley debe ser “El que sale, sale ganando”.
- Me hace esperar varios minutos cuando algo me urge y me saca a rastras de la casa cuando algo le urge a él.
- Pide llevar a los “amigos” –forma sutil como él llama a los novios o galanes- a la casa para que él los conozca e intercambien palabras, en otra forma de decirlo: para que los analice.
- Oye muy bien las cosas cuando le conviene, la otra mayoría de ocasiones suelta hasta dos “¿qué?” luego de un pedido mío, en especial cuando se trata de dinero.
- Me compra los mejores libros, desde los más aburridos y originales hasta los más atractivos y bambas.
- Se niega a comprarme algún antojo cuando peco de viciosa, es entonces cuando le pido prestado prometiendo pagarle en casa porque “no cargué la billetera”, debo confesar que en más de una ocasión lo timé, llegando, él, a olvidar los “pequeños” préstamos. Yo aún los recuerdo y prometo pagárselos cuando mi sueldo tenga más de tres cifras.
- Me pagó la carrera y prometió seguir costeándome los estudios hasta que su bolsillo lo permita y hasta que mi cerebro así lo requiera.
- Me pide que le corrija la ortografía y gramática de cada una de sus cartas antes de enviarlas y de sus proyectos antes de imprimirlos.
- Me regala toda aquella chulería que a él le han regalado y que a mí me ha gustado.
- Me da propinas ajustadas cada vez que salgo con amigos, pero suelta buenas cantidades cuando de bolsa de viaje estamos hablando.
- Prometió llevarme en 1997 a Acapulco, luego –ese año- dijo que la promesa era para el 2007... El año pasado me pidió que sea yo quien lo lleve a él. Le he prometido que lo llevaré en el 2017 o tal vez en el 27.
- Guarda un montón de fotografías tamaño carné en su tarjetero, todas son de su esposa (mi mamá), de sus hijos (mis hermanos) y de su primogénita (yo).
- Rogó, como buen militar, porque yo nazca el 27 de noviembre, Día de la Infantería. Al parecer le faltó pedir un poquito más, yo nací al día siguiente.
- “Me coyeteaba con la coyea” cuando yo tenía apenas tres años de edad... esta fue una vil mentira dicha por una exagerada infanta a un crédulo General. El resultado: un oficial rojo de vergüenza desmintiendo tal exageración a su superior.
- Guarda meticulosamente su ropa en el clóset o en la cómoda, la sacude antes de guardarla y antes de usarla, la dobla sin arrugas y se la pone más de una vez.
- Pone en fila sus zapatos, sea en su cuarto o en la zapatera, los mantiene brillosos, limpios y nuevos.
- Bota todo lo que encuentra sin preguntar de quién es o para qué sirve, en más de una ocasión ha tenido que rescatar nuestros tesoros de la bolsa de basura. Creo que ahora, con el tiempo, pregunta antes de llenar la bolsa de desperdicios.
- Conoce la casa de mis amigos y amigas cercanos, recuerda sus nombres y aunque algunos no los pronuncia bien me lleva a su encuentro cuando se lo pido y me pregunta qué es de su vida porque en verdad le interesa.
- Y es él el único hombre que siempre estará para cuando lo necesite, a la hora que sea, así hayamos discutido hace dos minutos. Y el único hombre que me querrá por siempre y que perdonará mis ataques momentáneos de locura. El único para el que yo seré su princesa, no de cuento, sino real.

Y ella es mi mami (Alicia) y él es mi papi (Juan). Y aunque muchas veces no los entienda o ellos no me entiendan a mí, los amo a ambos por igual y de ambos estoy orgullosa.
No son perfectos pero intentan serlo. Y yo para ellos, también.